Hubo un tiempo no muy lejano en el que el coronavirus fue un problema chino. Allí se habían registrado los primeros casos. Allí se había confinado por primera vez a una ciudad. El ciclo informativo avanzó casi tan rápido como la pandemia, y a mediados de la primavera China no aparecía a ojos de la opinión pública tanto como la culpable de la crisis como un actor de relativa responsabilidad que, para colmo, estaba enviando provisiones a los países occidentales.
¿Cuánto había de real en este relato?
La memoria. Al parecer, poco. Aquellos aviones cargados de medicamentos, mascarillas e incluso respiradores parecían apuntalar la figura de China como actor global, pero sus mieles no calaron en Occidente. Una encuesta de Pew es ilustrativa de la imagen que tienen europeos y estadounidenses del país: muy mala. Peor que nunca. En España, el 63% de los encuestados juzga negativamente su gestión de la crisis; en Alemania, el 71%; en Francia, el 70%; en Suecia, el 83%.
Los porcentajes más extremos se encuentran lejos del viejo continente. En Japón el 86% del público observa con ojos críticos a China; y en Australia, el 81%.
La evolución. La imagen de China había entrado en barrena tiempo atrás. Tras una década de visiones netamente favorables en Países Bajos, Reino Unido o Australia, por ejemplo, su popularidad estaba decayendo. Pero la gestión del coronavirus ha acelerado este proceso: un 61% de todos los encuestados considera que su gobierno ha gestionado mal la epidemia, muy por encima de sus autoridades locales. En muchos países, la percepción negativa de China ha alcanzado su pico máximo en 12 años.
Es el caso de España. Sólo el 36% tiene una imagen "favorable" de China, frente al 29% "muy desfavorable" y al 34% "hasta cierto punto desfavorable". España siempre había interpretado al gobierno chino desde un prisma negativo, pero tal percepción está ahora en máximos históricos, 10 puntos al alza respecto a 2019. Es un patrón común: en Alemania la escalada es de 15 puntos; en Reino Unido, de 19; en Australia, de 24.
Extremos. Capítulo especial merecen Japón, Corea del Sur y Estados Unidos. Los dos primeros son vecinos y tienen una visión "desfavorable" agregada del 86% y del 75%. Nada sorprendente dados los frecuentes conflictos geopolíticos que los atraviesan. Estados Unidos es un caso más especial. La popularidad de China se ha desplomado desde la elección de Trump, muy beligerante.
Desde su acceso al poder, el volumen de estadounidenses con una visión negativa de China ha crecido 20 puntos. 13 puntos sólo en el último año. Algo explotado a conciencia por Trump, que se refiere a menudo a la epidemia como "el virus chino", país al que tiende a responsabilizar de la epidemia mundial. A día de hoy sólo el 22% de los estadounidenses ve a China de forma positiva, cuando hace diez años eran mayoría.
Estrategias. ¿A qué se debe? Operan varios factores. Por un lado, la reincidencia. China no ha creado el virus en un laboratorio, pero sí cuenta con una negligente tradición sanitaria en sus mercados húmedos. Su tardía reacción (mimetizada más tarde por el resto de países) y su disfuncional comunicación sobre la verdadera gravedad del problema pueden contribuir una impresión negativa en otros países.
De ahí que, una vez confinó Wuhan y redujo el volumen de contagios , el gobierno de Xi Jinping promocionara su gestión de la epidemia, mensaje de especial resonancia en un momento en el que Europa y Estados Unidos se sumergían en el caos. La idea de una China eficiente que, además, no se desligaba de una respuesta global a la crisis fue promovida de un modo u otro (ese sistema de colores y confinamientos inteligentes, esos aviones cargados de provisiones) por las autoridades del país.
No ha sido suficiente. El mundo aún recuerda que la pandemia comenzó en China.
Imagen: Thomas Peter/Reuters