Hace dos años, el Parlamento Europeo acordó prohibir la comercialización de plásticos de un sólo uso a partir de 2021. Aquella votación fijó la postura del hemiciclo: queremos hacer esto. Se abrió entonces una larga negociación con el Consejo de Europa (el órgano donde están representados todos los estados miembros de la Unión Europea) y los agentes de la industria. Un proceso clave para definir qué productos quedarían afectados y qué constituía un "plástico de un sólo uso".
Una batalla crucial a pocos días de que entre en vigor la normativa.
Línea a línea. El diablo de toda legislación siempre se esconde en los detalles, muy especialmente aquí. Le Monde ofrece hoy un ejemplo significativo a través de las patatas fritas. Sus envases podrían pasar a mejor vida si la UE los considerara "de un sólo uso". ¿Cómo evitarlo? Defendiendo, como hace la industria, que contienen más de una ración. Al entender que una persona puede comer las raciones en diferentes periodos temporales, tendrían más de un uso.
Se salvarían de la quema.
La directiva. En septiembre, Politico se hizo con el borrador de la directiva, incluyendo un anexo en el que se planteaban numerosos ejemplos prácticos (PDF). Envases como las bandejas de platos precocinados, ensaladas o sushi se considerarían tanto "una ración" como de uso puntual, y quedarían prohibidos. También las cajitas ("boxes") de patatas o nuggets, los envoltorios de fruta (esas frambuesas, esas sandías troceadas), de sándwiches o salsas.
¿Qué no? Todo lo diseñado para consumirse en otro recipiente (por ejemplo un plato) o que requiriera de cierto cocinado (como unos noodles o productos congelados). Tampoco los envases que contengan múltiples unidades (galletas, helados). A los yogures se aferran los productores de snacks. Estos también se venden en envases de plásticos, pero al comercializarse en packs (de cuatro, de seis, de doce) no se consideran de "un sólo uso", sino de muchos usos a lo largo del tiempo.
El debate. Hay que hilar fino, mucho más que a la hora de catalogar y prohibir productos más fáciles de definir como una pajita o un globo. Hay quien teme que la regulación deje una puerta demasiado abierta al plástico. Según Justine Maillot, portavoz de Rethink Plastic, la admisión de "más de una ración" para las bolsas de patatas tendría "poco sentido", dado que el plástico terminaría contaminando igualmente. La industria tan sólo tendría que hacer envases más grandes.
¿Qué es plástico? Otra pata del debate la constituye la definición de "plástico", tarea más compleja de lo que aparenta. Su fabricación también implica, en ocasiones, el uso de celulosa y otros derivados vegetales. El borrador podría excluirlos de la prohibición lo que, entre otros, permitiría seguir comercializando viscosa o celofán con normalidad. Para Maillot esto sería un coladero: "El mercado se movería hacia estos materiales (...) El objetivo es abandonar los plásticos de un sólo uso, no sustituirlos por otros de materiales ligeramente diferentes".
Quebradero. No todo el mundo opina igual. Empresas como la escocesa Vegware, dedicada a la fabricación de envoltorios alimenticios orgánicos y biodegradables, han advertido del riesgo que supondría para su viabilidad como negocio una legislación excesivamente draconiana. La propuesta del ejecutivo escocés, por ejemplo, prohibiría cualquier tipo de envase con polímeros, pese a que los suyos no tendrían un impacto medioambiental significativo. Es un enorme quebradero de cabeza.
Hay alternativas. El problema es el coste de transición para un sector hoy por hoy hiperdependiente del plástico.
Soluciones. En su caso se concatenan dos problemas: ni pueden acceder con la facilidad que desearían a otros materiales o al plástico reciclado, cuya obtención es compleja; ni pueden recurrir a los dispensadores a granel, la solución que están explorando con éxito las grandes superficies (como Carrefour o Marks & Spencer, y que bien podrían suponer el futuro del comercio minorista). Por su naturaleza, una bolsa de patatas, o una ensalada para llevar, son de usar y tirar. De un sólo uso.
Y llegó 2020. La paradoja de este proceso, tan complicado, es que agota sus días en 2020, el año en el que la humanidad fue más dependiente que nunca de los plásticos de un sólo uso. Porque sí, todas esas mascarillas que llevamos a diario y que bajo ningún concepto podemos reutilizar también entrarían en la categoría; así como los guantes o las toallitas desinfectantes. En el año de su virtual prohibición, el plástico no reutilizable y futil se ha convertido en el aliado insospechado de Europa.
Imagen: Ryan Quintal