En 1950 alguien lanzó un kit radiactivo para niños. Y así creó el juguete más peligroso de la historia

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A Alfred Carlton Gilbert se le recuerda por muchas razones loabilísimas y respetadísimas. Cuando murió, en 1961, a las puertas de los 80 años, podía presumir de haber ejercido de inventor, empresario, mago y atleta, todo con un nivel de competencia más que digno. En 1900 incluso había logrado el récord de dominadas, con —¡ahí es nada!— 39 repeticiones consecutivas. A menudo a Gilbert se le recuerda sin embargo por un mérito mucho más cuestionable: ser el padre del que probablemente haya sido el juguete más peligroso de todos los tiempos, ni más ni menos que un kit de experimentos infantiles con material radiactivo.

Y sí, hablamos en el sentido más literal de la expresión.

Querido Papá Noel… La carta que los niños estadounidenses escribieron a Santa Claus en 1950 fue probablemente una de las más delirantes de la historia de las Navidades, muy en sintonía con el escenario de la Guerra Fría y la era atómica. El motivo: ese año la empresa juguetera AC Gilbert Company, fundada por Alfred Carlton Gilbert y responsable de los populares juegos de construcción Erector Set —similares a los Meccano—, lanzó el que probablemente haya sido el producto destinado a niños más peligroso que jamás se haya comercializado.

La pieza en cuestión se llamaba Gilbert U-238 Atomic Energy Lab, y era ni más ni menos que lo que indicaba el nombre: un laboratorio en miniatura, un kit dentro de un colorido y vistoso maletín… para hacer experimentos caseros radiactivos.

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¿Cómo que Atomic Lab? El contenido del maletín de Gilbert haría temblar al más pintado de los padres de 2023, pero eso no impidió que se comercializase en los años 50 como un juguete ideal para adentrar a los más pequeños de la casa en el mundo de la energía atómica y, con suerte, encaminarlos hacia las ciencias.

Veamos: el et incluía cuatro frascos de vidrio con muestras de minerales que contenían uranio (autunita, torbenita, uraninita y carnotita) y tres fuentes de radiación de bajo nivel beta-alfa (Pb-210), beta-pura (probablemente Ru-106) y gamma (Zn-65). "¡Esto es lo más cerca que ha estado el hombre de observar el átomo!", proclamaba la empresa de Gilbert a modo de eslogan publicitario.

Suma y sigue de juegos. Los frascos de muestras y las fuentes de radiación no eran las únicas piezas del kit, que presumía de reunir material suficiente para 150 experimentos distintos. Quienes tenían la ¿fortuna? de encontrarse el maletín a los pies de su árbol de Navidad podían disfrutar de un contador Geiger-Müller a pilas, un electroscopio, un espintariscopio, una cámara de niebla Wilson y esferas nucleares. ¿Que ibas a Primaria y no sabías cómo usarlas? Sin problema.

El set incluía un manual de energía atómica de 60 páginas con instrucciones escritas por el doctor Ralph E. Lapp, un cómic titulado 'Aprenda cómo Dagwood divide el átomo' —escrito con la ayuda del responsable  del Proyecto Manhattan, el general Leslie Groves— y 'Prospecting for Uranium', un libro de 1949 publicado entre la Comisión de Energía Atómica y el Servicio Geológico de EEUU.

Pero… ¿Cuál era su propósito? "El kit se lanzó al público en 1950 como un juguete divertido para enseñar a los jóvenes las reacciones nucleares y químicas con material radiactivo", recuerda la Office of Legacy Management de Estados Unidos. A los padres se les planteaba como una forma de animar a sus retoños a encaminarse hacia carreras científicas y relacionadas con la ingeniería.

Sobre los posibles riesgos de manejar material radiactivo… El propio maletín advertía a los usuarios de que no rompieran los sellos de los frascos con muestras de mineral, ya que, deslizaba, "tienden a escamarse y desmoronarse y se correría el riesgo de tener mineral radiactivo esparcido por el laboratorio". Ni ese aviso ni el hecho de que las fuentes de radiación fuesen de bajo nivel evitaron que en 2006 la revista Radar lo calificase como "el juguete más peligroso del mundo". Otros le atribuyen el segundo puesto, solo por detrás de los dardos Lawn Darts.

¿Y cómo les fue? No especialmente bien. No se vendieron ni 5.000 kits de energía atómica. Nada sorprendente si se tiene en cuenta que resultaban bastante caros. Cada uno de los peculiares maletines con muestras y materiales radiactivos de Gilbert costaba la friolera de 49,5 dólares, que equivaldrían a 530 actuales. Tan poca fortuna tuvo que su paso por el mercado juguetero fue fugaz: de 1950 a 1951. Durante el 52 y 53 aún podían verse anuncios en los periódicos, pero con ellos lo que se buscaba era liquidar los kits que aún quedaban en los almacenes.

Su precio desorbitado y paso meteórico por el mercado no impidió que la compañía llegase a lanzar dos versiones del kit, la primear con un estuche de color tostado y la segunda con una caja roja, o que incluso se lanzase con No. 11 Gilbert Chemistry Atomic Energy Set, de un tamaño considerable, pero que "solo" incluía algo de mineral de uranio, un espintariscopio y un ejemplar de 'Energía Atómica'. Mejor suerte corrió el concepto de kit de laboratorio infantil, una idea que no solo exploró Gilbert. Otra compañía que destacó en su apuesta fue Porter Chemical.

Imágenes: Wikipedia y Museum of Radiation and Radioactivity

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