En 2015 comenzará a surcar los mares el USS Gerald R. Ford, primer superportaaviones de la clase Ford, heredera del mítico Nimitz. En las entrañas de esta descomunal nave nodriza hay un grupo de trabajadores llamados ‘Camisetas rojas’ que son los encargados de transportar los proyectiles desde las bodegas de carga hasta una zona de montaje llamada ‘Granja de bombas’ y de ahí, a montarlos en los aviones.
El trabajo de estos operarios de la armada es difícil y a menudo peligroso, por no hablar de su coste económico. Por todo ello, la marina estadounidense está estudiando el ‘reclutar’ a un ejército de drones trabajadores capaces de mover estos materiales por los entresijos del Ford de manera ágil y precisa gracias a un sistema olfativo.
Hasta ahora se habían probado sistemas basados en códigos visuales, pero el campo de las feromonas artificiales como vectores para estos robots es bastante nuevo. De momento sólo científicos de la Escuela Politécnica Federal suiza de Lausanne han investigado este sistema de guía que la naturaleza ya utiliza en especies que trabajan en enjambre como las hormigas.
El proyecto de la marina estadounidense tiene en mente un sistema semiautomático de control. Un primer dron controlado por un operario humano es el encargado de marcar con las feromonas el objeto a ser desplazado por el grupo de trabajadores drones que serían capaces de reconocer la sustancia activando un patrón de ruta y montaje determinado.
El sistema no está exento de problemas. La sustancia debe ser resistente a altas temperaturas y al contacto con otras sustancias como derivados del petróleo. Además, debe desaparecer sin dejar rastro medioambiental en 20 minutos para que otras cuadrillas de drones no se vean confundidas durante la jornada. Algo nos dice que aún habrá que esperar para ver que tal huele esta línea de investigación. De momento, la idea de drones capaces de olernos no parece muy halagüeña.
Vía | Wired
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