Hace ya siete años, Antena 3 emitió un reportaje de cámara oculta sobre Thomas Hertlein. Hertlein es un conocido ‘coach’ que trabaja en Mallorca y en el reportaje de televisión se denunciaba que lo que hacía era pura pseudociencia. A Hertlein no le gustó y decidió denunciar a la cadena (y a RedUNE, la organización que le había ayudado) por vulneración del derecho al honor, de la intimidad y la propia imagen. Ganó.
En una sentencia muy polémica, la Audiencia de Baleares condenó a los demandados a pagar 104.000 euros (92.000 de Antena 3 y 12.000 de RedUNE). Esto abrió una vía que han usado numerosos pseudoterapeutas: demandar a todo el que pone de manifiesto el timo. Hemos hablado ya de varios casos. No obstante, el Tribunal Supremo ha puesto algo de sensatez.
En defensa del interés público
La sentencia del Tribunal Supremo reconoce el argumento de que no existe intromisión ilegítima en el honor del demandante porque, en este caso, prevalece la libertad de expresión e información ante el interés general.
“La información fue veraz porque el demandante se atribuía unos poderes curativos, a modo de don especial, que podía generar falsas esperanzas en personas enfermas, quienes además pagaban al demandante cantidades muy considerables y a las que se incitaba a alejarse de su familia y círculos más cercanos”, dice textualmente la sentencia.
De la misma forma, el Tribunal recuerda que el uso de cámara oculta “puede no ser ilegítimo si resulta proporcionado al interés público de los hechos registrados”. Según explican, no cabe descartar que se pueden descubrir delitos mediante el uso de este tipo de métodos y que, en tal caso, “deben ser conocidos y transmitidos a la opinión pública con la contundencia y poder expresivo inherentes a la grabación de la imagen y la voz”. Punto, set y partido para los demandados.
No es una cheque en blanco
Eso sí, tampoco debemos llevarnos a engaño: la sentencia explica que esa proporcionalidad entre fines y medios se dio en este caso. Hubo buena fe, se produjo una importante labor de contraste, no se manipuló y, por último, lo que explicaron era verdad. Es decir, el Tribunal entiende que, para estos efectos, el señor Hertlein “podía estar lucrándose mediante una organización dirigeida a engañar a personas con graves problemas de salud”.
No se trata, pues, de una cheque en blanco para vilipendiar a todo aquello que consideremos como “pseudocientífico, magufo o sospechoso”. El ejemplo de la RedUNE, una organización dedicada a la prevención del sectarismo y el abuso, es muy ilustrativo. La organización elabora amplios y detallados informes antes de desenmascarar a un posible charlatán.
La sentencia despeja las dudas y deja claro que los intentos para acallar críticas fundadas por vía judicial no tienen recorrido. Se acaba así una de las amenazas que, en los últimos años, se cernían sobre el movimiento escéptico y en defensa de los pacientes. Es una buena noticia, aún queda mucho por hacer.
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