32 kilómetros de camiones agolpados en la frontera: la imagen que anticipa un Brexit sin acuerdo

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A trece días de consumar su divorcio, la Unión Europea y el Reino Unido aún no han llegado a un acuerdo que regule sus relaciones a futuro tras al ruptura. Cinco años después del referéndum, agotado el periodo de transición y tras diez meses de intensas negociaciones, el tratado comercial parece cerca. Pero aún no se ha consumado. Lo que ha despertado los temores de antaño: un "no deal", puertos saturados, supermercados vacíos. Y camiones amontonados en la frontera.

La cola. Es lo que está sucediendo a ambos lados del Canal de la Mancha. Tanto Calais como muy especialmente Dover han registrado innumerables aglomeraciones en sus vías de acceso. La autopista M20, conexión entre Londres y el sudeste de Gran Bretaña, se ha despertado hoy con una cola de camiones de más de 30 kilómetros a la entrada del Eurotúnel. Miles de compañías se están apresurando a mover sus productos antes del 31 de diciembre, cuando el "no deal" podría sintetizarse.

Frecuencia. Es algo que lleva sucediendo desde finales de noviembre. Tres factores contribuyen a explicar los atascos: por un lado, el espectro del "no deal", muy tangible, amenaza que ha obligado a las empresas logísticas a acelerar sus envíos transfronterizos antes de fin de año; por otro, la campaña de Navidad, de por sí ajetreada; y por último, el coronavirus. No sólo por el repunte del comercio digital, sino también por el impacto de las restricciones en la capacidad de carga de camiones y ferris.

A corto plazo. No sólo se trata de las autovías. Como revela este artículo de Reuters, también de los puntos de almacenaje de los puertos marítimos. Están a rebosar. ¿Nos aproximamos a un futuro inevitablemente caótico? No si preguntamos al director del puerto de Calais, Jean-Marc Puissesseau: "Estamos listos. Brexit no es sinónimo de caos. Si las declaraciones de bienes se hacen tal y como deberían hacerse, con antelación, no veo problema alguno". Sin duda una perspectiva optimista.

Sucede que la mayor parte de empresas logísticas europeas no están preparadas para el aluvión de trámites burocráticos a los que estarán obligadas una vez se consume el Brexit, con o sin acuerdo. Será un ajuste gradual, como el que afrontará Calais, receptora de más de dos millones de camiones al año. Tiene pendiente una ampliación de 700 millones de euros. Cuando llegue, aliviará el cuello de botella.

Los trámites. No es algo que pueda sorprender al Reino Unido o a la Unión Europea. El gobierno británico lleva ensayando un eventual colapso de la frontera desde hace tres años. Noviembre y diciembre han sido meses críticos para muchas empresas locales, ansiosas por aprovisionarse antes de la ruptura definitiva. Es probable que el bloqueo de Calais y Dover se alivie conforme avancen los meses. Pero, y es un pero importante, sólo si ambas partes certifican un acuerdo comercial.

Las negociaciones. A priori, debería llegar. A principios de esta semana fuentes comunitarias filtraban que el 97% del tratado estaba sellado. Dos grandes escollos impedían certificar el acuerdo: las cuotas pesqueras y el "level-playing-field", es decir, la igualdad de condiciones regulatorias y legislativas en el mercado. Los negociadores de ambas partes tienen apenas 48 horas para sortear sendos escollos. El tiempo que les ha dado el Parlamento Europeo para considerar el acuerdo antes de someterlo a votación, un trámite imprescindible.

"Playing field". El principal quebradero, una vez descontada la frontera irlandesa. La Unión Europea fue clara en sus condiciones mínimas: si el Reino Unido deseaba acceder al mercado único, debía someterse a las mismas regulaciones que el resto del continente. Es decir, si un granjero polaco o esloveno debe cumplir determinadas normas medioambientales, obligando a un encarecimiento del producto, el gobierno británico debe imponer a sus granjeros a idénticas normas.

De lo contrario incurriría en competencia desleal. La UE no desea que el ansia desregulatoria del Reino Unido genere una desigualdad competitiva. Si Londres desea deshacerse de X normativa, sus productos sólo podrán llegar al mercado único tras aplicarse los correspondientes aranceles. El acuerdo aquí parece cerca. El ajuste del "terreno de juego" será gradual. Si una de las dos partes da la voz de alarma sobre un cambio en las condiciones regulatorias, se negociará la materia en disputa.

Los peces. Por lo que nos queda la pesca, último punto de discordia. Londres  y Bruselas aún deben pactar las condiciones de acceso a los caladeros británicos por parte de los pescadores europeos, y la posición de los productos británicos dentro del mercado comunitario. Es una materia minúscula para el Reino Unido (el 0,5% de su PIB), pero que revista un enorme simbolismo por sus reminiscencias "soberanas". Pez arriba pez abajo, los camiones se agolpan en Dover.

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