¿Qué, no te apetece darte un homenaje? Comprarse un jersey bonito, hacer tal vez ese viaje pendiente que le debes al Lago de Sanabria. O alquilarse un jet privado. Por mucho que lo niegues es el tipo de mentalidad y nivel de vida que te gustaría tener, esa por la cual se considera viable dejarse el sueldo semanal de una familia en una escapadita de un par de horas.
La idea no es nuestra, por supuesto, sino de una empresa que ha triunfado entre los rusos instagramers ricos. Con sede en Moscú, Private Jet Studio te provee con múltiples facilidades para subirte a bordo de su Gulfstream G650, en el cual te permiten realizar sesiones fotográficas que harán que se mueran de envidia todos tus contactos. Un par de horas y una sesión de fotos con un realizador a tu disposición particular sale por 14.000 rublos (unos 208 euros), un poco más barato si traes tú a tu propio fotógrafo.
Si necesitas más nivel puedes alquilar el avión durante esos 120 minutos para grabar vídeo y no simples instantáneas, por unos 400 euros. Si lo necesitas también podrás contratar a un equipo de profesionales del cabello y del maquillaje para añadirle más y más mejoras a tu sesión. Alquilar el jet por 24 horas es posible, pero su presupuesto sólo se revela bajo solicitud y tras un estudio personal.
Y por cierto, el avión no despega de la pista en ningún momento. Es la simulación de un viaje, es el alquiler de un attrezzo, lo que están pagando cientos de jóvenes moscovitas para ponerle los dientes largos a sus rivales y seguidores. Aunque si eres un influencer honesto, si quisieras ir a por la experiencia auténtica, los viajes en jets privados lícitos tienen un precio aproximado de 1.000 euros la hora. Razón por la que, suponemos, Private Jet Studio está ganando tantos clientes a marchas forzadas.
En la red podemos encontrarnos a los instagramers adoptar poses de lo más naturales. Inspirados en el entrañable italiano millonario y estrella local de Internet Gianluca Vacchi, cuyos posts en sus vehículos de lujo se llevan cientos de miles de corazones, las poser celebrities simulan dormir, abrir botellas de champán y observar circunspectos por la ventana del avión las hermosas vistas de la pista de aterrizaje.
Son estampas caseras revestidas de una vanidad que, en el fondo, no distan tanto de los cuadros que encargaban los aristócratas a los grandes pintores siglos atrás y que hoy pueblan los museos. Con tal vez una diferencia: que no es lo mismo dejarse 200 euros que sus buenos ducados capaces de sustentar a la mitad del feudo.
Así que, a la moda de alquilar cestos gigantes de rosas, a la de hacerle fotos a facturas estratosféricas y a la de aparecer junto a tus propiedades con felinos salvajes, se le unen los falsos viajes deluxe. Como diría Louis Armstrong, nos recuerdan desde Private Jet Studio, qué mundo maravilloso este.