La mayoría silenciosa ya no es tan silenciosa: el despertar del anti-independentismo en Cataluña

La mayoría silenciosa ya no es tan silenciosa: el despertar del anti-independentismo en Cataluña
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Toda movilización ciudadana se encuentra con una respuesta invariable al otro lado del tablero político: por cada persona que sale, hay otra que se ha quedado en casa. Se formulan así las "mayorías silenciosas", grandes grupos de población que no se manifiestan, que no protestan, que no toman las calles, una construcción abstracta de la que no sabemos preferencias o posiciones. Sólo que no se han manifestado.

El argumento ha sido utilizado por el gobierno del Partido Popular desde el inicio de las movilizaciones en Cataluña: si bien el independentismo es una fuerza bien organizada y con arrastre social, hay otra mayoría, la "silenciosa", que no sale de casa cada 11 de septiembre y que no participa en los ejercicios de apología popular del movimiento secesionista.

¿Cuánto de verdad hay en ello? La naturaleza invisible de la "mayoría silenciosa" hace difícil contabilizarla, y de ahí su utilidad como arma retórica, pero hay un punto de referencia que quizá sí sea útil: las elecciones de 2015 en Cataluña. Entonces, el 52% de los votantes eligieron opciones que no abogaban abiertamente por la independencia de Cataluña, frente a un 48% que sí. Aquel día el silencio se hizo voto, y el plebiscito ficticio del Junts pel Sí se perdió.

El relato tiene dificultades. En aquellas elecciones, por ejemplo, todo dependía de cómo contara uno los votos de Catalunya Sí que es Pot, cuya posición era favorable a un referéndum aunque opuesta a la independencia. Asimismo, es difícil saber por qué tanta gente no participó ni en el 1-O ni en el 9-N, si por su oposición a la independencia o por la falta de legitimidad del voto.

Además, hasta ahora, el anti-independentismo había permanecido en silencio, mayoritario o no. Situación que ha comenzado a cambiar durante las últimas semanas.

Las caceroladas, a ritmo de Manolo Escobar

Tomemos como ejemplo el cinturón industrial de Barcelona, por ejemplo. Al contrario que la Cataluña rural, sobrerrepresentada electoralmente y muy nacionalista, la mayor parte de barrios y localidades periféricas de Barcelona tienden a votar a partidos que, como Podem, el PSC o Ciudadanos priman la convivencia con España y no la ruptura. Son en su mayoría hijos de inmigrantes o inmigrantes de otras partes de España cuya lengua materna es el castellano.

De modo que cuando Carles Puigdemont compareció el pasado miércoles por la noche para hablar de diálogo pero también reafirmarse en la aplicación de la DUI, centenares, miles de vecinos de ciudades como Hospitalet de Llobregat comenzaron a golpear sus cacerolas.

La cacerolada había sido un elemento de protesta habitual en el independentismo. Hasta que el anti-independentismo utilizó sus mismas tácticas. En este vídeo, grabado esa misma noche desde uno de los muchos bloques de viviendas obreras de Llefià, en Santa Coloma, se puede apreciar como junto a la ruidera se suman gritos por España y consignas por la unidad del país.

Hasta ahora, la situación había sido habitual o bien en poblaciones más pequeñas de fuerte arraigo catalanista o bien en barrios de diferente estrato social donde las preferencias políticas siempre han tenido mayor apego por el soberanismo. Una prueba de cómo el clima político ha generado fuertes divisiones internas en Cataluña son vídeos como este, en esta ocasión en Hospitaltet, grabado bajo un mar de edificios de viviendas obreras.

Otros ejemplos son más, por decirlo de algún modo, chanantes: desde los chavales que montaron un Sound System en el centro de Barcelona para poner el himno de España a todo trapo hasta el señor que hizo lo propio en un barrio secesionista pero con Manolo Escobar. En su caso, precisamente, para luchar contra caceroladas... independentistas.

Ambos son ejemplos de la profunda brecha de renta, de clase y de formación que ha generado el independentismo en Cataluña. Si bien las preferencias nunca son estancas, sí es cierto que el perfil mediano del votante independentista es de clase medio-alta, con estudios universitarios y cuya lengua materna es el catalán. El votante constitucionalista, por su parte, tendería a ser de renta más baja, en muchas ocasiones sin formación profesional y castellano-parlante.

El debate público catalán, sin embargo, ha estado dominado por el independentismo. Y las pocas manifestaciones durante los últimos años en favor de la unidad entre España y Cataluña han tenido poco apoyo. Durante las pasadas semanas, por contra, se han producido aislados pero significativos gestos de protesta: desde enfrentamientos como el de Sant Boi (a favor o en contra de la presencia policial) hasta marchas en favor de la unidad de España.

Este domingo está convocada una marcha que aspira a ser multitudinaria para que la "mayoría silenciosa" de la que tanto hablan los partidos constitucionalistas ejemplifique en las calles su arrastre social. Originariamente convocada por la Sociedad Civil Catalana y apoyada por políticos de cariz extremista, como Xavier García Albiol, ha ido ganando adeptos poco a poco, y finalmente ha contado con el apoyo público de partidos tradicionalmente entre dos aguas como el PSC.

A la espera de cuánta gente responda al llamado en un momento delicadísimo a nivel social, hoy hay convocada otra manifestación en todas las ciudades de España por la vía intermedia, la del diálogo. Bajo el lema ya viral "¿Hablamos/Parlem?" surgido a partir de una campaña publicitaria, su objetivo también es recuperar la serenidad perdida en un llamado a ambas partes a la negociación y al diálogo. De forma simbólica, quiere hacer de la bandera blanca su icono.

Muestras todas ellas de cierta reacción organizada y popular al independentismo, hasta ahora fuerza social y movimiento popular insoslayable, masivo, pero también indisputado.

Imagen | Francisco Seco/AP

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