¿Cuál es el río más largo del mundo? Por simple que pueda parecer, la pregunta podría causar más de un quebradero de cabeza a tu geógrafo de confianza.
Lo cierto es que no existe una respuesta exacta, y todo depende de cómo se midan los sistemas-ríos a los que bautizamos, de forma resumida, como "Amazonas" o "Nilo". Entre ambos se reparte el galardón a río más largo (el más caudaloso está más o menos claro). La cuenca del primero ocupa la mayor parte del continente sudamericano y alumbra la masa boscosa más alucinante del planeta. El segundo vertebra el África oriental a lo largo de casi 7.000 kilómetros.
Tal cifra es estratosférica, tan grande que cuesta hacerse una mera idea en la cabeza. ¿Qué son 7.000 kilómetros? Es improbable que nadie los haya recorrido en un sólo trayecto, por lo que asumir su vasta extensión requiere de un considerable ejercicio de abstracción. Y para ello, qué mejor que una ilustración.
Esta, recopilada por David Rumsey es su fabulosa colección de mapas, fue publicada en 1817 en Londres. En ella, se despliegan los principales ríos del mundo en paralelo de tal modo que es posible entender la escala de todos ellos con un simple vistazo. Así, al fondo a la derecha tenemos al diminuto Támesis, y a la izquierda del todo al monstruo inabarcable del Amazonas (y sus múltiples, casi infinitos ríos que lo vertebran a lo largo de kilómetros).
La ilustración llegó a la colección de Rumsey hace algunos meses, junto a otras decenas de miles de imágenes dignas de ser exploradas durante larguísimas horas. En su caso, su carácter descriptivo se combina con un venerable aspecto estético, tan común a los mapas y cartografías diseñadas durante el siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX. Los ríos son descritos y representados con detalle, tanto en su cauce como en su anchura, así como en los accidentes geográficos y ciudades que atraviesan.
A la altura de 1817, sin embargo, el mundo era aún un lugar por explorar. La publicación tiene numerosos errores que hoy, tecnología mediante, ya hemos subsanado. Por ejemplo, el Nilo, con sus 6.800 kilómetros de longitud, quedaba confinado a una quinta posición por detrás del Misisipi, del Yangtsé y del río Amarillo. Hoy sabemos que el Nilo es sustancialmente más largo que los tres antes mencionado, y que su fuente más lejana es el Kagera (en Tanzania).
Lo más llamativo son las ausencias. No aparecen ni el Yeniséi ni el Obi, los quinto y séptimo ríos más largos del mundo, ambos en Siberia. El motivo es simple: por aquel entonces la Rusia asiática aún no había sido explorada en profundidad, y sólo unas cuántas décadas más tarde el desarrollo político, económico y científico de Siberia permitiría descubrir con exactitud cuál era la longitud de aquellos enormes ríos que se perdían en los confines del círculo polar ártico.
Tampoco aparecían el Mekong y el Congo, dos de los ríos más largos tanto de África como de Asia, debido al amplio desconocimiento que los exploradores europeos tenían de los interiores continentales. No sería hasta la recta final del siglo XIX cuando el imperialismo se lanzara a colonizar la mayor parte del mundo, permitiendo que numerosos exploradores y científicos accedieran a los antaño remotos y exóticos parajes del África interior o de las montañas del sudeste asiático.
El resultado es un cuadro desigual, en el que larguísimos ríos como el Paraná se entremezclan con otros más irrelevantes como el Ebro. Pero útil a la hora de comparar visualmente la enorme longitud de los cauces y cursos más vastos de la Tierra. Ríos tan largos que no cabían en la propia imagen realizada por el cartógrafo, y que debían dividirse en dos para dar buena cuenta de su total extensión.
*Una versión anterior de este artículo se publicó en enero de 2018