Ni la unión aduanera, ni la cláusula backstop, ni la frontera con Irlanda del Norte, ni las cuotas de pesca, ni la jurisdicción del Tribunal de Justicia de la Unión Europea. El escollo de última hora para obtener un Acuerdo de Salida entre Reino Unido y los 27 socios comunitarios es Gibraltar. España ha sido el primer país de la Unión en expresar, alto y claro, sus reticencias a lo negociado por Londres y Bruselas durante los últimos meses.
Y el posible veto, a una semana de que la UE formalice su apoyo al texto, sobrevuela el horizonte.
¿Qué? Lo ha manifestado el ministro de Exteriores, Josep Borrell, esta mañana en Bruselas: España no está en condiciones de apoyar las más de 500 páginas acordadas por el gobierno de Theresa May y la Comisión Europea. El motivo, el artículo 184 del texto, una referencia técnica a las relaciones de futuro entre el bloque de los 27 y el Reino Unido. En él, se establecen las bases para la negociación de futuros acuerdos entre ambas partes.
España lo interpreta como un escollo insalvable. Y quiere cambios.
¿Por qué? Por lo que no dice: el gobierno de Pedro Sánchez quiere una mención específica a Gibraltar. En esencia, España busca que las negociaciones sobre el futuro estatus de Gibraltar recaigan sobre ella y no, de forma genérica y más laxa, sobre el conjunto de la Unión Europea. El peñón es un caso muy específico, dado que no forma parte técnica ni de Reino Unido ni de la UE, y España juzga esencial tener voz y voto específico sobre la materia.
¿Solución? Los ministros del bloque comunitario pasarán la semana en Bruselas explicando a Michael Barnier, el negociador jefe de la UE para el Brexit, sus sugerencias y posturas. Hay margen para arreglarlo. La UE emitirá el próximo fin de semana una declaración política sobre el Acuerdo de Salida. España no sólo quiere una mención específica a Gibraltar ahí, sino una fórmula legal que responda a sus necesidades y expectativas.
Se podría modificar el artículo de la discordia, algo que casi nadie quiere (en tanto que abre un acuerdo que se ha cerrado con grandes dificultades y equilibrismos), o se podrían buscar fórmulas alternativas, como ha expresado Borrell.
¿Es grave? Podría serlo. España tiene capacidad de vetar el acuerdo y Pedro Sánchez tiene incentivos para mostrarse duro en Bruselas. A nivel local, Gibraltar tiene un peso relevante en la retórica nacionalista de Vox (que reclama el regreso del peñón a suelo español) o el PP. España no se había mostrado dura durante la negociación del Brexit hasta hoy. El arrebato podría invitar a otros estados miembros a expresar sus propias reticencias.
Europa cuenta con una larga tradición de asuntos nimios capaces de tambalear acuerdos gigantescos y complejísimos. El ejemplo más célebre y reciente es el de los agricultores de Valonia y el CETA.
¿Qué dice May? La solución le debe satisfacer, dado que vio el artículo antes que los 27 y dio su visto bueno. Es una de las quejas de España: el 184 ha aparecido "de la noche a la mañana" sin que nadie se responsabilice por su inclusión. Es decir, sin el consentimiento de Madrid. Para Reino Unido, esta puede ser una cuestión más marginal: Theresa May aún tiene que lograr el apoyo parlamentario a un Acuerdo de Salida duramente criticado en casa.
Imagen: Marcos Moreno/AP