La subrogación es de todo menos algo nuevo. A lo largo de toda la historia de la humanidad, ha habido mujeres que han aceptado gestar hijos para otras personas; personas que, al acabar el proceso, se convertirían en los padres del recién nacido.
No es broma: en la Biblia se cuenta cómo Sara, que era estéril, pidió a Abraham que yaciera con Hagar, una criada egipcia, con el fin de tener el hijo que Dios les había prometido. Parece que este tipo de prácticas, al modo del 'Cuento de la Criada', fueron relativamente comunes en muchos momentos históricos.
Pero el 25 de julio de 1978 todo cambió. Louise Brown nacía en un pequeño hospital del área metropolitana de Manchester y, con ella, la fecundación in vitro declaraba su intención de poner patas arriba todo lo que creíamos saber sobre legislación y maternidad.
¿Qué es la fecundación in vitro?
Llevamos meses enzarzados en el debate sobre la 'gestación subrogada' y resulta curioso que no solemos caer en la cuenta de que la tecnología que está bajo esta polémica tiene, como poco, 40 años.
La fecundación in vitro es una de las técnicas de reproducción asistida más populares y, de forma muy breve, consiste en extraer ovocitos del ovario de una mujer, madurarlos de forma artificial, inseminarlos in vitro (normalmente a través de lo que se conoce como 'inyección introcitoplástica de espermatozoides"), cultivar los embriones, seleccionarlos e implantarlos en el útero para que, si todo va a bien, la gestación comience y llegue a término.
En las últimas décadas, las técnicas de reproducción asistida han avanzado mucho tanto en seguridad como en eficacia. Era necesario: en la inmensa mayoría de los casos, estas técnicas se usan en contextos en los que ya era difícil que se diera un embarazo.
El avance es significativo y, aunque hoy en día las posibilidades de éxito de cada embrión siguen siendo bajas, la in vitro ha dejado de ser el milagro que fue en 1978 para convertirse en algo bastante habitual.
Los nacidos con esta técnica ya se cuentan por millones y, específicamente los casos de gestación subrogada ya deben rondar las varias decenas de miles como poco. Es ahora, cuando estas tecnologías se han vuelto relativamente baratas, seguras y eficaces, que empiezan a verse nítidamente las consecuencias y los problemas.
Lo que la fecundación in vitro nos señaló
En efecto, hay algo que la fecundación in vitro nos mostró con claridad y sobre lo que no habíamos reflexionado lo suficiente a nivel jurídico y social: el hecho de que la maternidad tiene muchas dimensiones y que la tecnología iba a permitir separarlas como nunca antes había sido posible.
En este caso concreto hay tres 'roles' que son especialmente relevantes: el de la 'madre gestante', el de la 'madre genética' y el de la 'madre legal o social'. Aviso desde ya que he escogido esta terminología porque, a priori, creo que es la más neutral, pero soy consciente de que, en los matices, hay toda una batalla terminológica.
Dependiendo de qué rol asuma cada uno de los actores del proceso, tenemos una figura con problemas éticos y legales distintos. En la "subrogación tradicional" la madre gestante y la madre genética eran la misma persona, pero la madre social era otra. En cambio, en la 'donación de óvulos' coinciden la madre gestante y la madre social, pero la madre genética es una persona distinta.
Por último, en la "subrogación gestacional" (sobre la que se está hablando ahora) la madre gestante no es ni la madre genética, ni la madre social. Estas dos pueden coincidir o no, dependiendo del caso concreto.
¿Cómo afecta todo esto al niño?
En general, hablemos del tipo que hablemos, la técnica reproductiva es esencialmente la misma. No obstante, es importante tener en cuenta que cada 'rol' de los que hemos hablado tienen un papel importante en el desarrollo del niño.
La "madre genética" aporta el material genético, la "madre gestante" tiene un papel clave en la regulación de la expresión de ese material y la "madre social" es central en el desarrollo psicológico, emocional y conductual del pequeño. No hay ninguna parte del proceso que no sea esencial.
Por lo demás, a falta de estudios longitudinales más ambiciosos no tenemos ningún dato sólido que nos haga suponer que hay consecuencias o problemas para el niño dependiendo de cómo sea concebido. Es por tanto una cuestión legal, social y ética propiciada por la aparición de la tecnología.
Y no será la única
Seguramente lo más revolucionario del proceso de "disrupción social" que estamos viviendo es que la tecnología está dándole la vuelta a muchos debates. Uno de los mejores ejemplos es la eugenesia que ha pasado de ser sinónimo de 'esterilizaciones masivas' a convertirse en 'padres que buscan, mediante ingeniería genética, aumentar la posibilidad de que sus hijos vivan una buena vida en un conjunto relevante de circunstancias' (Savulescu, Meulen y Kahane, 2011).
Es decir, hace 50 años permitir la eugenesia conllevaba violar los derechos reproductivos de amplias capas de la población. Ahora es justo lo contrario. De la misma forma, el rápido desarrollo de los úteros artificiales acabará previsiblemente con el problema ético que nos presenta la gestación subrogada.
Aunque aun queda mucho que investigar, claro. Pero la gestación subrogada es solo el primer ejemplo de cómo la tecnología no solo está cambiando las respuestas que damos a los problemas sociales. La tecnología está cambiando las mismas preguntas que nos hacíamos. Bienvenidos al futuro.
Imágenes | Sabrina Beam
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