La relación entre exploración espacial y meteorología tiene muchas dimensiones. Una parte significativa de los satélites que hemos puesto en órbita tienen la función de observar y predecir el tiempo, pero la predicción meteorológica también es clave para que los cohetes despeguen de forma segura (o que no lo hagan, como ha sido el reciente caso del Miura 1.
Hace unas horas PLD Space anunciaba que posponía el lanzamiento de su Miura 1 debido a las condiciones meteorológicas. La empresa española quería asegurarse de que todo saldría según los planes, y para ello necesitaba mejores condiciones climáticas.
Esto podría resultar extraño puesto que en muchas ocasiones hemos visto lanzamientos de cohetes en condiciones aparentemente adversas, pero lo cierto es que la meteorología es uno de los principales motivos de aplazamiento de los despegues de cohetes. Ejemplos recientes podemos encontrarlos en la sonda JUICE de la Agencia Espacial Europea (ESA), y en uno de los intentos del despegue de la misión Artemis 1 por parte de la NASA.
Por supuesto, existen diferentes consideraciones que los responsables de los lanzamientos han de tener en cuenta, desde las características del cohete a infinidad de variables atmosféricas como el viento, la lluvia o las tormentas.
El viento es uno de los principales problemas a los que se enfrentan los cohetes. El viento (como hace con cualquier vehículo, desde un coche hasta un 747) empuja al cohete en una u otra dirección. Para mantenerse en trayectoria, la nave debe realizar ajustes, lo que requiere capacidad de maniobra y combustible.
No todos los cohetes cuentan con margen para ello, bien porque cuentan con motores que no permiten maniobras y correcciones, bien porque no pueden permitirse cargar con suficiente combustible. La altitud a la que sople el viento también es relevante ya que la inercia del cohete dependerá de la velocidad que haya alcanzado y de su masa (variable puesto que los cohetes son inmensos tanques de combustible pegados a varios motores).
Las tormentas eléctricas son menos frecuentes, pero de gran importancia. Un relámpago tiene la capacidad de dañar los instrumentos a bordo del cohete, por lo que es importante evitarlos a toda costa, aunque no siempre es posible.
Las lanzaderas suelen contar a menudo con torres equipadas con pararrayos que desvían hacia sí mismas las posibles descargas eléctricas haciendo que no impacten contra el vehículo. Vimos un ejemplo reciente de esto en el caso del Space Launch System (SLS) que esperaba a llevar la misión Artemis 1 a la órbita de la Luna.
Tanto las temperaturas altas como las bajas pueden afectar a la estructura del cohete (dilatando en exceso o permitiendo la acumulación de hielo por ejemplo). De manera semejante, la humedad ambiental también puede causar problemas en determinadas circunstancias.
El fallido primer intento de despegue de Starship en su configuración de dos etapas el pasado 17 de abril se debió a la congelación de una válvula utilizada para regular la presión del combustible. Es posible que este hecho estuviera relacionado con las condiciones de temperatura y humedad del entorno del cohete y podría haber causado serios problemas de haberse pasado por alto.
Relacionado con la humedad, las nubes también pueden entrar en las consideraciones sobre despegar o no. Las precipitaciones que conlleven pueden ser relevantes en la toma de la decisión de despegue, pero la visibilidad también es un factor importante para algunos vuelos.
En general, la telemetría nos permite hoy por hoy despegues sin visibilidad. Aun así, los ingenieros suelen estar interesados en tener un ojo sobre el cohete, especialmente en cohetes más experimentales. El motivo principal es que, si algo sale mal, toda información, también la visual, será útil a la hora de encontrar y solucionar las causas del incidente.
Cada cohete y cada lanzamiento son únicos. Por ejemplo, la NASA cuenta con una lista completa de factores que implican no poder lanzar un Falcon 9 Crew Dragon, la versión tripulada del cohete de SpaceX. Estos incluyen, entre otros muchos, la caída de rayos en la última media hora en un radio de 10 millas náuticas; la presencia en la trayectoria de una capa nubosa de 1,37 km; o si el viento a una altura de 49 metros se aproxima a los 50 km/h.
Monitorizar atentamente la meteorología es por tanto clave para un lanzamiento exitoso. Las características de la misión pueden llevar a los técnicos a asumir más o menos riesgos. Por ejemplo, un vuelo experimental como los vuelos iniciales de SpaceX podían requerir poca preocupación en este sentido, mientras que misiones con millones de euros y miles de horas de trabajo acumuladas implicarán sin duda mayor cautela. Por supuesto, los cohetes tripulados requerirán el mayor nivel de atención posible.
La cautela en el caso de Miura quizá se deba a que la empresa no cuenta con los niveles de inversión de empresas como SpaceX, empresa que contaba con el respaldo de la agencia espacial estadounidense, la NASA, y del magnate Elon Musk. PLD Space, por su parte superó hace tan solo unos meses la barrera de los 60 millones de euros en inversión, varios órdenes de magnitud por debajo de las cifras que maneja la estadounidense.
En Xataka | PLD Space ya sabe qué falló en su intento de lanzamiento del Miura-1. Son buenas noticias para el siguiente
Imagen | NASA/Bill Ingalls
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