Un equipo de investigadores acaba de desenterrar en Hagios Charalambos, una remota cueva de Creta usada en su día como cementerio, la que quizás sea la gran clave que nos faltaba para entender el declive de varias civilizaciones en el Mediterráneo oriental hace miles de años.
Mientras excavaban en la isla griega los expertos —liderados por el arqueogenetista Gunnar Neumann, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Alemania— desenterraron huesos y dientes de los que pudieron rescatar restos de ADN de 32 personas fallecidas entre el 2290 y 1909 antes de nuestra era. Al estudiar el material con más atención en el laboratorio descubrieron, entre otras cosas, muestras de diferentes bacterias que suelen localizarse en la boca.
Hasta ahí todo normal.
Interesante, sí; pero sin grandes novedades ni valiosas revelaciones para la historia.
La sorpresa llegó cuando los expertos dirigidos por Neumann identificaron en varios individuos la presencia de Yersinia pestis y dos linajes diferentes de Salmonella enterica. La primera es la bacteria causante de la peste; la segunda, responsable de la fiebre tifoidea. El hallazgo sugiere que ambos patógenos existían y probablemente se transmitían en la Creta de la Edad de Bronce.
Lo que nos revelan los huesos
El descubrimiento puede ayudarnos a completar la crónica de lo que ocurrió en las orillas del Mediterráneo hace miles de años, hacia el tercer milenio antes de nuestra Era, cuando varias civilizaciones declinaron en un lapso relativamente breve. Le ocurrió al Antiguo Reino de Egipto y el Imperio Acadio. En general, en Oriente Próximo y el Egeo se experimentó también una crisis importante que se manifestó con una caída del comercio y cambios culturales de calado.
Hasta ahora los historiadores achacaban lo sucedido, básicamente, a cambios en el clima, sequías y cuestiones sociales, como los juegos de lealtades. Ahora Neumann y su equipo creen que al relato puede añadirse otro factor más: el efecto de los patógenos y las enfermedades.
“A finales del tercer milenio a.C., el Mediterráneo oriental y Oriente Próximo fueron testigos de cambios sociales en muchas regiones que suelen explicarse por una combinación de factores sociales y climáticos. Sin embargo, recientes investigaciones arqueogenéticas nos obligan a replantear el papel de las enfermedades infecciosas”, recoge el artículo de Current Biology.
“La aparición de estos patógenos virulentos a finales del período minoico temprano en Creta muestra la necesidad de reintroducir las enfermedades infecciosas como un factor adicional que posiblemente ayudó a la transformación de las primeras sociedades complejas en el Egeo y más allá”.
Del efecto demoledor de la peste tenemos ejemplos claros en la historia europea, pero los investigadores no lo han tenido fácil para valorar su impacto antes de la Plaga de Justiniano, en el siglo VI. Gracias a los avances tecnológicos y el estudio del ADN, los científicos sospechan que nuestros antepasados pueden haber padecido la peste ya desde, al menos, el Neolítico.
El problema es que hasta ahora habíamos rescatado información sobre todo de regiones de clima frío, donde los restos se conservan mejor. Gracias a las buenas condiciones de la cueva de Hagios Charalambos, el equipo de Neumann ha podido ir un poco más allá y aportar algo más de luz: “Aquí presentamos pruebas genéticas de la presencia de Y. pestis y Salmonella enterica, el agente causante de la fiebre tifoidea/entérica, de este periodo de transformación en Creta”.
Quedan algunas incógnitas, por supuesto.
El Y. pestis detectado forma parte de un linaje ya extinto de cepas del Neolítico tardío y la Edad de Bronce que, apuntan los expertos, seguramente aún no estaba adaptado para transmitirse a través de las pulgas. En el caso de la S. enterica, es probable también que aún no estuviese totalmente adaptada a los huéspedes humanos. Sigue por tanto la duda sobre su virulencia o propagación.
Imagen de portada | Jastrow (Wikimedia)