“Robocop”, “Demolition man” o “Code8” llevan años convenciéndonos de que la policía del futuro estaba llena de robots, tecnología punta y hamburguesas ilegales de carne de rata. Pero la realidad, como siempre, está siendo mucho más aburrida: Facebook, paciencia y una muestra de ADN. Esto era la policía del futuro.
De hecho, es el presente. A principios de año, tras cuatro décadas de búsqueda, la policía de California fue capaz de identificar al “Original Night Stalker” tras meter, por causalidad, su perfil genético en GEDmatch, una base de datos abierta para encontrar familiares o extraer información sobre el pasado familiar. Una docena de asesinatos y casi medio centenar de violaciones se resolvieron tirando de un bisabuelo común. Esto es algo que ya ha pasado 13 veces en EEUU y es solo el principio.
Todo lo que somos ya está en Internet
El asunto central es que la recepción pública de este caso fue venderlo como una anécdota de lo que estaba por venir, una postal del futuro. Pero nada más lejos de la realidad. Yaniv Erlich, investigador y científico jefe de MyHeritage, y su equipo han publicado un análisis en Science que asegura que ya es posible localizar a un 60% de la población norteamericana de origen europeo usando solo registros genealógicos ya existentes como los de GEDmatch.
Suena a ciencia ficción, pero se trata solo del último estudio de una larga serie de trabajos con los que Erlich ha conseguido demostrar que nuestro ADN ha dejado de ser algo privado. Según los investigadores basta con tener la información genética de un 2% de la población adulta de un país para localizar a la práctica totalidad de los ciudadanos de un país.
Los investigadores muestran cómo se puede cerrar el círculo sobre un asesino de forma extraordinaria. Teniendo una coincidencia parcial a nivel de tatarabuelo el equipo es capaz de identificar a 400 sospechosos. Y con solo añadir dos datos más (edad y sexo) se puede reducir la lista de sospechosos a unas 15 personas.
Cuando los datos personales ya no son (solo) nuestros
"La policía no tiene el ADN de la gente en sus bases de datos, por eso normalmente no se puede comparar con nada. En las series forenses, es habitual que lo tengan que pedir y suele hacer falta buen motivo", nos explica el biólogo Javier Arcos.
"Sí tenemos las huellas dactilares, por ejemplo". Pero hay una diferencia fundamental con el ADN, las huellas son "cosas azarosas del desarrollo embrionario que ni los gemelos tienen en común". Sirven para identificar a una persona, pero no para relacionarla con otros. "Imagina por un momento que, además de específicas, se heredaran de forma bastante clara". Con tener un familiar en la base de datos, tienes la mitad del trabajo hecha.
"No es algo de CSI, no aporreas un puñado de teclas y sale el nombre. Tienes que investigar y reconstruir el árbol genealógico a través de cosas como perfiles de Facebook", pero sí. "Comparando en las bases de datos, se puede acotar muchísimo", nos dice Arcos. "No tengo las cifras a mano ahora mismo, pero los cálculos Erlich tienen sentido".
No obstante, como nos dice Javier Arcos, el problema es una herramienta tan potente tiene que ir acompañada de una reflexión importante. Una época en la que nuestros datos personales no son solo estrictamente nuestros supone un desafío inmenso a nivel legal, social y político. Este es un debate que parece fundamental para las libertades y la seguridad de los próximos años.
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