Según para qué estemos creando un robot, tiene más sentido que se parezca a una cucaracha, que a un humano. No sé cuál de los dos da más miedo, pero lo que sí sé es que intentar copiar a los insectos de cuerpo aplanado tienen mucho recorrido. Un buen ejemplo es el trabajo de la Universidad de Berkeley.
Inspirarse en el cuerpo de las cucarachas implica querer adquirir sus capacidades de movimientos en situaciones realmente complicadas. Estos bichos se pueden escurrir y aplastar con facilidad para caber por cualquier sitio, y seguir avanzando, incluso estando en esa posición aplastada.
Si desarrollamos algo parecido podremos crear unidades de rescate en situaciones como terremotos y desastres, que puedan entrar por cualquier grieta.
Parece claro que lo primero que había que copiar es esa estructura principal que les permite reducir su altura y seguir manteniendo sus extremidades activas para realizar el avance.
Robert Full y Kaushik Jayaram son los encargados de materializar esta idea, y nos lo enseñan en forma de prototipo. Ellos ven el funcionamiento del robot como un enjambre, más que como una única unidad operativa. Podemos ver de lo que estamos hablando en el siguiente vídeo:
Nos encontramos con un exoesqueleto, una estructura que desde la protección exterior hasta el sistema de locomoción están pensados para ser flexibles, y puedan seguir funcionando incluso en “modo aplastado”.
Hay trabajo por recorrer en resistencia - las cucarachas aguanta 900 veces su peso -, también en tamaño, ya que ahora mismo es tan grande como la palma de una mano. Los chicos de Popsci nos resumen muy bien lo más importante en un par de gifs:
Más información | PNAS
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