“Voy a tener que empezar a fumar”. Una frase que cualquiera que haya estado en un espacio de trabajo comunitario puede haber oído alguna vez. Las pausas para el cigarrillo son fuente frecuente de pequeñas desigualdades entre compañeros: unos se escaquean unas cuantas veces al día mientras los demás, que no fuman, deben esperar a los descansos oficiales para desconectar del trabajo diario.
La firma japonesa Piala Inc ha escuchado las plegarias de los no fumadores de su empresa, y piensa recomensarlos con hasta seis días extra anuales de vacaciones de los que no disfrutarán los adictos al tabaco. El origen viene por una queja de varios empleados de la compañía. Asentada en una de las plantas más altas de un rascacielos, un trabajador fumador en Piala emplea como mínimo 15 minutos para cada una de sus salidas en busca de un chute de nicotina.
La empresa dedicada al márketing hizo algo tan sencillo como poner en marcha un seguimiento y contabilizar el tiempo que pasan fuera de su puesto los fumadores de media con respecto a los que no lo son. Los superiores debatieron los resultados y apostaron por una medida de refuerzo: esas 48 horas anuales que pierden los fumadores no se convertirán en un castigo en forma de horas extra compensatorias, sino en un premio o compensación horaria para los que no fumen.
Todo lo que esconde el tabaco en Japón: o por qué están preocupadísimos de cara a los Juegos de 2020
Piala en realidad se suma a una nueva tendencia en el ámbito laboral nipón. Japón es uno de los países con peores índices de exposición al tabaco (sobre todo para los fumadores pasivos), y los políticos lo tienen muy difícil para cambiar la tendencia. Japan Tobacco, la mayor productora del país, es una empresa nacionalizada al 33%, con lo que parte de los beneficios que produce el tabaco va directamente a las arcas públicas. Además, como aquí algunos acaban en consejos de administración de la banca o de las eléctricas, en Japón es habitual ver cómo los políticos se retiran a puestos de administración de la empresa tabaquera.
Esto, sumado a otros factores culturales, hace que el país oriental sea uno de los que está más a la cola en cuanto a regulaciones tabaqueras a nivel mundial.
De cara a los próximos Juegos Olímpicos y Paralímpicos que tendrán lugar en 2020, algunos políticos han intentado llevar al congreso leyes reguladoras por las que prohibir el consumo de tabaco en espacios públicos y restaurantes, tal y como se hace en los países europeos. Por increíble que parezca, en Japón todavía se permite fumar en colegios y hospitales.
De momento, los esfuerzos políticos no han dado todos los frutos que desearían, y se comenta que la medida que finalmente cogerá forma será la de la prohibición en locales de hostelería pero permitiendo la habilitación de espacios para fumadores dentro de ellos.
Así que ciertas compañías, como Pialat, tanto por conciencia social como por llevarse méritos publicitarios en un tema de candente discusión pública, han empezado a regular por su cuenta el consumo de tabaco. Algunas empresas, como, Lawson Inc o Sompo Japan Nippon Kowa Himawari Life Insurance Inc, han propuesto prohibiciones generales de consumo en horas laborales a todos sus empleados, pero al no conllevar sanciones para los que violen la norma, tiene un bajo índice de consecución de objetivos.
Otras empresas están empezando a contemplar la incorporación de cabinas para fumadores en la propia oficina. Cubículos de un metro cercanos a su escritorio con rendijas que filtren el aire contaminante (de manera que los humos no lleguen a los compañeros no fumadores) y con un aspecto tan deprimente que muchos adictos contemplarán dejar de fumar para no parecer ridículos a los ojos de los demás empleados.
Pero cualquier no fumador estará de acuerdo con Piala: nada como una semana extra de vacaciones para los que no le den al tabaco para convencernos de las bondades de una vida sin humos. Que sus compañeros fumadores sean capaces de abandonar los cigarrillos por ese tiempo libre extra es lo que les queda por comprobar.