Eso de sentarte delante de un entrevistador y que empiece hacerte preguntas retorcidas para analizar cómo reaccionas se lleva mucho mejor cuando no te juegas tu única oportunidad de salir de la pobreza más absoluta y pertenecer a la élite que vive en un supuesto paraíso. Y en ‘3%’ la entrevista es sólo el principio.
Plantear una sociedad en la que en algún momento tuvo lugar una separación drástica entre aquellos que lo tienen todo y los que viven sin nada es un tropo muy recurrente de la ficción distópica. Es la situación que nos encontramos en la primera producción brasileña de Netflix, que nos invita a ser partícipes del duro proceso de selección de un puñado de jóvenes que tienen la oportunidad de pertenecer al grupo privilegiado que vive en Mar Alto.
Lo que llaman El Proceso es una sucesión de pruebas que examinan las cualidades y características de los candidatos; ponen a prueba un abanico de inteligencias que van desde la espacial, estratégica, matemática hasta la emocional y social. Es un evento anual en el que los jóvenes que han cumplido 20 años pueden gastar su única oportunidad de participar en el proceso. Sólo el 3% pasará.
Los juegos del hambre capitalista
En sus primeros episodios ‘3%’ se presenta como un thriller de ciencia ficción juvenil que visita muchos lugares comunes del género. Es difícil no llevar las comparaciones a la reciente ‘Los Juegos del Hambre’, cuyo éxito (enmarcado en una tendencia ahora de capa caída como son las sagas distópicas adaptadas de literatura juvenil) es probable que haya apoyado que este proyecto saliese adelante.
Un distrito pobrísimo, cientos de chavales compitiendo por una ínfima posibilidad de formar parte de la élite y una sociedad pendiente de quienes serán los próximos jóvenes que integrarán esa clase, que vivirán en Mar Alto. Esa comunidad utópica está representada por unos directores y sus acólitos que ejecutan los procesos de cada prueba y observan todo lo que los candidatos hacen incluso en sus momentos de descanso.
De hecho, ese Gran Hermano no sólo observa cada movimiento y decisión de los candidatos, sino que la ciudad está también sometida a exhaustiva vigilancia mediante cámaras de seguridad que facilitan el control.
‘3%’ se inspira en ese tipo de realities de competición que saca a relucir la naturaleza del ser humano, que es capaz de todo por un premio. En nuestros realities ese premio puede ser un codiciado título, una suma de dinero, algo material o lo más similar a la recompensa de pasar El Proceso, la fama. El reconocimiento quienes observan y juzgan.
En cierto modo, este tipo de historias conectan muy bien con nosotros por ese deseo de tenerlo todo, por ese sentimiento de que pertenecer a una escala social inferior a la que deseamos es algo temporal. Lo aspiracional siempre ha sido muy potente.
Las grietas del sistema
Inicialmente los protagonistas de la historia son un grupo de seis jóvenes y el director del mismo. A la vez que él vigila a los candidatos es a su vez observado por miembros del consejo que buscan encontrar fallos en el sistema. Algo no funciona, Mar Alto ha tenido su primer asesinato.
Pero poco a poco el universo argumental va desvelando las grietas. Con una trama de opresión no podía faltar la rebelión, y existe una organización llamada La Causa cuyo objetivo es tirar por tierra el abusivo y caprichoso sistema de igualdad que se auto promociona como un sistema justo basado en los méritos. Entre los candidatos hay algunos infiltrados de La Causa que inyectan algo de tensión a la historia más allá de la rutina de las pruebas.
3% plantea reflexiones la inmigración, la desigualdad de clases y lo que estamos dispuestos a hacer por mejorar nuestras vidas. Pero uno de sus frentes más interesantes es la subyugación.
Pero los rebeldes no son la única fisura del sistema. ‘3%’ plantea reflexiones sobre temas muy actuales como la inmigración o la desigualdad de las clases sociales. También sobre lo que estamos dispuestos a hacer por mejorar nuestras vidas. Pero uno de sus frentes más interesantes es la subyugación, que no sólo se da en la parte desafortunada.
Mar Alto es (supuestamente) utópico a expensas de los oprimidos, y sin embargo la población que vive en la miseria ha generado una creencia ciega en el sistema, y todos viven por y para El Proceso, que deja tras de sí un gran porcentaje de individuos viviendo en una situación nefasta para el resto de sus vidas.
Cada capítulo de '3%' hace un flashback de uno de los protagonistas y nunca hay vida ni felicidad en él. Sólo obediencia dócil. Es una sumisión que como espectador se vive con frustración ya que se ha conseguido a través de la persuasión y apenas hay personajes que cuestionen ese injusto sistema.
La verdad tras la utopía
Pero decía que la subyugación no sólo se daba en la parte desafortunada. Ese sometimiento persuasivo también es patente entre los que ya pertenecen al 3% afortunado. Es una actitud lógicamente heredada por haber formado parte del Proceso, que es la única forma de vivir en Mar Alto, pero en esos otros flashbacks, en las vidas de los supuestamente favorecidos, tampoco se aprecia felicidad.
Se sabe poco más de ese paraíso al que aspiran los candidatos que lo que nos deja ver la naturaleza de las pruebas o las personas que las dirigen, pero con el paso de los episodios se hace cada vez más patente que las normas de esa sociedad no son tan utópicas. Al fin y al cabo, por ejemplo, aquellos que quieren pasar por el aro deben abandonar a su familia a los 20 años, y algunos dejan padres enfermos o hijos recién nacidos atrás.
Mar Alto sólo acepta a los mejores, y poco a poco empieza a estar más claro qué es lo que eso significa; qué tipo de valores son requeridos para vivir bajo ese otro yugo; qué ética define un proceso que el sistema considera justo.
Un visionado interesante
Lo que parece que va a ser una serie juvenil entretenida que camina por lugares comunes del género va creciendo hasta convertirse en algo más. La rutina de las pruebas da paso a tramas y detalles que entran en una reflexión sociopolítica y de conducta más estimulante, temas también habituales en las distopías pero que expone con interés. No es 'Los 100' (una de las series de ciencia ficción juveniles más valientes de los últimos años) pero puede valer mientras la esperamos.
El apartado visual y la construcción del universo, que tan atrayente puede ser en este tipo de mundos de ciencia ficción, no es el punto fuerte de ‘3%’. Cesar Charlone (nominado al Oscar por la fotografía de ‘Ciudad de Dios’) está tras las cámaras e inyecta cierto aire de guerrilla y naturalidad con el que intentan compensar la obvia falta de presupuesto.
Esperemos que Netflix decida producir una segunda temporada de ‘3%’ (y con algo más de dinerico). Los ocho episodios de la primera nos adentran en ese mundo de desigualdades y presiones, y nos hace partícipes de El Proceso de principio a fin. Ya sabemos lo que hay que hacer para pertenecer a Mar Alto, ahora toca saber lo que eso implica.
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