La interacción de los rayos solares con nuestro planeta, con las capas que tiene en la atmósfera, tiene consecuencias muy variadas que van desde las famosas tormentas eléctricas hasta las espectaculares auroras boreales. Pero no sólo hay fenómenos de magnitud tan grande: los astronautas también sufren los rayos cósmicos y lo hacen a nivel visual.
Es conocido como “fenómeno visual de los rayos cósmicos” o flashes de luz (LF), dado que implica que los astronautas perciban algo que su ojo interpreta como luz (y que no lo es) en ciertas zonas y determinados momentos. Se empezó a describir en las misiones Apollo y en su momento la NASA trató de estudiarlo, aunque sin poder establecer sus conclusiones al 100%.
Un origen aún discutido
El fenómeno consiste en que los astronautas perciben unos flashes espontáneos por fuera de la magnetosfera de la Tierra sin que haya luz per se. Se cree que pueden ser resultado de los fotones de luz visible que percibe la retina (la percepción estándar, digamos, por excitación de los pigmentos y de tipo físico-químico) pero también se considera que son fosfenos, o lo que es lo mismo, la sensación visual producida por una excitación mecánica de la retina o una presión sobre el globo ocular (distinto a lo que hacen los fotones).
El estudio de la NASA que citábamos antes concluía que tras los experimentos realizados que los LF vistos en las últimas cuatro misiones Apolo (el estudio se publicaba en marzo del 1972, ergo se refiere a las Apollo 15, 14, 13 y 12) se producían por la interacción de los núcleos cósmicos con el aparato óptico. Estos experimentos se hicieron con luces de ion helio y neutrones de distinta carga energética, viendo que al parecer los protones más lentos y los iones de helio podían causar este fenómeno en el ojo adaptado a la oscuridad, demostrando que los neutrones y los iones de helio pueden estimular el aparato óptico (y no sólo los fotones).
Posteriormente a esto está el trabajo de un nutrido grupo de físicos y otros científicos italianos y suizos sobre los efectos de la microgravedad que plantearon la hipótesis de que la radiación de Cherenkov tenía su papel. Una onda de choque producida por el paso de partículas cargadas eléctricamente a velocidades superiores a las de la luz (en cierto medio), ésa responsable del brillo azul y no verde de las fisiones nucleares y que en este caso producen las moléculas de la atmósfera al interactuar con las partículas cargadas eléctricamente de los rayos cósmicos.
Según el estudio, el fenómeno de los flashes se produce cuando la radiación de Cherenkov atraviesa el humor vítreo de los ojos de los astronautas, interaccionando directamente con el nervio óptico y los centros nerviosos visuales del cerebro y estimulando los receptores de la retina. Dos años más tarde, en 2006 se consultó a 59 astronautas en cuestión de fosfenos y flashes y se describieron diferentes luces, colores y formas (puntos, tiras, nubes…) de los LF, desde azul hasta amarillos y verdes pálidos pasando por rojo, además de que no siempre eran tan visibles.
Cuando no puedes dormir ni cerrando los ojos
Este fenómeno de ver luz cuando no la hay llegaba a molestar al intentar dormir. Contaba Jerry Linenger que durante una tormenta solar percibía flashes tan directos que no servía de nada cerrar los ojos, y que sólo pudo evitarlo ligeramente escondiéndose algo más tras unas baterías de la estación Mir.
De hecho, además de en las misiones Apolo, los flashes se han descrito por astronautas que regresaban de misiones del telescopio Hubble, la Estación Espacial Internacional y la estación rusa. En las misiones lunares, los astronautas llegaron a reportar este fenómeno una vez cada tres segundos de media (una vez sus ojos se habían adaptado a la oscuridad), con menos frecuencia media (una vez cada 7 segundos) en las espaciales.
Al final son muchas más consecuencias de las aparentes las que causa el salir de nuestra atmósfera e intentar adaptarnos a un lugar para el que no estamos físicamente preparados para sobrevivir. El estudio de los gemelos astronautas arrojó más luz sobre las consecuencias fisiológicas de la microgravedad, a lo que se suma esta especie de “superpoder” que puede convertirse más bien en maldición si lo que se quiere es oscuridad.
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