Llevamos 4 vacunas aprobadas en la UE en un año de pandemia, ¿qué hay de las curas para contagiados de COVID-19?

Llevamos 4 vacunas aprobadas en la UE en un año de pandemia, ¿qué hay de las curas para contagiados de COVID-19?
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Un año después del inicio de la pandemia disponemos de un pequeño arsenal de vacunas para inmunizarnos del virus SARS-CoV-2, pero ¿qué hay de la cura?

El remedio terapéutico está avanzando por varios frentes, aunque no hemos de olvidar de que nos estamos enfrentando a un virus, no a una bacteria, y que para ellos solo hemos logrado desarrollar simples cortafuegos.

Tratamientos farmacológicos

La falta de un tratamiento con evidencia científica ha conducido al empleo de diferentes pautas terapéuticas, en muchas ocasiones, con modificaciones rápidas de los protocolos. Sin embargo, hay poca evidencia científica aún sobre la eficacia de todas ellas.

De momento, por ejemplo, disponemos del Lopinavir, un inhibidor de la proteasa empleado en el tratamiento del VIH y que presenta actividad in vitro ante el virus SARS-CoV-1. También tenemos el Remdesivir, un profármaco que resenta amplia actividad contra virus de la familia de los filovirus (virus Ébola, virus de Marburg), coronavirus (SARS-CoV-1, MERS-CoV) y paramixovirus (virus respiratorio sincitial) entre otros. Por su parte, la hidroxicloroquina es una 4-aminoquinolina antipalúdica que ha demostrado tener actividad in vitro contra diversos virus de ARN, incluido el SARS-CoV-2; pero aún es una incógnita su eficacia in vivo.

Hay otras muchas opciones para combatir los efectos del COVID-19, como el tratamiento con plasma convaleciente o la inmunoglobulina intravenosa. Pero todas ellas requieren una intervención hospitalaria compleja.

Pfizer, por su parte, está probando una pastilla antiviral para curar el COVID. El medicamento es parte de una clase de medicamentos llamados inhibidores de la proteasa y actúa inhibiendo una enzima que el virus necesita para replicarse en las células humanas. Su eficacia se debe a los inhibidores de la proteasa del fármaco que se unen a las enzimas virales, impidiendo que los virus se repliquen en la célula. Los inhibidores de la proteasa se utilizan para tratar otros patógenos virales como el VIH y la hepatitis C.

Según declaraciones de Mikael Dolsten, director científico de Pfizer, en un comunicado de prensa. "Dada la forma en que el SARS-CoV-2 está mutando y el impacto global continuo de Covid-19, parece probable que sea fundamental tener acceso a opciones terapéuticas tanto ahora como más allá de la pandemia". Los expertos en salud dicen que el medicamento, tomado por vía oral, podría cambiar las reglas del juego porque las personas recién infectadas con el virus podrían usarlo fuera del entorno hospitalario.

No es el primer antiviral que se están ensayando. Por ejemplo, PharmaMar ya ha iniciado en España se encuentra en el ensayo final de su antiviral frente al COVID-19. Junto a PharmaMar, las compañías españolas Esteve y Oryzon también testan sus propios compuestos experimentales en fase II como antivirales frente a este virus. A pesar de todo ello, de momento no hay evidencias sobre terapias que sean altamente eficaces.

El desafío de acabar con un virus

La primera epidemia que los seres humanos lograron eliminar de la faz de la Tierra fue la viruela. La declaración oficial tuvo lugar por parte de la Organización Mundial de la Salud el 8 de mayo de 1980. Desde entonces, no hemos hecho grandes progresos. Por ello no somos capaces aún de acabar con enfermedades víricas como la gripe, como nos contaba nuestro compañero Javier Jiménez:

De hecho, a lo largo de toda la historia de la humanidad, solo hemos sido capaces de erradicar dos enfermedades: la viruela (1980) y la peste bovina (2011). Además de ellas, hemos hecho avances muy importantes en cuatro más: la malaria, la dracunculiasis, el pian y, sobre todo, la polio. El resto de enfermedades infecciosas son huesos duros de roer.

Eso ocurre porque, en esencia, lo medicamentos son menos efectivos contra los virus que contra las bacterias. Los antibióticos matan a las bacterias al afectar sus paredes celulares. Sin embargo, la cobertura exterior de los virus, que se conoce como la envoltura vírica, es casi idéntica a las membranas de la célula huésped, por lo que son difíciles de rastrear sin atacar nuestras propias células.

En pocas palabras, pues, matar un virus es difícil porque su vida está íntimamente ligada a nosotros. Y, en segundo lugar, porque un virus es una partícula muy simple: se compone básicamente de material genético en forma de ácido ribonucleico (ARN) o desoxirribonucleico (ADN), junto con proteínas y, en algunos casos, envolturas lípídicas. Nada más.

Algunos medicamentos antivirales funcionan básicamente afectando una parte del ciclo vital del virus. Algunas interfieren en el vínculo del virus a la célula, otras evitan que el material genético de los virus se incorpore en la célula huésped. Usados de manera combinada, algunos medicamentos antivirales han resultado efectivos contra virus específicos. Pero todavía hay mucho camino por delante en la búsqueda de un tratamiento que destruya la membrana lipídica del coronavirus, que destruya de verdad con el virus.

Eso es lo que están intentando, por ejemplo, investigadores como José Manuel López Nicolás, catedrático de bioquímica en la Universidad de Murcia que lidera un grupo de investigación puntero a nivel internacional. Su grupo se ha especializado en algo que se llama encapsulación molecular y, para llevarla a cabo, trabajan con unas moléculas llamadas ciclodextrinas.

La estrategía pasaría así por utilizar las ciclodextrinas para encapsular la membrana lipídica del coronavirus, lo que hipotéticamente eliminaría su capacidad infectiva. Como él mismo declaró en una entrevista reciente:

Esta aproximación serviría para el coronavirus y otros virus ahora desconocidos. Si tenemos una batería de ciclodextrinas ensayadas, y dispuestas para poder usarlas, cuando llegue un nuevo virus solo tendríamos que utilizar la que mejor se ajuste a su estructura. No tendríamos que empezar de cero como ocurre ahora. No hay nada hoy que destruya virus, ni el coronavirus ni ningún otro y tenemos que convencer a la sociedad para que se apueste por fármacos definitivos que acaben con este y con los próximos que vendrán.

Los virus son máquinas de replicación que viven en nuestras células. Acabar con ellos no es tarea fácil si no queremos destruir también nuestras células. Además, los virus encuentran acomodo en todos nosotros, y también en otros animales. Inmunizarlos, de momento, es la mejor respuesta. Usar antivirales es una barrera que salva vidas. Algún día, sin embargo, quizá podamos enfrentarnos a ellos tal y como lo hacemos ya con las bacterias.

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