Durante el periodo comprendido entre 1840 y 1949, conocido como el Siglo de las Humillaciones, China sufrió la invasión de varias potencias occidentales, entre ellas Francia, Alemania y Reino Unido, así como Japón.
Además de la primera guerra del Opio, que le dio comienzo, o la segunda guerra Sino-Japonesa, que le dio fin, dicho siglo estuvo especialmente marcado por el saqueo y la posterior destrucción del Palacio de Verano de Pekín (hoy todavía en ruinas) por parte de las tropas británicas y francesas en 1860. Así, sería este el punto álgido de una serie de vergüenzas y afrentas que las futuras generaciones chinas arrastrarían consigo hasta nuestros días.
Hoy, recuperar el patrimonio cultural otrora robado parece haberse convertido en una de las prioridades del país más poblado del mundo.
En 2009, China envió a una delegación compuesta por investigadores y expertos en arte a Estados Unidos. Durante veinte días, visitaron y recorrieron varios museos e instituciones del país, entre ellos el Metropolitan Museum of Art, en lo que poco a poco se perfiló como una expedición de reconocimiento. Querían determinar el origen de varias de las obras expuestas, así como saber si se habían adquirido legalmente o no.
Los robos comenzaron poco después.
Seis golpes de precisión quirúrgica
Algunos son metódicos, organizados y, sobre todo, extremadamente rápidos. Otros, optan por la pura fuerza bruta. En prácticamente todos los casos se mueven en grupos de tres o más. Nadie sabe para quién o quiénes trabajan, pero sí cuál es su objetivo: hacerse con varias de las obras de arte que se robaron en China durante los años que duró la invasión extranjera.
En agosto de 2010 dieron el que se cree que fue su primer golpe en Estocolmo, en el Pabellón Chino del Palacio de Drottningholm. Tras destrozar el cristal de la puerta trasera del pabellón, entraron, rompieron varias urnas de cristal de las que se llevaron lo que quisieron y huyeron hacia un lago cercano. Según declaraciones de la policía sueca, los ladrones probablemente tenían a un compinche esperándolos en el agua con una lancha. Tardaron seis minutos en total.
El segundo robo se produciría pocos meses después, en diciembre de 2010, en el museo KODE de Noruega. Esta vez, los ladrones rompieron el techo de cristal y descendieron en rápel directamente en la sala que exponía la Chinese Collection, de la que sustrajeron 56 obras. En abril de 2012 se llevó a cabo el tercer golpe, esta vez en Inglaterra, en la galería Malcom Macdonald del Oriental Museum de la Universidad de Durham, de la que se llevaron un bol de jade y una figura de porcelana que pertenecieron a la dinastía Qing.
Ambas obras estaban valoradas en aproximadamente dos millones de libras.
Inmediatamente después se ejecutó el cuarto robo, también en abril, de nuevo en Inglaterra: en esta ocasión en el museo Fitzwilliam, del que se llevaron 18 figuras de jade valoradas en más de 57 millones de libras. A diferencia de los anteriores casos, los destrozos que los ladrones dejaron a su paso fueron particularmente brutales.
El quinto, en enero de 2013: de nuevo en el museo KODE, del que se llevaron 25 artefactos valorados en aproximadamente 400.000 dólares. Mientras cuatro miembros de la banda les prendían fuego a varios coches en otro punto de la ciudad para distraer a la policía, otros dos entraron en la sala en la que se exponía la Chinese Collection, destrozaron las urnas de cristal que contenían los artículos que entraron a robar y desaparecieron. Tardaron dos minutos.
Tras este último robo, el museo decidió cerrar la exposición hasta 2019 para actualizar y mejorar los sistemas de seguridad. Asimismo, se firmó un acuerdo con un broker chino mediante el cual el museo se comprometía a devolver a la Universidad de Pekín veintiún pedestales de mármol sustraídos del Antiguo Palacio de Verano.
Y, por último, el golpe final, en Francia. En marzo de 2015, los ladrones se llevaron 15 obras en oro, bronce y porcelana del Empress' Chinese Museum del Palacio de Fontainebleau. En siete minutos burlaron los sistemas de seguridad, hicieron añicos media sala y desaparecieron. Este museo, al igual que KODE, decidió devolver 32 figuras de oro que "desaparecieron" de unas tumbas en la provincia de Gansu, China, en los años '90. De esta forma, se donaron al Museo Guimet de París, especializado en arte asiático, en una operación orquestada por Christian Deydier y François Pinault.
China y las lecciones de Wakanda
En abril de 2013, la policía británica comenzó a detener a varios de los 14 miembros de la banda acusada de perpetrar los golpes de Cambridge y Durham, además de otros dos en Norwich y Lewes.
En Norwich, cuatro integrantes de la banda intentaron llevarse con ellos un cuerno de rinoceronte. No calcularon bien su peso y, al ser sorprendidos por empleados del museo, trataron de dejar el cuerno atrás y huir. No obstante, fueron reducidos y puestos a disposición policial. Un quinto hombre fue detenido poco después: había estado esperándolos fuera del museo con su coche en marcha, listo para recogerles en su huida.
En 2016 se los juzgó a todos: el jurado los declaró culpables.
Más allá de la más que motivación económica, resulta difícil no cuestionarse la razón de estos robos, sobre todo si tenemos en cuenta que en la mayoría de las ocasiones los ladrones sabían perfectamente qué tenían que robar y no se llevaron nada más. Si bien en Occidente resultaría casi imposible venderlas en el mercado negro por ser muy famosas, en China las leyes de propiedad intelectual difieren de las europeas; es decir: un coleccionista de arte chino tendría menos reparos (y problemas) en comprar alguno de los artefactos.
Muchos recordamos la escena del museo en Black Panther. En ella, Erik Stevens (Killmonger) está en el Museum of Great Britain, una invención que se asemeja mucho al British Museum de Londres. Frente a un expositor que contiene varias máscaras africanas, Killmonger observa. La directora del museo se aproxima y se presta a explicarle el origen de cada una de ellas. Poco después, le señala un martillo que está en otro expositor. Ella le explica que viene de Benin, del siglo VII, y que perteneció a la tribu Fula.
Killmonger le contradice con un: "Nah, fue robado por los soldados británicos en Benin, pero proviene de Wakanda y está hecho de vibranio. Pero no se preocupe, voy a cuidarlo por usted". Escandalizada, la mujer replica que ninguno de los artículos expuestos está a la venta. Y allí, Killmonger se crece, acusándola: "¿Cómo cree que sus antepasados se hicieron con esto? ¿Cree que pagaron un precio justo? ¿O que se lo quedaron sin más, como se quedaron todo lo demás?".
A pesar de las suposiciones, no hay pruebas de que el gobierno de China tenga nada que ver con estos robos. Sin embargo ¿podríamos reprochárselo si ese fuera el caso? ¿Aun sabiendo que, por ejemplo, el 95% del patrimonio cultural africano está repartido en los museos de países ajenos al continente?
Los rumores apuntan a una nueva élite china que ha decidido dedicar parte de su riqueza a recuperar los elementos que forman parte de una herencia cultural y un patrimonio que consideran suyo, robado por potencias coloniales que mancharon la historia de un país que en su momento fue superior al resto. Aunque en ocasiones los museos terminan por acceder a devolver algunas obras, estas disputas no siempre terminan así. ¿De quién es el patrimonio realmente, del país de origen o del país que lo expone durante años?
Según lo visto, China parece tenerlo claro.