Pongamos que te encuentras en una villa chilena, que estás con tus amigos o tu familia disfrutando de unos días de descanso en lo que parece un recinto de turisteo que se hace pasar como un mini-simulacro del Oktoberfest alemán. Pero que, de pronto, tus sospechas se activan al darte cuenta de que ese espacio no es exactamente el resort de tranquilidad que te habían prometido, sino el sombrío paraje donde han tenido lugar hechos durísimos, de crímenes contra la humanidad cuyo rastro va más allá de la villa o del propio Chile.
Eso es lo que podría haberle pasado a cualquiera de los asistentes a Villa Baviera, antiguamente conocida como Colonia Dignidad (cambió el nombre en 2005 a sugerencia del traficante de armas Gerhard Mertins) y centro neurálgico de uno de los puntos negros de la historia de la Sudamérica que acogió a los nazis después de la Segunda Guerra Mundial. Desde 2012, un programa de actividades y el hotel recientemente acondicionado ofrecen experiencias de disfrute para “cualquier persona” que quiera acercarse a la villa, intentando renovar así la visión que el público tiene de esta antigua comunidad.
Fundada por alemanes movilizados allí a finales de los años 50, entre los hitos históricos de Colonia Dignidad, ahora Villa Baviera, se encuentran el haber germinado una organización sectaria de la que era muy difícil escapar, de tener en su historial denuncias de trabajos forzados tanto para niños como para adultos, de tener un líder (Paul Schäfer) acusado de haber violado a decenas de niños y de haber servido como centro de detención y tortura para la DINA en tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet. Por cierto, Emma Watson y Daniel Brühl ya han filmado la película:
De culto de lo más turbio a renovado paraíso vacacional
Desde la propia página web de Villa Baviera no lo ocultan. Saben que la gente tarde o temprano descubrirá el pasado del centro: “vivimos momentos dolorosos que hasta el día de hoy no se pueden olvidar. Como una forma de mirar al futuro, nos abrimos a la comunidad y actualmente cualquier persona es bienvenida para compartir nuestro estilo de vida”.
Se defienden, erigiéndose así, queriendo o no, como uno de los lugares más retorcidos donde practicar el llamado dark tourism. De una zona poblada por fieles a su culto, coartados y vejados por el dirigente de la colonia Paul Schäfer, ahora a paraje soñado de todo lo que representa la supremacía folclórica de la raza aria.
Así, entre chilenos y antiguos alemanes que vivieron aquel oscuro pasado y que ahora son adultos, se organiza este punto turístico, en el que se han añadido habitaciones de luxe y jacuzzis pero al que no se le han quitado las alambradas que antaño protegían el campamento de posibles fugas. En estas calles donde ahora se beben jarras de cerveza y se comen bratwurst habría caminado Josef Mengele, y bajo el subsuelo se encontraron en más de una ocasión lo que la policía local de la Región del Maule definió como el “mayor arsenal privado” encontrado jamás en Chile.
Semiautomáticas, lanzacohetes, granadas, material explosivo, elementos químicos, armas camufladas y un tanque. Todo esto estaba en Colonia Dignidad. En 2005.
Y todo lo que gira entorno a Villa Baviera es sólo uno de los múltiples rastros que el régimen nacional-socialista dejó en Latinoamérica a partir de los años 40, momento por el que se organizarían las ratlines (redes de escape para los nazis, que podrían asentarse con nuevas identidades, dinero y propiedades en diversos países) y les facilitarían bien nuevos puestos de trabajo al lado de regímenes dictatoriales o un retiro laboral indefinido.
Hemos visto que Schäfer apoyó a Pinochet desde este emplazamiento, pero hay más que un paramédico pederasta en el plantel de infames militares alemanes que se escondieron con posterioridad al otro lado del charco. Según el Centro Wiesenthal, unos 300 criminales de guerra y miles de colaboracionistas del Tercer Reich llegaron a Argentina al concluir la Segunda Guerra Mundial. Según la Comisión de Esclarecimiento de las Actividades del Nazismo en Argentina (Ceana), la lista está más próxima a los 200.
Escribe Philippe Aziz en el libro Los Criminales de Guerra, lo siguiente:
“Argentina constituyó el refugio más inviolable de los nazis. Documentos recientes y serios han establecido de una manera formal que Martin Bormann hizo transferir, por avión, de noviembre de (1944) a marzo de (1945), fondos extremadamente importantes (oro, divisas extranjeras, títulos bursátiles y acciones de sociedades). Los agentes de la CIA llegaron incluso a identificar en (1953), los nombres de los aviadores que realizaron estos vuelos, los bancos y los números de estas cuentas bancarias. Por desgracia, el gobierno de EUA se ha opuesto hasta hoy a la publicidad de estas investigaciones que podrían aportar interesantes revelaciones sobre el famoso tesoro nazi”.
La Latinoamérica nazi soñada por Martin Bormann
Y sí, ese fue Bormann, Jefe de la Cancillería y Director del NSDAP desde casi su comienzo, íntimo de Adolf Hitler desde su puesto de Secretario Privado del Führer. Bormann fue uno de los principales defensores de la persecución de las iglesias cristianas y favoreció el mal tratamiento y esclavización de judíos y eslavos en las zonas conquistadas por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Uno de los mayores teóricos del régimen y responsables de los crímenes de lesa humanidad, por mucho que intentase negociar la paz con los británicos en el 41.
Lo más probable es que muriese en las inmediaciones del Führerbunker poco tiempo después del suicidio de Hitler, donde se encontraron unos restos con semejanzas al cuerpo de Bornmann. Pero varios cazadores de nazis le han creído ver en distintos emplazamientos americanos, entre ellos, Argentina, Bolivia y Paraguay, donde, como hemos visto, había enviado fondos. Bormann podría haber sido el primero de los beneficiarios de ODESSA, aquella institución secreta destinada a encontrar refugio a destacados dirigentes nazis.
Estos son algunos de los otros grandes criminales nazis de la historia que, siguiendo lo ideado por Bormann, terminaron en Sudamérica:
Erich Priebke
Erich Priebke asesinó, junto a Herbert Kappler, a 335 italianos y 75 judíos en el 44. Pero para él, este fusilamiento no es más que el producto de una guerra en la que se encontraban, una represalia que daría un escarmiento a los partisanos del GAP que en la zona de Roma asesinaron días antes a 31 policías nazis. El responsable de la Masacre de las Fosas Ardentinas marchó a Argentina y vivió en Bariloche, ciudad muy querida por los nacional-socialistas en aquel período y emplazamiento donde adquiriría una notoriedad que llevó incluso a que la gente de la comunidad le defendiese en una campaña pública después de que lo apresaran en 1994.
Klaus Barbie
Si le llamaban el carnicero de Lyon, puedes imaginarte de qué iba la cosa. Se le achaca a él sólo la responsabilidad de deportar a campos de concentración a 7.500 judíos, a haber dado la orden de asesinato de 4.400 personas y de haber promovido la detención y tortura de otros 14.000. Por una ratline huyó a Bolivia, donde empezaría viviendo como jefe de una serrería, protegido como estaba por los Estados Unidos (le empleaban por su interés en el ámbito del contraespionaje contra los comunistas) hasta que estableció contacto con otros nazis refugiados y estableció una red de narcotráfico mientras asesoraba a regímenes militares sobre técnicas de tortura y asesinato.
Buena parte de sus crímenes ha habían prescrito para 1987, cuando le extraditaron a Francia tras 12 años en los que el gobierno boliviano, hasta entonces presidido por un régimen dictatorial, no le liberó, pero sus deportaciones le valieron la cadena perpetua.
Alois Brunner
También funcionario de la muerte, “mejor hombre” de Eichmann en la preparación de la Solución Final, se le achacan de forma directa la orden de exterminio de aproximadamente 128.000 judíos. Sólo estuvo en Brasil, o eso se sospecha, en los últimos años de su vida, pero del resto de días, lo más significativo tal vez sea su trabajo como asesor del gobierno sirio, donde ayudó al Gobierno de Háfez al-Ásad y anteriores dirigentes a aprender todo lo que los nazis habían desarrollado sobre tácticas de tortura y represión.
Adolf Eichmann
No se ensució las manos, no era más que un burócrata gris, pero fue él quien causó la muerte de millones de personas. El Teniente de las SS que elaboró guiones logísticos de la Solución Final, el representante de lo que Hannah Arendt describió como la banalidad del mal, dijo en su juicio del año 1960 en Jerusalén que él “sólo seguía órdenes”. Murió en la horca, pero antes de eso también se valió de la red de extradición oculta de los nazis para trasladarse a Argentina, donde llevó por más de una década una vida de lo más apacible.
Josef R. Mengele
Probablemente, el más célebre de los doctores nazis, no por la cuantía de sus asesinatos, sino por lo sádico de sus actos, desde unir a bebés recién nacidos cosiendo sus venas hasta la extracción de médula ósea de personas con enanismo. El Ángel de la Muerte fue cambiando de domicilios en Argentina a Paraguay y Brasil, huyendo cada vez de una ascendente presión por parte de diversos servicios secretos internacionales por capturarlo, pero pese a los esfuerzos, vivió en sus años de reclusión en Latinoamérica una vida acomodada. Antes de que el Mossad estuviese tras sus pasos llegó incluso a conseguir un pasaporte de Alemania Occidental con su nombre real con el que viajó a Europa, a Suiza, para darse unas vacaciones en la nieve junto a su sobrino y su cuñada.
Gerhard Bohne
No tan conocido como Mengele, pero también igual de despiadado. Dentro de los planes de este doctor estaba la eutanasia forzosa de minusválidos, enfermos mentales y otras víctimas de diferentes taras físicas. Él fue uno de los representantes de esa otra faceta de la limpieza de la raza aria, y 62.000 personas murieron bajo su mandato en cámaras de gas e incineradoras.
Después de trabajar como médico con normalidad en Alemania después de la guerra, el conocimiento por parte del público de sus actos fue aumentando la necesidad de huir, y el gobierno de Perón le ayudó a refugiarse en Argentina. Pero en 1963 le arrestaron y juzgaron en Alemania, donde se le había diagnosticado un cáncer de próstata y una dolencia del corazón que le incapacitó para afrontar el juicio. 20 años después, Alemania no llevaba al exterminio a un débil físico, sino que incluso lo libró de enfrentarse a sus crímenes. No murió hasta 1981.
Villa Baviera, el pasado y la lección aplicable a casi todo el turismo exótico
La lista es más larga, y el pasado argentino, boliviano, chileno, brasileño e incluso estadounidense está lleno de otros fatídicos episodios de colaboracionismo con ciertos criminales como los que aquí hemos visto, pero quizás la mejor reflexión sobre todo esto nos la diese el propio Barbie (o mejor dicho, su abogado Jacques Vergès) en su juicio en Lyon por el extermino de miles de personas.
¿Su tesis? Que sus acciones no fueron más terribles que las de cualquier colonialista en cualquier otra parte del mundo, incluyendo a los franceses, quienes nunca fueron perseguidos. La historia la escriben los vencedores, y si siguiésemos el rastro de los hechos inhumanos de los que las gentes de diferentes regiones hemos participado, es probable que no quedasen demasiados rincones libres de un pasado oscuro.
Por otra parte, lo de Villa Baviera es simplemente demasiado.
Una versión anterior de este artículo fue publicada en mayo de 2016.