Salvar la Navidad es la nueva cantinela periodística y política. Nadie quiere ser el grinch en esta historia y reconocer desde ya mismo que los españoles, como cualquier otra comunidad del mundo, no deberían celebrar la invernal fiesta como estamos acostumbrados, juntándonos con no convivientes en entornos cerrados. La experiencia de Manitoba puede ayudar a que cambiemos de idea.
En Canadá es casi tan importante como la Navidad el Día de Acción de Gracias, que tiene lugar allí cada año el segundo lunes de octubre, el día 12 en este caso. En la primera ola de primavera la provincia de Manitoba, con 1.3 millones de habitantes, tuvo en sus peores días 11 hospitalizaciones por Covid, muy lejos del top nacional. La trasmisión empezó a crecer en verano con el relajamiento de las costumbres, pero la curva se disparó definitivamente en torno al 19 de octubre, cuando los hospitalizados pasaron de 29 a 89 nueve días después. Ahora cuentan con el mayor número de casos más activos per cápita del país.
En esta otra gráfica también puedes ver el incremento de los positivos.
¿Podría ser una curva cualquiera? A fin de cuentas, multitud de países están viendo aumentar los contagios a pesar de no haber festejado ninguna gran celebración. Hay un par de motivos para pensar que no ha sido así: las provincias atlánticas de Canadá, en las que impusieron unas limitaciones de contactos sociales a pequeñas burbujas, y en aquellas regiones que han decretado dolorosos cierres de comercios, el crecimiento no ha sido tan tajante. Además, Manitoba no es la única, la pandemia también se ha descontrolado en otras zonas que no cumplen las excepciones antes mentadas, como es Nunavut, aunque no de forma tan seria.
Los médicos han detectado que buena parte de los focos de contagio manitobanos tuvieron en origen de forma directa o indirecta las citas de acción de gracias, con situaciones tan duras como una residencia de ancianos llena de nuevos casos por una anciana a la que se llevó a la cena su familia.
Me da igual todo: así es el testimonio de algunos canadienses de a pie, según recoge la prensa local. Un especialista en infecciones de Toronto dice: “la gente antes apenas salía a correr pero ahora es totalmente distinto, he oído a gente decir ‘me da igual si enfermo, prefiero morir que no ver a mis nietos”. Las autoridades reconocen la dificultad a la hora de evitar fiestas, cenas y pernoctaciones familiares.
Y por eso Manitoba está ahora como en marzo: el gobierno provincial anunció la semana pasada que quedaban prohibidas las reuniones sociales, que se cerraban casi todos los comercios que no sean esenciales así como teatros, lugares de culto, etc, y la restauración sólo puede ofrecer sus productos para llevar. Los hospitales están al límite (en Winnipeg, la capital, las UCIs están al 92%) y Cruz Roja está siendo enviada a las residencias sin personal sanitario suficiente. Según los médicos, que las restricciones se fuesen subiendo o bajando de forma gradual fue acompañado de una “sensación de complacencia” por parte de la población. Se confiaron.
Habrá que ver cuál es la respuesta social de nuestro país ante la recomendación de pasar un 25 de diciembre sin ver a nadie más que los que están dentro de casa.