A raíz de las manifestaciones de nazis en Charlottesville se ha encendido un intenso debate el respecto de la libertad de expresión y el respeto al otro. El dilema que se ha materializado en la mente de muchos es si es adecuado o no en una democracia permitir que se expresen personas cuya ideología implica la superioridad de un grupo sobre otro. Si hay que tolerar a aquellos a los que, si les dejasen, le arrebatarían esas libertades de las que ellos disfrutan a personas que consideran inferiores.
Con esto en mente los medios, las redes sociales y más notablemente Pictoline, han hecho circular un planteamiento del filósofo austríaco Karl Popper: la tolerancia de la intolerancia puede llevar a la destrucción del régimen tolerante.
¿Hasta dónde llega la tolerancia?
— pictoline (@pictoline) August 15, 2017
¿Debemos tolerar lo intolerante?
Una respuesta necesaria del filósofo Karl Popper 👇 pic.twitter.com/CucUexFmDW
La idea ha resonado y se ha popularizado porque tiene un enorme atractivo… tanto para los conservadores como para los progresistas. Para la izquierda esto se convierte en una justificación filosófica para suprimir los derechos políticos de los nazis y supremacistas (que predican exactamente ideas intolerantes, sin paliativos). Como comentaban muchos por redes sociales, la violencia nunca está justificada, salvo si es para pegar a un nazi.
wow, i love art pic.twitter.com/6AwULRa1va
— nañi (@pettyblackgirI) August 13, 2017
La derecha, sin embargo, veía así la ocasión perfecta para señalar cómo la izquierda cae a la mínima en intransigencias que les convierte a ellos mismos en intolerantes. Los izquierdosos se comportan igual que la gente a la que critican, censurando a los demás, así que, ¿por qué no permitir a los contrarios? A fin de cuentas los otros no se vanaglorian de ser los buenos.
Pero, ¿de qué estaba hablando el filósofo cuando le daba forma a la paradoja de la tolerancia? ¿Está justificado pegar a un nazi?
Un nazi puede ser una buena persona terriblemente equivocada
El comentario de Popper difundido estos días es una cita a pie de página dentro de su libro La sociedad abierta y sus enemigos, su obra más popular, escrita durante la Segunda Guerra Mundial y en la que defendía una teoría política acerca de las sociedades democráticas haciendo gala de su liberalismo y pensamiento optimista acerca de la naturaleza humana.
El totalitarismo (nazismo, comunismo y fascismo) era el principal problema de la época, y Popper defendía que aquellos que apoyaban el pensamiento totalitario lo hacían incluso movidos por una buena intención; el problema es que su buena voluntad descarrilaba por estar guiados por filosofías utópicas y metodológicamente equivocadas.
Como nos lo explica Álvaro Arbonés, graduado en filosofía y periodista en los medios Canino y Cinemania, “Popper se pregunta, ¿hasta dónde deben llegar las atribuciones del estado? Para él el estado ideal es una democracia liberal porque defiende la libertad de todo haciendo las menores injerencias posibles en la vida privada de las personas”.
¿Qué dice entonces Popper? Que todo depende de la situación. Si los intolerantes pretenden imponerse a través de la razón, entonces nosotros debemos contestar a través de la racionalidad, no de la violencia o la prohibición. Pero, y es un pero importante, si se nos intentan imponer visiones intolerantes a través de la fuerza física o el engaño (partiendo de que el engaño es, además, un uso de la fuerza en el plano intelectual), entonces no sólo es legítimo, sino necesario, reclamar el derecho a prohibir la manifestación de tales ideas. Incluso por la fuerza.
Y estar terriblemente equivocado puede generar violencia
Así que para Popper, y ateniéndonos a sus comentarios en La sociedad abierta y sus enemigos, lo ideal sería intentar dialogar con aquellos que defienden doctrinas que vulneren el derecho a la libertad de cualquier individuo de la sociedad porque según su sistema, el racionalismo crítico, no hay nada más importante que la razón, única vía que tenemos para llegar a la verdad. El problema es que los fascistas o los nazis, por ejemplo, defienden y promulgan erróneamente ideologías equivocadas. Lo más peligroso no es sólo que estén equivocados, sino que intenten imponer mediante el engaño sus ideas, y el engaño es, para Popper, un acto de violencia.
Según Arbonés, ilustraciones como las de Pictoline sí recogen bastante bien el espíritu de la obra de Popper, “para el filósofo todo acto que vaya contra la tolerancia es un atentado contra la libertad personal y como tal es inaceptable, por lo cual, de ser necesario, debe ser perseguido como es perseguido el asesinato o la trata de esclavos: por ser una vulneración del derecho a la libertad. Eso sí, probablemente Popper diría que la labor de silenciarlos es del estado y no de las fuerzas particulares”.
Desde ese punto de vista, para Popper no habría que llegar a “pegar a un nazi” porque el Estado tendría que ser el primero en censurar las manifestaciones de los intolerantes y castigar los mensajes de odio. Pero de ver actos o mensajes intolerantes, la intolerancia al intolerante está justificada.
Es decir, que esto no es un símbolo democrático de la libertad de pensamiento, sino una manifestación peligrosa que habría que haber evitado:
Confederate flags, Nazi salutes, and Klansmen having their rights protected by a black police officer.
— ✗ (@theforcefuI) August 12, 2017
This picture hurts.#Charlottesville pic.twitter.com/GQDZPPRJlU
Hell of a day for the President to forget how to tweet. pic.twitter.com/ABffmwwH8D
— J.K. Rowling (@jk_rowling) August 12, 2017
Los regímenes intolerantes también pueden producir sociedades tolerantes
Ernesto Castro, profesor de filosofía que imparte Historia del pensamiento e ideas estéticas en la Complutense, ofrece también algo de contexto sobre las posibles opiniones acerca de este debate de Popper. En resumen: Popper mismo no estaba particularmente interesado en resolver este dilema.
En La sociedad abierta y sus enemigos Popper calificaba de "intolerantes" no solo a los nazis sino sobre todo a los soviéticos, y en estos ensayos Popper está más interesado en demostrar que Platón es el padre del comunismo que en proponer soluciones concretas a la paradoja de la tolerancia.
Ahora bien, la paradoja de la tolerancia de Popper no es una verdadera paradoja. El hecho de que se tolere a los intolerantes no conduce necesariamente a que estos tomen el poder político. Los nazis no solo fueron tolerados sino también apoyados por los sectores más reaccionarios de la República de Weimar. Y la sociedad puede ser tolerante a pesar de estar gobernada por intolerantes. Por ejemplo, la sociedad española era más tolerante en muchas cosas durante el tardofranquismo que durante la Segunda República, por una cuestión de mero desarrollo económico. La versión de paradoja de la tolerancia que es una verdadera paradoja es la de John Rawls: si uno es intolerante con los intolerantes, se convierte en uno de ellos.
Para terminar te dejamos el extracto completo de Karl Popper acerca de su paradoja:
La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto como ellos, de la tolerancia. Con este planteamiento no queremos significar, por ejemplo, que siempre debamos impedir la expresión de concepciones filosóficas intolerantes; mientras podamos contrarrestarlas mediante argumentos racionales y mantenerlas en jaque ante la opinión pública, su prohibición sería, por cierto, poco prudente.
Pero debemos reclamar el derecho de prohibirlas, si es necesario por la fuerza, pues bien puede suceder que no estén destinadas a imponérsenos en el plano de los argumentos racionales, sino que, por el contrario, comiencen por acusar a todo razonamiento; así, pueden prohibir a sus adeptos, por ejemplo, que prestan oídos a los razonamientos racionales, acusándolos de engañosos, y que les enseñan a responder a los argumentos mediante el uso de los puños o las armas. Deberemos reclamar entonces, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes. Deberemos exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley y que se considere criminal cualquier incitación a la intolerancia y a la persecución, de la misma manera que en el caso de la incitación al homicidio, al secuestro o al tráfico de esclavos.