El conflicto que sostienen China y la alianza liderada por Estados Unidos va mucho más allá de las litografías utilizadas en la fabricación de semiconductores avanzados. Las grandes potencias están defendiendo sus intereses geoestratégicos y económicos en varios frentes, y uno de los más importantes, a pesar de que no es el que más ruido está haciendo, es la cadena de suministro de las tierras raras.
A este peculiar grupo de elementos químicos pertenecen algunos metales tan esquivos y con nombres tan sugerentes como el neodimio, el prometio, el gadolinio, el itrio o el escandio, entre otros. Algunos de ellos son relativamente escasos, y, además, no suelen encontrarse de forma pura en la naturaleza, pero lo que los hace tan especiales son sus propiedades fisicoquímicas.
Sus características quedan fuera del alcance de los demás elementos de la tabla periódica, lo que ha provocado que durante las últimas décadas se consoliden como un recurso muy valioso en numerosas industrias, pero especialmente en las de la electrónica y las energías renovables. Y es que intervienen, por ejemplo, en la fabricación de los motores de los coches híbridos y eléctricos, las baterías, los catalizadores, los láseres, la fibra óptica, los paneles LCD, e, incluso, en los aerogeneradores.
China tiene una baza para mantener su dominio en el mercado de las tierras raras
Los depósitos de tierras raras están diseminados por todo el planeta dentro de las fronteras de países como Australia, Canadá, Brasil, Tanzania o Estados Unidos, pero los mayores que se han localizado hasta ahora están en China. De hecho, en 2019 este país asiático dio respuesta a entre el 85 y el 95% de la demanda de tierras raras de todo el planeta. En la coyuntura actual EEUU y sus aliados, entre los que se encuentran Europa, Japón o Australia, no parecen estar dispuestos a sostener esta dependencia de China mucho más tiempo.
Una de las estrategias que están sobre la mesa consiste en reducir la utilización de tierras raras tanto como sea posible reemplazándolas por otras materias primas. No es fácil llevarlo a cabo, pero en algunos escenarios de uso es posible, aunque habitualmente requiere invertir muchos recursos en I+D. Tesla, por ejemplo, ha confirmado que su próxima generación de motores eléctricos incorporará imanes en los que las tierras raras no estarán presentes (aunque todavía no sabemos cómo ha logrado prescindir de ellas).
Tesla ha confirmado que su próxima generación de motores eléctricos incorporará imanes en los que las tierras raras no estarán presentes
No obstante, este no es el único camino que pueden seguir EEUU y sus aliados. Su otra opción consiste sencillamente en forjar pactos que les permitan marginar a China sacándola de la cadena de suministro en la que participa la alianza. De hecho, este plan ya está en marcha. A principios de enero la empresa minera LKAB, que está administrada por el Estado sueco, identificó un yacimiento de tierras raras en el norte del país, que, según sus cálculos, contiene más de un millón de toneladas de estas materias primas.
Si finalmente la explotación de este yacimiento resulta ser viable Europa dará un paso hacia delante muy importante en su independencia de las tierras raras chinas. Aun así, el Viejo Continente no puede recorrer este camino solo. Y EEUU tampoco. Por esta razón a mediados de 2021 pusieron en marcha un acuerdo por el que las tierras raras extraídas en el yacimiento de Utah (Estados Unidos) serían refinadas en Estonia.
Del mismo modo las tierras raras extraídas en Canadá serían procesadas en Noruega. Japón ha seguido un camino similar en la búsqueda de su independencia de China, aunque su aliado en este ámbito es Australia, un país que tiene reservas muy importantes de tierras raras.
Estas alianzas persiguen expulsar a China de la cadena de suministro global, pero el país liderado por Xi Jinping no lo tiene todo perdido. Su mejor baza para mantener su liderazgo en el mercado de las tierras raras es su economía de escala. Y es que no solo controla todos los eslabones de la cadena de producción, desde la extracción en los yacimientos hasta el refinado y la distribución; también se beneficia de una mano de obra mucho más barata que la que está disponible en Europa, Canadá, Estados Unidos, Japón o Australia.
Para cualquiera de estos países competir con la estructura de costes de China es esencialmente inviable. Nada parece indicar que el panorama vaya a cambiar sustancialmente a medio plazo, por lo que es probable que mientras perdure la enemistad entre China y la alianza el incremento de los costes derivados de la cadena de suministro de las tierras raras tenga un impacto perceptible en el precio de los chips, las baterías y otros dispositivos de gran importancia. Así están las cosas. Veremos qué sucede a largo plazo.
Imagen de portada: Tom Fisk
Más información: Quartz
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