Pocos países europeos han escapado al auge de la extrema derecha. Alemania, pese a su traumático pasado, no era uno de ellos. Alternativa para Alemania (AfD) lleva varios años jugando un rol electoral importante tanto a nivel nacional como a nivel federal. La única diferencia entre el país germano y sus vecinos era la actitud del resto de partidos hacia la ultraderecha: un cordón sanitario nítido. No se pactaba con AfD.
Hasta hoy.
¿Qué ha pasado? Que el nuevo Ministro-Presidente de Turingia, lander central que ex-miembro de la República Democrática Alemana, ha llegado al poder gracias a los votos de Alternativa para Alemania. Thomas Kemmerich, miembro del Partido Liberal (FPD), obtuvo el apoyo de la CDU y de AfD. Se trata de una aritmética parlamentaria inédita en Alemania. Una que ha causado una tormenta política.
¿Por qué? Los comicios federales de Turingia depararon un resultado similar al de las últimas elecciones suecas: prácticamente ninguna coalición de gobierno era viable sin el apoyo de AfD. Die Linke, el partido post-comunista de alta popularidad en la antigua RDA, había ganado en las urnas. Pero la suma de sus votos, del SPD y de los Verdes, la coalición que había gobernado Turingia hasta 2019, era ahora insuficiente.
Su candidato y presidente saliente, Bodo Ramelow, trató de sacar adelante la investidura en las dos primeras rondas de votación. En la tercera, Kemmerich obtuvo 48 votos frente a sus 43.
Escándalo. Sucede que la extraña alianza impulsada por Kemmerich y aceptada por la CDU local no ha gustado a la dirección nacional de sus respectivos partidos. Paul Ziemiak, secretario general democristiano, ha rechazado el pacto y ha exigido la celebración de nuevas elecciones, calificando de "error" la decisión de la CDU de Turingia. En sus palabras:
Hoy es un día negro para Turingia. Los liberales han jugado con fuego y han prendido fuego al estado y a la totalidad de Alemania. Obviamente, lo peor de todo es que miembros de la CDU de Turingia hayan aceptado elegir a un primer ministro junto a los votos de nazis como Björn Höcke.
Höcke es el líder local de AfD, célebre por cuestionar la necesidad del monumento al Holocausto en Berlín.
Europa. El propio líder de FPD, en lo que de otro modo sería un enorme éxito para su partido, ha calificado de "sorprendente" la alianza con Alternativa para Alemania. Los acontecimientos de Turingia también han causado conmoción en Europa. Guy Verhofstadt, líder liberal en Bruselas, ha comparado el apretón de manos de Kemmerich y Höcke con una famosa fotografía de Hitler saludando a Hindenburg.
"Lo que ha pasado hoy en Turingia es totalmente inaceptable. ¿Mi respuesta? ¡No en nuestro nombre!", ha añadido.
What happened in #Thuringen is totally unacceptable. My response? Not in our name! pic.twitter.com/tdOgl2nN60
— Guy Verhofstadt (@guyverhofstadt) February 5, 2020
Ahora qué. Los partidos alemanes habían cuadrado toda clase de círculos para dejar fuera de los círculos de poder y de los pactos de gobierno a AfD. Turingia ha puesto fin a una estrategia que, a corto plazo, no ha demostrado frenar el crecimiento electoral de la extrema derecha. Su impulso en la antigua RDA sigue siendo elevado (segundos en el estado en discordia), y cada año es más competitiva en el resto del país.
¿Implicará el pacto un giro en la estrategia de la CDU o del FDP? A tenor de las reacciones en Berlín, no. Pero la legislatura es larga.
Referentes. Toda Europa se ha enfrentado al mismo problema. Las soluciones han variado. En Dinamarca los pactos han sido más residuales, pero otros partidos, incluido los socialdemócratas, han copiado el discurso de la extrema derecha. Suecia ha hecho auténticos encajes de bolillos para dejarla fuera. Alemania seguía su senda, muy distinta a la de España o la de Italia, donde ha sido normalizada por los partidos conservadores.
Turingia pone fin al gran cordón sanitario institucionalizado en Europa. A la última gran barrera a la normalidad política de la extrema derecha.
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