Ilegalizar los emails fuera de hora: la radical solución a nuestra permanente conexión al trabajo

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Recibir un email de trabajo antes de acostarte o a la hora de comer durante el fin de semana se ha convertido en una realidad para muchos empleados. Ya estábamos luchando por mantener los límites en torno al trabajo antes de la pandemia, pero para la gran mayoría, su migración al hogar ha sido el golpe definitivo. Y la muestra más obvia ha sido la imposible tarea de administrar nuestras bandejas de entrada. El desafío recae en cómo hacer para desmantelar una cultura casi impuesta a la fuerza. Cada email recibido fuera de horario presenta un dilema: responder y mantener un sistema insostenible, o negarse y arriesgarse a posibles repercusiones.

Ahora, y con motivos detrás, el debate sobre la prohibición de los correos electrónicos enviados fuera del horario laboral está creciendo.

Una lluvia de emails. Un estudio realizado el año pasado a 3,1 millones de trabajadores en Estados Unidos, Europa y Oriente Medio sugería que ha aumentado significativamente tanto en el número medio de correos electrónicos enviados internamente como en el número de destinatarios. Los investigadores explicaban que al medir el tiempo entre el primer y el último correo electrónico enviado (o reuniones atendidas) en un período de 24 horas, la jornada laboral promedio se había extendido en 48,5 minutos.

El problema de estar siempre “disponible”. Sí, silenciar las alertas ayuda a mantener los límites entre tu vida privada y tu puesto de trabajo, algo también complicado si acabas de unirte a un equipo y quieres demostrar tu valía. Lo que nos lleva al meollo del problema. Hay quien argumenta que no revisarlos es bastante fácil, pero el flujo constante de comunicación (correos, whatsapps, chats grupales o llamadas) es sólo sintomático. El problema real es mucho más difícil de abordar: el mundo laboral moderno y la expectativa de que siempre debes estar "disponible" para tus jefes.

Tal y como explican varios expertos en este reportaje de The Guardian, se da la casualidad de que existe un círculo vicioso en nuestro enfoque del trabajo: las personas se sienten ansiosas, presionadas y distraídas, y se esfuerzan más en ser visibles para compensarlo. Esto crea una cultura de disponibilidad. Explicado de otra manera: si tu compañero envía un correo electrónico, no quieres ser la única persona que no responde.

La solución pasa por una ley. Algunas instituciones y sindicatos ya están poniendo sobre la mesa propuestas de cambios legales con los que establecer nuevas protecciones estatutarias en Reino Unido. El sindicato Prospect, por ejemplo, quiere ver la introducción de un "derecho a desconectarse" en el país y está impulsando lo que podría parecer, para algunos, una solución radical para la gestión de la bandeja de entrada: la intervención del gobierno.

Básicamente se pretende introducir este derecho en la reforma de la ley laboral programada para finales de este año, evitando que los jefes se comuniquen con los empleados de manera rutinaria fuera del horario laboral o cuando están de baja o vacaciones.

¿Qué se está haciendo ya? Una ley similar entró en vigor en Francia en 2017, con mucha fanfarria mundial. La nueva medida preveía que cada empresa con más de 50 empleados tuviera que abrir negociaciones entre las diferentes partes para llegar a un acuerdo, en función de las necesidades de cada una. Le siguieron Italia y España.

Y ahora la pandemia sólo ha acelerado este interés en el derecho a la desconexión. En febrero, el parlamento europeo pidió que se reconociera como fundamental en toda la UE, señalando el coste de "una cultura siempre activa" en el equilibrio entre el trabajo y la vida privada. Eslovaquia introdujo una ley este año. En abril, Irlanda introdujo un "código de prácticas" que requiere no sólo una participación proactiva en el tema, sino también revisiones, capacitación y controles de equidad. En Canadá, el gobierno está explorando una política similar.

¿Y las empresas? Algunas ya siguen el mismo camino. Porque el problema reside en lo complicado que es llevar un acuerdo como este a buen puerto sin la aceptación de los empleadores. En Alemania, por ejemplo, ha sido durante mucho tiempo negociar el derecho a desconectarse directamente con los empleadores. Volkswagen fue la primera empresa del mundo en adoptar una política de no reenviar correos electrónicos internos a cuentas privadas entre las 18:15 y las 7:00. El gigante de las telecomunicaciones Orange reconoció el derecho a desconectarse en su convenio colectivo de trabajo en 2016.

Otras empresas han seguido su ejemplo con medidas como permitir que los trabajadores apaguen los teléfonos móviles fuera del horario de atención o pausar la entrega de correos electrónicos durante el fin de semana. Desde la pandemia, algunas organizaciones han otorgado al personal más tiempo libre remunerado con la esperanza de evitar el agotamiento. O cómo a los 700 empleados de la aplicación de citas Bumble les dieron una semana para "desconectar".

No todo el mundo estaría de acuerdo. Si bien las restricciones pueden significar que los correos electrónicos no llegarán durante las horas en las que el empleado no está contratado para trabajar, la acumulación de correos electrónicos para cuando comiencen puede generar aún más estrés. Si un trabajador no tiene la libertad de responder a sus correos electrónicos en el momento que más le convenga, podría terminar sintiéndose abrumado al comienzo de su turno.

Pero lo que sí está claro es que esta extensión e intensificación de la jornada laboral está dando lugar a resultados de salud notoriamente deficientes: en particular, inactividad, sueño interrumpido, lesiones por esfuerzo repetitivo, estrés, depresión, ansiedad y agotamiento. Y sí, responder emails a las 23:00 de la noche es una de las causas.

Imagen: Unsplash

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