Leipzig, 22 de agosto de 2020. En medio de la pandemia más grande de las últimas décadas, más de 4000 personas hacen cola para entrar en un recinto cerrado para asistir a un concierto del conocido cantante alemán Tim Bendzko. ¿Qué podría salir mal?
Justamente eso es lo que los investigadores de la Universidad de Halle que organizan el evento junto a las autoridades sanitarias de la ciudad de Leipzig querían averiguar. ¿Qué ocurre realmente cuando metemos a miles de personas en una sala de conciertos? ¿Cómo podemos reducir los riesgos y generar normas y procedimientos que estén fundados en las dinámicas del virus (y no en ideas científicas habitualmente desfasadas)? En pocas semanas lo sabremos.
Hacer un concierto en plena pandemia
"Tenemos que recopilar los datos ahora para poder hacer predicciones válidas", explicaba a la CNN Michael Gekle, uno de los autores del estudio. "Queremos darles a los políticos herramientas para que decidan racionalmente si permiten este tipo de eventos o no. Eso significa que tenemos que encontrar con herramientas adecuadas para predecir cuántas personas infectadas se podrían producir".
Sin embargo, esto no es sencillo. Como hemos explicado en otras ocasiones, realizar experimentos exponiendo a seres humanos a una enfermedad potencialmente mortal y para la que no tenemos tratamiento es algo de ética dudosa. Sin embargo, los investigadores llevan meses buscando soluciones para saber más; ya sea con experimentos naturales, ya sea realizándolos con enormes medidas de seguridad.
En este caso, los investigadores escogieron una región de Alemania con una baja prevalencia del virus, sometieron a los participantes a pruebas 48 horas antes del experimento y hicieron obligatorio en todo momento el uso de mascarillas. Aún así, el riesgo de generar un brote seguía presente, pero gracias a la monitorización posterior que seguirían los asistentes, el experimento consiguió la aprobación de los comités de ética de la Universidad.
¿Cómo hacer un concierto-experimento?
Se explicó a los asistente que se trataba de recrear tres escenarios distintos: en el primero, se les pidió que se comportaran como lo hubieran dicho en un concierto pre-COVID; en el segundo se introdujeron medidas de higiene nuevas; y el tercero se realizó con menos público del habitual. Cuanto más realista y natural fuera, mucho mejor
Todos los participantes recibieron mascarillas, un gel fluorescente para las manos y rastreadores electrónicos de contacto (unos dispositivos que contaban los posibles contactos y permitían trazar los recorridos y distancias de todos los asistentes). Gracias a esto, los investigadores esperaban poder monitorizar la cantidad de contactos problemáticos (y los lugares más concurridos) además de determinar qué zonas era más susceptibles de ser tocadas con más frecuencia (gracias a los geles fluorescentes).
Comparando los tres escenarios, los investigadores quieren diseñar un modelo que les permita entender qué papel tienen este tipo de eventos en la diseminación del virus. Con él, y comprendiendo bien sus limitaciones, podremos plantearnos unas de las grandes preguntas de los últimos meses: si de verdad podremos volver a la 'normalidad' algún día cercano.
Imagen | Alex Bracken
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