Filomena supuso un antes y un después en la información meteorológica de los últimos años. A peor, de hecho. Y hay muchos motivos para ello: el mundo empresarial o la prensa, son buenos ejemplos. Pero (como llevamos denunciando nosotros mismos desde la famosa tormenta) un elemento central en este cambio ha sido la irrupción en el debate público de algo que creíamos olvidado: las cabañuelas.
Tal es su dominio del debate público que AEMET tuvo que aclarar algunos puntos sobre ciencia y meteorología, y cómo la suma de ambas deja poco espacio a la superstición.
"La única manera de estudiar la atmósfera de manera correcta es mediante la ciencia". Para impugnar no solo las cabañuelas, sino las informaciones de medios que llegan a "decir que estas pseudopredicciones coinciden con las de AEMET", la Agencia hizo un repaso de cómo funciona ciencia meteorológica. Nunca está de más recordar que prácticamente todos los problemas relacionados con el tiempo atmosférico vienen de que trabajamos con sistemas que se rigen por ecuaciones sin solución.
"Las ecuaciones de Navier Stokes", nos recuerda la AEMET, son de hecho "uno de los problemas matemáticos del milenio, premiado con 1 millón de euros para la persona que consiga resolverlas". A eso hay que sumar que "la atmósfera es un sistema caótico, lo que significa que pequeñas variaciones en las condiciones iniciales hacen que la evolución prevista sea muy diferente, por eso las ecuaciones no son lineales".
¿Qué significa todo esto? Que para hacer predicciones fiables y válidas necesitamos "saber el estado actual de la atmósfera en una escala de cientos de km y en distintos puntos". Para que nos hagamos una idea de la complejidad del problema, se estima que "para predecir el tiempo a nivel mundial necesitaríamos a 64.000 personas haciendo cálculos". Y no, no los tenemos.
Por si fuera poco, no es solo una cuestión de tener mucha información (que también), es que "la atmósfera tiene una escala temporal que abarca desde los segundos hasta semanas o incluso meses y escalas espaciales desde los cm hasta los km". Es decir, abarcar todas las escalas es una tarea titánica para la que aún no estamos bien preparados.
Es momento de decir basta a la pseudociencia. "Métodos pseudocientíficos como las cabañuelas hacen uso de correlaciones del tipo si hace sol en 6 de agosto, enero será soleado, algo que está en contra de todo lo que sabemos sobre la ciencia climática y meteorológica". De hecho, "estos métodos pseudocientíficos dan predicciones muy vagas del tipo en noviembre lloverá mucho o en enero habrá muchas nevadas, algo que ya nos dice la climatología de cada región. Después de todo, es normal que en invierno haga frío y en verano calor".
"Una mala información meteorológica puede suponer el coste de vidas cuando hay fenómenos meteorológicos extremos si la población desconfía de los avisos y alertas", explicaba la agencia. Y, en este sentido, las pseudociencias meteorológicas no aportan ninguna información relevante, pero se las apañan para embarrar el debate público sobre el tiempo atmosférico.
Y es que, como señalan desde AEMET, "la idea del tipo las cabañuelas pueden fallar, al igual que los modelos meteorológicos es tan grave como decir no me tomo un medicamento porque no siempre cura. Los modelos meteorológicos y la ciencia permiten saber en qué se falla y en qué se puede mejorar".
¿Qué podemos hacer para entender mejor las predicciones? ¿Qué nos recomienda la AEMET de cara a entender mejor las predicciones? Tres cosas: estar atentos a las actualizaciones, tener mucho cuidado con las predicciones a largo plazo y acostumbrarnos a pensar en el tiempo como algo lleno de incertidumbres. Lo contrario puede generar un efecto "que viene el Lobo" y eso, como hemos visto, es un problema que deberíamos abordar crítica (y autocríticamente).
Imagen | Jose Miguel Fernandez de Velasco/GTRES