Pocas cicatrices pueden encontrarse en el “rostro” de Tierra equiparables a la de Vredefort. Hace ya un buen puñado de años —2.000 millones, para ser precisos— un enorme asteroide de entre cinco y diez kilómetros de diámetro cayó sobre al suroeste de lo que hoy conocemos como Johannesburgo, en Sudáfrica, a una velocidad endiablada. La colisión fue tan brutal que desplazó una gran cantidad de roca. El resultado: una enorme abolladura que, una vez la estructura terminó de colapsar y se asentó, los expertos estiman que alcanzaba un ancho de entre 180 y 300 km.
Sus tremendas dimensiones hacen de Vredefort el cráter de impacto de la Tierra más grande conocido hasta la fecha; pero no es, ni mucho menos, el único socavón que ha abierto un meteorito al chocar con nuestro planeta. A lo largo y ancho de todo el globo, el Centro de Ciencias Planetarias y Espaciales (PASSC), de la Universidad de New Brunswick, en Canadá, tiene detectados un buen puñado. En su base de datos online, [Earth Impact Database](http://www.passc.net/EarthImpactDatabase/New website_05-2018/Index.html) (EID), cita 190 confirmados.
Un catálogo en crecimiento
Los investigadores siguen a la caza de datos para entenderlos mejor y localizar nuevos agujeros. Hace una década geólogos europeos localizaron en Groenlandia un cráter de unos cien kilómetros de diámetro provocado por un asteroide hace 3.000 millones de años y en 2019 otro equipo de Oxford compartía evidencias de un hallazgo similar —de 20 kilómetros— en Reino Unido.
La cuestión es, ¿Qué son los cráteres de impacto o astroblemas? La NASA los define como el resultado del impacto de un objeto —asteroide o meteorito, por ejemplo— contra la superficie de otro sólido de mayor tamaño, como un planeta o una luna. El fenómeno, desde luego, no es ni mucho menos exclusivo de la Tierra. Es más, tras décadas de exploración espacial, los astrónomos saben hoy que jugaron un papel clave en los procesos geológicos del sistema solar primitivo.
La superficie lunar más antigua, por ejemplo, está repleta de socavones resultantes del intenso "bombardeo" que sufrió durante miles de millones de años —desde hace 4,6 a cerca de 3,9, para ser precisos—. Es más, incluso el propio nacimiento de nuestro satélite podría ser el resultado del brutal impacto de Tea, un objeto estelar, del tamaño de Marte contra la proto-Tierra.
Aquí, en la Tierra, los meteoritos también jugaron un papel fundamental en la atmósfera e hidroesfera primordiales y determinaron la propia vida en el planeta. El episodio de extinción masiva registrado hace 65 millones de años, el que se llevó por delante a los dinosaurios, está relacionado sin ir más lejos con los efectos de un enorme impacto en lo que hoy conocemos como México. A modo de recordatorio tenemos el cráter de Chicxulub, de 180 km de diámetro y casi 20 de profundidad, localizado principalmente bajo el agua frente a la península del Yucatán.
Ni los asteroides ni los cráteres por impacto son, en cualquier caso, un fenómeno exclusivo del pasado. Y para muestra un botón: el 17 de marzo de 2013 los astrónomos observaron un destello en la Luna. Cuando la NASA tomó imágenes con el Orbitador de Reconocimiento Lunar y las comparó con las que había tomado un año antes en el mismo punto constató que en la superficie del satélite había “brotado” un nuevo cráter de impacto de unos 18 metros de diámetro. El Mars Color Imager (MARCI) captó también un nuevo socavón registrado en el planeta rojo en marzo de 2012.
La propia Tierra es bombardeada cada jornada por más de cien toneladas de polvo y partículas del tamaño de arena llegadas del espacio y, más o menos una vez al año, —precisan desde la agencia espacial estadounidense— un asteroide del tamaño de un coche golpea la atmósfera, desintegrándose en una espectacular bola de fuego que los expertos denominan “bólido”.
Si se amplía un poco más el foco, la cosa se complica: alrededor de una vez cada 5.000 años un objeto del tamaño de un campo de fútbol impacta contra la Tierra ocasionando daños de mayor envergadura. Para tener una visión un poco más precisa de lo expuesto que está el planeta llega con ver este diagrama de la NASA, elaborado con datos recabados entre 1994 y 2013 de pequeños asteroides que golpearon la atmósfera terrestre. La imagen recoge la ubicación de los impactos de objetos de entre 1 y 20 metros y los identifica en función de si cayeron de día o noche.
Si bien la meteorización y los procesos geológicos se han encargado de borrar la mayoría de los cráteres de impacto, la superficie de nuestro planeta sigue presentando socavones sorprendentes y de diferentes tipos. Por ejemplo, en la Tierra los científicos diferencian entre estructuras simples, de hasta cuatro kilómetros de diámetro, con rocas de borde levantadas que rodean una depresión con forma de cuenco; y estructuras complejas, de 4 o más kilómetros de diámetro.
Además de ser fuentes valiosas de datos para los científicos, con el paso de los años algunos se han convertido también en destinos turísticos. Casi todos los conocidos, al fin y al cabo, se han registrado desde mediados del siglo pasado. A continuación, repasamos algunos de los más sorprendentes.
Cráter Barringer
Situado en Arizona (EE. UU.), el también conocido como Meteor Crater se formó hace 50.000 años fruto del impacto de un meteorito que pudo haber tenido casi 50 metros de ancho y viajado a la sorprendente velocidad de 45.000 kilómetros por hora. Destaca, sobre todo, por ser el primero que los científicos identificaron como el resultado de un impacto extraterrestre. Sus dimensiones: alrededor de 1,2 kilómetros de diámetro y 170 metros de profundidad.
Cráter de Vredefort
El de mayor tamaño conocido. Se formó cuando un asteroide impactó contra la Tierra hace aproximadamente 2.000 millones de años en un área que hoy conocemos como Sudáfrica. Cuando se formó, el cráter alcanzaba un diámetro de 300 km. Destaca también por su antigüedad, aunque se queda corta cuando e compara con los 2.400 millones de años del cráter Suavjärvi, en Rusia,
Cuenca de Subdury
A simple vista, quizás no sea tan fácil de apreciar como el de Vredefort, pero la cuenca de Subdury, en Canadá, resultado del impacto de un impacto registrado hace 1.800 millones de años, destaca por su antigüedad y dimensiones. Se cree que el cráter original medía al menos 200 km de ancho. Con el paso del tiempo, sin embargo, y como se puede apreciar en la foto, se ha ido erosionando.
Cráter Lonar
Situado en la India, más concretamente en la meseta de Deccan, una enorme llanura de roca basáltica volcánica que dejaron las erupciones registradas hace 65 millones de años, el cráter Lonar destaca por su historia. Después de que en 1823 lo identificara el oficial CJE Alexander, los expertos creyeron que se trataba de un cráter volcánico. Hoy, sin embargo, la teoría es otra bien distinta: se cree que es fruto del impacto de un meteorito hace entre 35.000 y 50.000 años. Su diámetro ronda los 1,8 kilómetros y alcanza una profundidad de alrededor de 150 metros.
Cráter Pingualuit
El cráter Pingualuit se identificó al norte de Quebec, Canadá, en 1943, durante un vuelo de la Fuerza Aérea del Ejército de los EE. UU. Los geólogos tuvieron que esperar sin embargo hasta 1950 para examinarlo y constatar que se trata del cráter ocasionado por un meteorito hace alrededor de 1,4 millones de años. Gracias a su identificación, los expertos localizaron otras 20 estructuras de impacto al este del país. Su diámetro es de 3,4 km y acoge un lago de unos 267 m de profundidad.
Cráteres Kaali
En la isla de Saaremaa, a unos 20 km al noroeste de Kingisepp (Estonia), en un área de un kilómetro cuadrado, se localizan los conocidos como cráteres Kaali. El mayor de todos tiene un diámetro de alrededor de 110 metros y una profundidad de aproximadamente 20 m. Los restantes, mucho más pequeños, se mueven entre los 12 y 44 metros de diámetro. Su datación sigue sujeta a debate, pero en general se sitúa en una horquilla que se sitúa hace entre 2.420 y 8.400 años.
Cráter Monturaqui
Situado a aproximadamente unos 200 kilómetros de la ciudad de Antofagasta, al sur del Salar de de Atacama, en Chile, el cráter Monturaqui se identificó por primera vez en la década de 1960 como de origen meteorítico, pero quedan dudas sobre su edad exacta. Sí conocemos sus dimensiones: 360 metros en sentido Norte-Sur y 380 en el Este-Oeste con una profundidad de 31 metros.
Cráter del embalse de Manicouagan
En Quebec, en la en la región de Côte-Nord, Canadá, se localiza uno de los cráteres de impacto más sorprendentes de la Tierra: el de Manicougan. La estructura tiene forma de anillos múltiples de unos 100 kilómetros de ancho —destaca el interior, de 70 km de diámetro— y contiene un lago anular de 70 km, el embalse de Manicougan, que rodea una meseta interior de la isla, René-Levasseur. Los científicos creen que el cráter lo generó el impacto de un asteroide de cinco kilómetros de diámetro hace, aproximadamente, 215,5 millones de años, durante el período Triásico.
Cráter Roter Kamm
En el desierto, al sur de Namibia, se localiza el cráter Roter Kamm, de unos 2,5 kilómetros de diámetro y 130 m de profundidad, aunque no se ha visto libre del efecto de la arena. La estructura se formó hace entre unos cuatro y cinco millones de años. No todos los "socavones" de meteoritos son sin embargo tan inhóspitas; en ocasiones acaban convertidos en "cunas". Ocurrió en Baviera, donde se localiza Nördlinger Ries, una estructura generada hace 15 millones de años y que presenta un diámetro de 25 km. En el centro se alza Nördlingen, una pequeña ciudad. En España, a más o menos 50 km de Zaragoza, se sitúa también la estructura de Azuara, en la que se apunta también un origen vinculado con un meteorito, y la pequeña localidad de la que toma su nombre.
Cráter Gosses Bluff
En Australia, a unos 160 kilómetros al oeste de Alice Springs, encontramos el cráter Gosses Bluff, una de las estructuras de impacto más estudiadas del país. Los científicos calculan que es el resultado de un asteroide de un kilómetro hace alrededor de 142 millones de años. Su característico anillo central de colinas tiene un diámetro de cuatro kilómetros y medio de longitud.
Imágenes | Aaron_anderer (Flickr), Nasa (1, 2, 3), PASSC, Vesta (Wikpedia), Amitabhkhare (Wikimedia), Anneli Rumm (Flickr), RudiR (Wikimedia), Copernicus Sentinel-2-ESA y Wolkenkratzer (Wikipedia), Dementia (Flickr)
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