La maldición de esta primavera tenía nombre y apellidos: un enorme anticiclón que llevaba fijo sobre la península meses y, salvo alguna excepción puntual, había conseguido bloquear todas y cada una de las entradas de aire frío y húmedo. El resultado es conocido por todos: el abril más seco desde que tenemos registros, los embalses bajo mínimos y calor, mucho calor.
Pues, bien, parece que la maldición se ha acabado.
¿Qué ha pasado? Lo más evidente es que el anticiclón se ha movido hacia el Atlántico. Eso podría parecer una mala noticia: al fin y al cabo, los frentes que más lluvia dejan en España llegan desde el Atlántico y si el anticiclón bloquea esos frentes, igual mejora la temperatura... pero el agua seguirá sin llegar.
Y eso es cierto, pero solo en parte. Porque con el movimiento del anticiclón se abre un pasillo desde el norte-nordeste gracias al cual se pueden ir colando masas de aire frío. Un aire quizás no tan húmedo como el que vendría directamente del Atlántico, pero que (en contacto con el calor diurno que tenemos en la península) dispara los procesos convectivos. Es decir, las tormentas cortas, pero acompañadas de importantes cantidades de agua (y, como hemos visto en la zona de Murcia, granizo).
O sea, que lloverá. Por fin. Es lo más probable, sí. De hecho, este fin de semana hemos visto un buen ejemplo de todo esto y durante la semana veremos dos más. Pero lo más interesante de todo esto (al menos, a nivel científico) es comprobar que, como señala Martín León en un análisis fantástico, las predicciones son muy difíciles de hacer porque "los modelos numéricos de predicción dan bandazos en cada una de las pasadas".
Lo que vemos en cada uno de los resultados de los modelos es que "los patrones de precipitación, intensidad y extensión varían en cada pasada, siendo casi imposible hacer una predicción de las precipitaciones de forma detallada y localizada".
¿Por qué ocurre esto? Hay muchos motivos, pero el más llamativo es que los procesos convectivos dependen de muchos factores (a menudo, locales). Es decir, la diferencia entre un escenario en el que se dispara la tormenta y uno en el que no es mínima. Cuestión de pocos grados, de pocos metros, de variaciones diminutas en la temperatura del mar (y, por lo tanto, en el vapor de agua disponible en el aire).
El problema es que, aunque los modelos meteorológicos han mejorado mucho, aún no tienen la resolución suficiente para hacer esa predicción "detallada y localizada". Es decir, vienen días de alta inestabilidad, pero la incertidumbre también va a ser alta.
Muchos escenarios encima de la mesa. Y eso, aunque puede ser una buena noticia, si nos ayuda a mejorar las reservas de agua superficial y le da un alivio al campo; también puede ser una fuente inagotable de problemas. Un chubasco violento o una granizada pueden acabar siendo el golpe definitivo para un sector agrario en una pésima situación de debilidad.
Más allá de las lluvias. Independientemente del impacto final de estas posibles DANAs, lo que está claro es que estas semanas van a ser más frías de lo que venían siendo. No sería raro que finalmente mayo sea más frío que abril.
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