Hace unos días oíamos hablar por primera vez del asteroide 2023 DW. En los primeros días las noticias hablaban de alrededor de una probabilidad entre 600 de que impactara contra la Tierra y de que los astrónomos habían asignado a la roca un uno en la escala de Torino (o de Turín) como forma de catalogar su riesgo. Desde entonces los científicos han rebajado este índice a cero. La pregunta es, ¿qué quiere decir esto?
Ante todo, un poco de contexto. 2023 DW es uno de los llamados asteroides cercanos a la Tierra (NEA), rocas espaciales cuya trayectoria orbital se acerca a la nuestra, haciendo que un impacto, por improbable que sea, resulte posible. El asteroide fue descubierto en febrero de este año y los primeros cálculos sobre su órbita le asignaron una probabilidad entre 850 de estrellarse contra nosotros.
Esta probabilidad de impacto fue variando a lo largo de los días desde su descubrimiento, primero al alza y ahora ya a la baja. La última estimación publicada por CNEOS (Centro para los Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra) en el momento de redacción de este artículo estimaba una probabilidad de impacto entre 3.600, o lo que es lo mismo, un 0,028% de posibilidades de choque. Este último cálculo ha traído consigo el cambio en la escala de Torino, 2023 DW pasó de uno a cero.
La escala de Torino es un índice que va del 1 al 10 y que mide el riesgo que supone un asteroide. Como medida de riesgo que es, combina dos factores: el daño potencial que podría causar el evento y la probabilidad de impacto. Esta combinación, en lugar de representarse como un daño estimado se presenta como un número entre uno y 10.
El potencial daño que pueda causar un asteroide se mide en función de su tamaño y la energía cinética que conllevaría el impacto. A más tamaño del asteroide (y asumiendo una velocidad constante) mayor energía y mayor destrucción.
Los eventos con menor riesgo son los que presentan un índice de 0 o 1. Si el 0 implica una probabilidad de colisión irrelevante, el 1 no representa mucho más. Según CNEOS, esta categoría se asigna a “descubrimientos rutinarios cuyo paso cercano a la Tierra no implica un nivel inusual de peligro”. Es decir, un riesgo “normal”.
Los valores de 2 a 4 de la escala se reservan a eventos que requieren la atención de los astrónomos. Estas categorías van desde un paso “más o menos cercano, pero no altamente inusual cerca de la Tierra”; hasta “una probabilidad de un 1% o mayor de una colisión capaz de causar devastación [a escala] regional”. En este caso, también se considera que la atención pública puede estar justificada si la colisión se espera en un periodo de menos de 10 años.
La “zona naranja” o de amenaza va del 5 al 7. Las descripciones de estos niveles van desde un riesgo “serio pero incierto” de daños a escala regional hasta un encuentro “muy cercano” con un objeto de gran tamaño capaz de causar una catástrofe de escala planetaria.
La “zona roja”, del 8 al 10 se reserva para colisiones ciertas, es decir, cuando la probabilidad de impacto es cercana al 100%. La diferencia entre estas tres categorías responde distintos niveles de potencia del impacto, desde los que puedan causar destrucción localizadas hasta los que puedan suponer una amenaza para nuestra civilización.
Probabilidades que vienen y van
La escala está pensada para ir ajustándose conforme los cálculos de los astrónomos van refinándose. Al fin y al cabo la búsqueda y seguimiento de objetos potencialmente peligrosos depende de observaciones hechas a millones de kilómetros de distancia y de complejos modelos matemáticos.
Esto ha llevado no solo al cambio en el valor asignado a 2023 DW en la escala de Torino, sino también a varias semanas de ajustes en la probabilidad de impacto asignada a este asteroide. Un asteroide que, cabe recordar, nunca supuso un gran riesgo entre otros motivos por su pequeño tamaño (unos 50 metros de diámetro).
Quien haya estado siguiendo las noticias relacionadas con este asteroide quizá se haya percatado de un ligero baile de probabilidades en lo que a su impacto se refiere. El historial de observaciones del asteroide muestra cómo los ajustes en su probabilidad se realizaron primero al alza, llegado a estimarse una probabilidad de impacto entre 360.
A partir de ahí los ajustes fueron a la baja. El motivo de este cambio en la tendencia es curiosamente contraintuitivo. La trayectoria prevista para el asteroide pasaba cerca de la Tierra. Asociada a esa trayectoria esperada, los astrónomos calculan un área de incertidumbre. Según las observaciones van ajustándose el área de incertidumbre va haciéndose más pequeña.
Como el tamaño de la Tierra no varía, la porción relativa de esta área que toma nuestro planeta es cada vez mayor. Hasta que el área de incertidumbre deja de abarcar a nuestro planeta. Es entonces que la probabilidad de impacto comienza a descender bruscamente.
Esta es la historia de un éxito de los sistemas de vigilancia. Pero aún hay muchos asteroides que escapan a nuestro control. A la vez que mejoramos nuestra capacidad de detectar peligros también avanzamos en nuestra capacidad de afrontarlos.
El plan más avanzado en este sentido es el que probó la misión DART de redireccionamiento de asteroides. Hace 6 meses la NASA estrelló una sonda espacial contra el asteroide Dimorphos y recientemente hemos sabido que el impacto logró desviar ligeramente la trayectoria de la roca. El plan es que, si un asteroide pudiera implicar un riesgo para la Tierra, una nueva sonda sería enviada para desviarlo lo justo para evitar su impacto contra nuestro planeta.
En Xataka | Hemos gastado miles de millones en la misión DART para que se estrelle. De momento va por buen camino
Imagen | NASA
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