Damos por hecho que la aventura Google Glass no ha salido inicialmente como la empresa del buscador esperaba, no podemos obviar todo el desarrollo que hay invertido en ellas, tampoco tengo dudas de que la aventura sigue viva, pero ha habido cosas que posiblemente se podrían haber hecho mejor.
Echando un vistazo al artículo de Nick Bilton en The New York Times, nos enteramos de que había bastante prisa por que el dispositivo estuviera a la mano de los potenciales compradores, que se usara, que se hablara de él.
¿Producto maduro o producto en desarrollo?
Según declaraciones de empleados del Google X que trabajaban en el proyecto en 2013, Google Glass estaba en una fase de prototipo bastante inicial cuando Sergey Brin quiso ponerlo en el escaparate, para muchos, demasiado pronto.
Ya conocemos las formas de hacer las cosas de Google, a veces bastante interesada en que los productos se desarrollen con los primeros compradores, y se vaya mejorando con sus respuestas. Nos dan a entender que Sergey prefería esto, no era una cuestión de lanzar algo por decir que fueron los primeros.
La historia ya la conocemos, nos hemos pegado un par de años conociendo muchos desarrollos sobre un modelo Explorer, viendo como la gente quiere hacerse la foto con ellas puestas, y en lo que respecta a análisis de producto, bastantes palos al tratar de evaluar un producto en desarrollo, como si fuera la solución a todos nuestros problemas.
Al mismo tiempo sirvió para comenzar muchos debates sobre privacidad, el robo de información, etc. Paralelamente se vivió una situación incómoda en Google, ya que Sergei mantuvo un romance con Amanda Rosenberg, jefe de marketing de Glass, las gafas protagonistas de nuestra noticia.
Google paró el programa explorer en enero, pero sigue en las cocinas de los laboratorios de Google en manos de Tony Fadell y Ivy Ross. Esperemos que en esta ocasión haya menos prisas, por lo pronto se espera un rediseño completo del producto.
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