Son numerosos los mitos que rodean a la nutrición, en especial aquellos relacionados con la pérdida de peso. No es necesario extenderse en las dietas-milagro que periódicamente recorren los medios de comunicación, pero sí en otras ideas muy asentadas en el imaginario popular. Una de ellas pasa por el deporte: tendemos a asumir que el ejercicio es una buena forma de adelgazar. Al fin y al cabo quemamos calorías, ¿no?
Pues no. Lo sabemos desde hace mucho tiempo y hay toda una ciencia a su alrededor: hacer deporte no es un método efectivo para perder peso. No de forma general y sin otras intervenciones. Es bueno, es saludable, es recomendable y puede servir de apoyo para adelgazar, pero por sí mismo no suele obrar ningún milagro. Este nuevo estudio centrado en los patrones alimenticios y deportivos de unas 200 personas durante un año arroja luz sobre el fenómeno.
Cuatro grupos. Lo primero que hicieron los investigadores fue someter a los participantes a una dieta baja en calorías. Fue bastante efectiva: perdieron unos 13 kilos de media. A partir de ahí, y dado que las dietas rápidas y drásticas tienen un efecto rebote nada desdeñable, los autores les dividieron en cuatro grupos distintos para evaluar su comportamiento y evolución a lo largo de todo un año.
El primer grupo recibiría un tratamiento de liraglutida (medicamento destinado a diabéticos y obesos) y una rutina de ejercicio intensa de varias veces por semana (grupo combinado). El segundo, un tratamiento de liraglutida y una rutina de actividad normal, sin ejercicio específico (grupo liraglutida). El tercero, un tratamiento de placebo y una rutina de ejercicio intensa (grupo ejercicio). Y el cuarto, un tratamiento de placebo y ningún tipo de actividad específica (grupo placebo).
Las diferencias. Tenemos así cuatro grupos de control distinto: uno con tratamiento y ejercicio; otro sólo con tratamiento; uno sin tratamiento pero con ejercicio; y uno último sin tratamiento ni ejercicio. ¿Qué sucedió al cabo de un año? El grupo combinado fue el más exitoso, perdiendo otros 3,4 kilos sobre los 13 kilos de aquellas ocho primeras semanas. El grupo liraglutida y el grupo ejercicio se mantuvieron; mientras que el grupo placebo ganó 6 kilos respecto a los 13 kilos menos originales.
Todos bajan, pero no igual. ¿Qué quiere decir todo esto? Para entenderlo es útil acudir a los porcentajes totales de pérdida de peso. Sobre su peso original (previo a la dieta de ocho semanas) el grupo combinado redujo un 15% su peso, muy por encima del 6,7% del grupo placebo o del 10% y el 13% del grupo ejercicio y liraglutida. Es decir, lo más efectivo para adelgazar es una dieta hipocalórica rápida. Pero a partir de ahí, la consolidación del adelgazamiento durante el año posterior se consigue mediante un tratamiento específico... Y ejercicio.
Sostener. Como explican los autores, la mera práctica deportiva "condujo a un mantenimiento de la pérdida inicial de peso y a una mayor reducción de la grasa corporal". Evitó el efecto rebote que el grupo placebo, sin tratamiento ni programa de ejercicio específico, sí sufrió al cabo de un año. Por sí mismo no fue útil para reducir peso, pero sí tuvo un rol importante limitando las ganancias posteriores durante más de un año. El deporte no va a conseguir que adelgaces, pero sí que no engordes.
Lo más efectivo. La mayor parte de estudios van encaminados a personas con obesidad o sobrepeso, de ahí las drásticas reducciones (unos 13 kilos de media) durante las ocho semanas iniciales de dieta. Para ellas, la mezcla de dieta inicial + medicamento + ejercicio intenso es el camino más certero hacia el adelgazamiento. ¿Para todos los demás? La evidencia científica apunta en la misma dirección: lo más efectivo es la dieta, mientras que el deporte funciona bien como mantenimiento.
Imagen: Gabin Vallet/Unsplash