Durante el siglo XIX, el hambre y la falta de expectativas era tan endémicas en Grecia que muchos se vieron empujados a dedicarse a la pesca de esponjas. Era un negocio lucrativo, sí; pero muy peligroso. Los buceadores tenían que sumergirse en el mar con grandes piedras atadas al cuerpo y desprenderse de ellas cuando se quedaban sin aire (justo antes de ascender a la superficie, cargados de todas las que habían podido recolectar).
Hacia 1869, la introducción de las primeras escafandras disparó la producción, pero también aumentó los riesgos (y las vidas humanas). En la larga historia del desarrollo económico el dinero y la muerte suelen ir de la mano. Los barcos partían del Egeo en Pascua y viajaban al Mediterráneo oriental y al norte de África para volver en otoño. Por eso sabemos que el pecio de Anticitera se encontró pocos días después de la Semana Santa de 1900.
Un tesoro en mitad del Mediterráneo
El barco del capitán Dimitrios Kondos había salido de Symi por Pascua y se había refugiado en Anticitera, a medio camino entre Creta y el continente, camino de los caladeros africanos cuando el viento dejó de ser favorable. Aprovecharon la parada para practicar con las escafandras de cobre y enseñar a los nuevos buzos; algunos de ellos se entretuvieron en hacer competiciones para ver quién llegaba más abajo. Sabemos, por ejemplo, que Elias Stadiatis descendió a 45 metros de profundidad.
Al subir de nuevo a la superficie, Stadiatis empezó a hablar de "cadáveres en descomposición y caballos esparcidos entre las rocas del fondo marino" y los marinos se preocuparon pensando que había sufrido una intoxicación de nitrógeno mientras buceaba. No obstante, siguió en sus trece y, antes de partir hacia África, el mismo Kondos bajó para comprobar que solo era un espejismo.
Tardó mucho. Tardó tanto que los marinos empezaron a impacientarse y justo cuando iban a empezar a arrastrarlo hacia arriba, Kondos hizo la señal para que lo subieran. Traía consigo el brazo de una estatua de bronce. El viento había cambiado, tenían que partir. Pero aquel otroño volvieron, sacaron muchas cosas de agua y, ante la dimensión del descubrimiento, avisaron a Atenas. Los primeros trabajos serios para rescatar el pecio de Anticitera empezaron en 1900 y se alargaron durante todo 1901. Ahí fue donde encontramos el 'mecanismo', el ordenador (analógico) más antiguo que conocemos.
Una puerta al pasado...
Desde entonces, Anticitera ha sido una fuente inagotable de información sobre "la historia, la economía, la tecnología y el arte" de las antiguas Grecia y Roma. Y, sin embargo, solo una parte del naufragio estaba accesible. No está claro el momento exacto, pero el barco naufragado debió hundirse a lo largo del siglo I. Poco después, un terremoto 'bloqueó' buena parte de los tesoros bajo rocas de hasta ocho toneladas y media.
El problema es que, durante décadas, los buzos han sacado cosas de las aguas de Anticitera sin plan ni concierto. Nadie documentó donde se encontró el mecanismo, ni donde se encontraron las estatuas o reliquias. A ciencia cierta, nadie sabe cómo fue el naufragio, nadie tiene muy claro debajo de qué roca buscar.
Y como no es fácil buscar (hoy por hoy, los buzos solo pueden pasar media hora en el sitio del naufragio, tras 15 minutos de descenso y justo antes de tener que ir hacia la superficie), no saber cómo fue del naufragio es un problema serio. Un problema serio que, en los últimos años, se ha intentado resolver con los sistemas de mapeado más punteros del mundo.
...pero también una puerta hacia el futuro
Desde 2012, impulsados por el trabajo de Brendan P. Foley, los arqueólogos de la Universidad de Venecia, del Escuela Suiza de Arqueología en Grecia y de la Universidad sueca de Lund han vuelto a estudiar concienzudamente las aguas de Anticitera y están trabajando en técnicas de mapeo 3D que permitan no solo conocer mejor el diseño del naufragio, sino también saber más cosas sobre el barco en cuestión (su edad, su origen y su destino).
No van mal: por lo pronto, sus esfuerzos acaban de sacar a la superficie la cabeza de una enorme estatua de Hércules y, poco a poco, sus mapas en 3D están permitiendo que el naufragio de Anticitera cobre sentido. No obstante, esto es la antesala de algo mayor: el sitio histórico se está convirtiendo en un enorme laboratorio de nuevas técnicas de arqueología submarina.
No es solo que se están poniendo en práctica mecanismos para poder manipular el yacimiento (y elevar las enormes piedras) en un entorno donde todo cuesta hasta cinco veces más; sino que los primeros robots están ya empezando a ser utilizados y prometen todo un cambio de paradigma. De nuevo, mirar al pasado suele ser la mejor forma de ver un futuro mejor.
Imagen | Nikos Giannoulakis | Swiss School of Archaeology in Greece
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