Robots e inteligencia artificial, ¿amenazas o aliados para los trabajadores de las actuales economías postindustriales?
Hay división de opiniones al respecto, pero los economistas Daron Acemoglu (autor del popular libro '¿Por qué fracasan los países?') y Pascual Restrepo lo tienen muy claro: la automatización no sólo provocará un aumento del paro y la desigualdad en los próximos años, sino que lo lleva provocando desde los años 80.
La Cuarta Revolución Industrial no será como las anteriores, no
En una columna publicada hace unos días en varios medios internacionales, ambos autores repasan tendencias históricas sobre el papel de la automatización: según explican, la automatización ha sido motor de la productividad desde que la Revolución Industrial dio sus primeros pasos introduciendo la maquinaria de vapor en la industria textil.
Pero si ya en aquella época eso provocaba que se redujera la necesidad de mano de obra para determinadas tareas, al mismo tiempo el aumento de la productividad llevaba aparejado un aumento de la demanda de mano de obra para nuevas ocupaciones y sectores, con lo que su impacto sobre el empleo y el nivel salarial terminaba arrojando un saldo positivo.
Hoy en día, muchos defensores de la IA sostienen que las mismas dinámicas que prevalecieron durante la Primera Revolución Industrial (y la segunda y la tercera) seguirán vigentes con la cuarta, y que el uso de algoritmos, robots, impresión 3D y otras nuevas tecnologías sólo reducirán el empleo en determinados sectores para aumentarlos en mayor proporción en otros.
Sólo podríamos esperar, por tanto, que los indicadores de prosperidad que en los últimos años han ido aumentando progresivamente en todo el mundo (guerras y crisis puntuales al margen) no sólo mantengan su trayectoria, sino que aumenten en ritmo gracias a la naturaleza disruptiva de dichas tecnologías.
El efecto positivo de la tecnología está empezando a fallar (por nuestras malas decisiones)
Pero Acemoglu y Restrepo no sólo no están de acuerdo con que eso vaya a ser así: discrepan ya en la afirmación de que hasta ahora, el aumento de la automatización haya tenido en todo momento efectos positivos.
Su tesis es que, en las últimas tres décadas, el crecimiento de la automatización ha rebajado, sí, los costes laborales para las empresas... pero que los efectos positivos que lo acompañaban han ido frenándose, estancando el crecimiento de la demanda de empleos y del nivel salarial:
"Resulta inquietante, pero la IA parece estar exacerbando este [nuevo] patrón, desembocando en una desigualdad aún mayor".
Pero lo más significativo es que ambos economistas no consideran que esto se esté dando como resultado inevitable de la naturaleza de la inteligencia artificial, sino por una cuestión de qué paradigma tecnológico y empresarial influye más en cada momento. Y los autores están convencidos de que "se está promoviendo el tipo equivocado de inteligencia artificial".
De hecho, afirman que la IA "podría estar siendo usada para reestructurar tareas y crear nuevas actividades con las que se pueda volver a generar mano de obra", poniendo como ejemplo su potencial para auxiliar a que médicos y maestros ofrezcan atención individualizada a cada uno de sus pacientes y alumnos, respectivamente.
Por otra parte, los posibles beneficios de la IA para el empleo no se limitan al sector servicios: gracias a los avances en la realidad aumentada y virtual, también se podría utilizar para crear nuevos puestos de trabajo para humanos en la fabricación de alta precisión, actualmente dominada por los robots industriales.
"Es tentador pensar que el mercado va a traducir estas promesas en realidad [...] algunas tecnologías tienen la capacidad de estimular la creación de empleo y reducir la desigualdad, con enormes beneficios sociales que ni los inventores ni los 'early adopters' tienen en cuenta".
El problema es que [...] cuanto más tome la delantera el paradigma de la automatización, más incentivos de mercado favorecerán la inversión en esa área a expensas de otros paradigmas que podrían crear nuevas ocupaciones que hiciera uso intensivo de mano de obra".
Pero, ¿quién determina qué paradigma prevalece o pierde fuelle? ¿Por qué se impone la apuesta por la automatización, pese a que Acemoglu y Restrepo lo califican como "no especialmente productiva"? Ellos lo tienen claro:
"El campo está dominado por un puñado de grandes empresas de tecnología con modelos de negocio estrechamente ligados a la automatización.
Estas empresas representan la mayor parte de las inversiones en investigación en el el campo de la inteligencia artificial, y han creado un entorno empresarial en el que la eliminación de los seres humanos falibles de los procesos de producción es visto como un imperativo tecnológico y empresarial".
Ver 31 comentarios