Todo empezó con una pequeña bola de pelo en un pasillo mal iluminado. A finales de agosto, la vecina del cuarto segunda la vio saliendo de uno de los trasteros del sótano y lo comentó de pasada en el grupo de Whatsapp que tenemos en la comunidad de vecinos. Ay. No, en serio: Ay. Desde ese preciso momento, el tema se convirtió en el centro geográfico de toda conversación de ascensor, primero; y en un asunto de Estado, después.
Que si "qué hacemos con esta invasión", que si "cómo puede ser tan caro el presupuesto que nos han mandado" o que si "yo tenía doce suéters de angora guardados en una caja y ahora están hechos un siete, ¿esto lo cubre el seguro de la comunidad?". No exagero si os digo que en las últimos meses se ha hablado más de roedores que el 5G de la vacuna del COVID, el volcán de Palma y la llegada de Messi al PSG. Al menos en mi edificio.
He llegado a conocer a esos bichos mejor que a muchos vecinos del edificio: leí veinte o treinta artículos científicos y algún manual; me vi media docena de documentales y tengo una lista de Twitter solo con los mejores roedólogos del mundo entero. Que les cogí un extraño cariño, vamos. Y, por eso mismo, no me lo esperaba. Jamás. Nunca. De ninguna manera vi venir algo como esto: resulta que a los ratones no les gusta el queso.
Nos la han dado con queso
Mi primera reacción al enterarme (por casualidad, hace unos días) fue sentirme engañado. El problema es que no me lo podía tomar como algo personal: la idea de que a los ratones les vuelve loco el queso es uno de los mitos zoológicos más extendidos de la historia. David Holmes, experto en comportamiento animal de la Universidad Metropolitana de Manchester, ha rastreado este cuento hasta la obra de Shakespeare y en decenas de pinturas desde la Edad Media.
Sin embargo, no encontró ningún estudio científico que avalara el amor por el queso. Es más, tras analizar con detalle los patrones alimenticios de roedores (tanto domésticos como salvajes), se dio cuenta que el queso ni siquiera estaba entre sus alimentos favoritos. Lo pueden comer y, de hecho, lo comen cuando no hay otra cosa disponible. Pero no sería nunca su primera opción.
En realidad, los ratones prefieren comer alimentos con azúcar. Es decir, cosas como frutas, granos de cereales o chocolate. El queso (sobre todo, cuando es "fuerte") no solo no les gusta demasiado, sino que, siempre segú Holmes, podría incluso ser perjudicial, ya que el queso no es una parte natural de la dieta del ratón y no parece que lo toleren muy bien.
Después de lo de los gatos, esto: va siendo hora de replantearme mi relación con el reino animal.
Imagen | Pixar
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