Mercurio es muy extraño. Hay científicos que creen que en la Tierra hay restos de cuando era un antiguo planeta mucho más grande

Mercurio es muy extraño. Hay científicos que creen que en la Tierra hay restos de cuando era un antiguo planeta mucho más grande
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Si el sistema solar fuese un edificio, Mercurio sería como ese vecino que vive dos pisos más arriba y del que sabemos el nombre y la puerta, pero que aun así nos resulta un misterio. Lo conocemos. Lo saludamos. Tenemos una noción de sus rutinas. Ahora, ni idea de a qué se dedica, ni de dónde es ese acento tan raro que le oímos cada vez que habla. Con el planeta más próximo al Sol ocurre algo parecido. Aunque lo conocían ya en la Antigua Grecia, en cierto modo nos parece extraño.

Si bien disponemos de una buena colección de datos y observaciones sobre él, hace apenas unos años tuvimos una sonda orbitándolo (Messenger) y hay ya una misión en marcha con la que aspiramos a conocerlo todavía más, en algunos aspectos Mercurio... carece de sentido.

Es pequeño, el más canijo en el club del Sistema Solar, si obviamos a Plutón. Y un trozo de roca bastante denso, con un núcleo importante y desprovisto de un manto grueso como el de la Tierra. Desde hace años los astrónomos se preguntan a qué se debe su peculiar fisionomía y una de las hipótesis a la que han llegado es que quizás el Mercurio que hoy conocemos y vemos a través de nuestros telescopios es solo parte del planeta que existía hace miles de millones de años.

Misión: conocer Mercurio

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Su planteamiento es casi tan extraño como el propio Mercurio: que lo que vemos ahora es, en realidad, lo que queda de un protoplaneta mucho mayor que acabó desgajado por el golpe de un objeto grande, una colisión brutal que le arrancó capas externas y dejó lo que hoy conocemos. Lo más curioso es que hay quienes creen que quizás parte de ese primitivo Mercurio lleva casi dos siglos en nuestras manos y expuesto en los museos sin que nos hayamos dado cuenta.

La idea —como señala The New York Times— la ha planteado un grupo de investigadores durante la Conferencia de Ciencias Lunar y Planetaria celebrada el pasado marzo en Houston, Estados Unidos, y dibuja un escenario que ampliaría nuestro conocimiento de Mercurio. Lo que dicen es que quizás entre la amplísima colección de meteoritos que tenemos en nuestro poder, con cerca de 70.000 piezas, haya restos de las capas externas de aquel viejo protoplaneta de gran tamaño.

Su atención se centra en un tipo muy concreto de rocas espaciales, las aubritas, meteoritos con poco oxígeno y metales que se identificaron por primera vez hace casi 190 años, en 1836, en Aubres, un pequeño pueblo del sur de Francia. A día de hoy se han reseñado solo unos 80 ejemplares.

La cuestión es...¿Por qué precisamente esas peculiares rocas de color desvaído y no otras? “Creo que las aubritas son las partes más superficiales del manto de un gran protomercurio”, comenta al rotativo neoyorquino la doctora Camille Cartier, de la Universidad de Lorraine, quien recuerda que a menudo este tipo de rocas se presentan como “buenos análogos” del pequeño planeta.

Desde luego sus características coinciden con lo que suponemos que se vivió en Mercurio durante los inicios del sistema solar. Y la información recabada por la NASA con la Messenger entre 2011 y 2015 no hace más que confirmar las similitudes entre la composición de Mercurio y las aubritas.

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Al menos de momento la hipótesis es solo eso, una hipótesis. Y como tal hay también expertos que la acogen con cautela o directamente escepticismo. Al fin y al cabo tenemos meteoritos del cinturón situado entre Marte y Júpiter, de la Luna y de Marte; pero no de los planetas más próximos al sol.

Algunos expertos dudan de que supuestos restos de Mercurio hayan podido moverse de forma estable por el cinturón de asteroides hasta acabar golpeando la Tierra y otros señalan las marcas dejadas por el viento solar, un fenómeno del que debería haberlos protegido el campo magnético de Mercurio. Para los defensores de la hipótesis ni una ni otra son objeciones insalvables y no las ven incompatibles con que los restos permaneciesen miles de millones de años en el espacio.

Lo mejor es que quizás no tardemos mucho en manejar nuevos datos que arrojen más luz sobre Mercurio y su posible relación con las aubritas. Si todo va según lo previsto en solo un par de años, la misión BepiColombo nos aportará información valiosa sobre Mercurio, datos que se sumarían a los experimentos que ya está realizando la doctora Cartier con muestras de aubrita.

Imágenes | NASA y James St. John (Flickr)

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