Para bien o para mal, a muchos de nosotros nunca se nos olvidará la educación secundaria: esos enamoramientos no correspondidos, la vergüenza crónica, las luchas desesperadas por la popularidad, el despertar sexual, la presión de los padres y, por encima de todo, la rivalidad: social, deportiva y académica.
Incluso hay todo un género de entretenimiento que gira en torno al instituto: "Beverly Hills 90210", "Chicas Malas", "Escuela de Jóvenes Asesinos", "El Club de los Cinco" y "Aquel Excitante Curso" son series o películas que tratan sobre los conflictos y los temores de esos años. ¿Cuál es el secreto de este periodo de nuestra vida que hace que parezca más significativo y memorable que cualquier otro?
Mi experiencia en la investigación como psicólogo evolucionista me lleva a creer que hay muchos factores que hacen que nuestros recuerdos de adolescencia sean tan vívidos, pero la principal razón es la evolución en el entramado de nuestro cerebro a través de varios millones de años y la extraña burbuja social creada por el instituto que plantea un desafío social sin precedentes a nuestras mentes prehistóricas.
Dicho de otra manera, el mundo en que hemos evolucionado para tener éxito (un grupo pequeño y estable de las personas relacionadas entre sí de diversas edades) es muy diferente a los recintos llenos de adolescentes rebosantes de hormonas que existen por todo el mundo durante los años de la educación secundaria.
“La curva de los recuerdos”
Hay quienes consideran el tiempo en el instituto como el mejor periodo de su vida y sienten nostalgia cuando recuerdan los “buenos tiempos”. Independientemente de si es el caso, resulta que pueden haber habido algunas ventajas evolutivas por haber tenido un buen recuerdo del pasado.
Sin embargo, la mayoría de nosotros recordamos la escuela secundaria con una mezcla de anhelo emocional, arrepentimiento, alegría y vergüenza y las emociones fuertes crean recuerdos sólidos; incluso la música de aquellos años se nos queda más marcada en el cerebro que la que vendrá después.
De hecho, los investigadores de la memoria han identificado algo que se llama "la curva de los recuerdos”, algo que demuestra cómo nuestros recuerdos más claros provienen de cosas que nos ocurrieron entre los 10 y los 30 años.
¿Qué hay en este periodo que hace que destaque del resto de nuestra vida? Parte de ello se debe sin duda a los cambios en la susceptibilidad del cerebro a determinados tipos de información durante la adolescencia.
Las emociones le dicen al cerebro que están sucediendo acontecimientos importantes y los años de la adolescencia están llenos de comentarios sociales relevantes sobre nuestras habilidades, nuestro aspecto físico, nuestro status social y nuestra capacidad de hacer amigos. Estas son precisamente las cosas a las que tenemos que prestar atención si queremos jugar bien nuestras cartas y tener éxito a nivel social y reproductivo.
O comes o te comen
La investigación puede ofrecernos pistas sobre por qué los recuerdos visuales de nuestros años de instituto siguen siendo tan vívidos incluso décadas después. Sin embargo, la psicología evolutiva también puede ayudarnos a explicar por qué tanto estos años tienen tanta importancia y por qué juegan un papel tan importante en nuestro desarrollo personal.
Por ejemplo, hay una razón por la que muchas veces los adolescentes quieren ser populares. Hasta donde los los científicos pueden decir, nuestros antepasados prehistóricos vivían en grupos relativamente pequeños.
La mayoría de la gente permanecía toda su vida en este grupo y su posición en el grupo se establecía durante la adolescencia: eran otros los que determinaban tu nivel de admiración como guerrero o cazador, tu nivel de aceptación como camarada o tu nivel de confianza y aprecio. Una persona que era considerada como un perdedor a los 18 años rara vez podía ascender a una posición de prominencia en los 40. Por lo tanto, desde una perspectiva evolutiva, la competitividad en la adolescencia tenía consecuencias de por vida.
Por supuesto que a día de hoy aquellos que tienen experiencias desagradables durante el instituto pueden cambiar de residencia cuando se acaba y empezar de nuevo. Sin embargo, a pesar de que podemos ser conscientes de esto (en la medida en que no somos conscientes de nada cuando somos adolescentes), la forma en la que el cerebro de los adolescentes funciona hace que la vida social nos consuma durante este período.
La popularidad puede convertirse en una obsesión, puesto que va a establecer tu posición en relación al grupo de tu edad para el resto de tu vida. Después de todo, tu status social como adulto depende de cómo te adaptas en comparación con ese grupo, no con el resto.
Además, las fuertes presiones para adaptarse al resto hacen que no te distancies mucho de los valores de un grupo de amigos. El ostracismo del grupo en tiempos prehistóricos equivalía a una sentencia de muerte.
Todo se trata de crear alianzas y de demostrar lealtad a los demás. El resultado es una fragmentación del mundo social entre grupos enfrentados en los engranajes de la jerarquía social.
¡Mamá, déjame en paz!
Ya en casa, los conflictos con los padres suelen ser inevitables. Los padres quieren que sus hijos tengan éxito, pero por lo general tienen una perspectiva más a largo plazo que la de sus hijos adolescentes.
De ahí que las cosas por las que el padre o la madre piensa que el adolescente debe preocuparse (prepararse para el mundo profesional y desarrollar habilidades importantes para la vida) y las cosas por las que le preocupan al adolescente a nivel emocional (ser popular y divertirse) entren en conflicto. Los padres suelen darse cuenta esta tensión entre padres e hijos, mientras que los adolescentes no.
Al mismo tiempo, las hormonas alimentan el tipo de "exhibicionismo" que habría servidor para aumentar el atractivo personal en las sociedades primitivas. En los hombres jóvenes, en cierta medida, seguimos premiando las cosas que habrían sido esenciales para el éxito en la caza y en el combate hace miles de años: la disposición a asumir riesgos, la capacidad de lucha, la velocidad y la capacidad de lanzar con velocidad y precisión. Mientras que las mujeres jóvenes mostrarán su juventud y fertilidad. La belleza, por desgracia, sigue siendo un criterio importante por el que son juzgadas.
Miedo a los reencuentros
En otros tiempos, debido a que tenías una conexión personal con casi todos los miembros de tu grupo, la capacidad de recordar detalles sobre el temperamento, la previsibilidad y el comportamiento pasado de tus compañeros suponía una gran rentabilidad. De poco hubiera servido para una mente diseñada a embarcarse en conjeturas de estadística abstracta sobre un gran número de extraños.
En el mundo actual, aunque sigue siendo importante llevar un control sobre los individuos que conocemos, también nos enfrentamos a nuevos desafíos. Interactuamos con extraños a diario, por lo que existe una necesidad de predecir cómo se comportarán: ¿Esta persona me está tratando de estafar o puedo confiar? ¿Es alguien importante que debería conocer o un don nadie que pueda ignorar?
Es una tarea que a muchos de nosotros nos resulta difícil porque nuestros cerebros han sido planificados para hacer algo así y volvemos a caer en atajos cognitivos, tales como los estereotipos, como forma de lidiar con estas situaciones.
En cambio, la selección natural estableció una curiosidad innata sobre personas específicas y una memoria para almacenar esta información. Teníamos que recordar quién nos trató bien y quién no lo hizo y cuanto más emocional fuera el recuerdo menos probable sería que lo olvidáramos. Es difícil olvidarnos cuando la persona a la que considerabamos cercana nos ofendió públicamente o cuando pillaste a otra persona de confianza ligando con tu novio o con tu novia.
El resultado es una fuerte tendencia a guardar rencor: nos protege de que se aprovechen de nosotros de nuevo, pero también se puede crear algunos momentos incómodos que pueden suponer ansiedad en los reencuentros del instituto.
Para complicar más las cosas, el instituto es probablemente la última vez en la vida en la que gente de todo tipo es puesta en la misma situación por la única razón de que tienen la misma edad y viven en la misma zona. Es cierto que existen institutos segregados por clase económica y raza, pero la mayoría de los estudiantes de secundaria seguirán estando más expuesto a la diversidad en el día a día de lo que estarán en su futuro.
Después del instituto, los estudios han demostrado que las personas empiezan a clasificarse por sí mismas según la inteligencia, los valores políticos, los intereses profesionales y una amplia gama de otros aspectos de segregación social.
Al mismo tiempo, sin embargo, las personas que conociste en el instituto siguen siendo el grupo predeterminado a la hora de compararse a nivel social.
De acuerdo con la "Teoría de la Comparación Social”, nos damos cuenta de lo buenos que somos y establecemos nuestro valor personal comparándonos con los demás; cuanto más nos parecemos al resto, mejor podremos calibrar nuestras propias fortalezas y debilidades. Debido a que tus compañeros del instituto son de tu edad (y debido a que crecieron en el mismo lugar) existe de forma inherente un grado de interés en averiguar cómo acabaron esas personas, aunque solamente sea para poder evaluar cómo has acabado tú.
Teniendo en cuenta todo esto, no es de extrañar que el poeta romántico inglés Robert Southey una vez escribiera que los "los primeros 20 años son la primera mitad más larga de tu vida, sin importar cuánto tiempo vivas".
Autor: Frank T. McAndrew, Profesor de Psicología, Knox College
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
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