Hoy por hoy, el cáncer sigue siendo la enfermedad más temida por delante de los infartos, el Sida o el Alzheimer. Y tiene su explicación. Durante la última década, los avances en la biología del cáncer han llevado a una mejor comprensión de este complejo conjunto de enfermedades.
Sin embargo, esos avances no acaban de llegar a los hospitales, no se traducen en fármacos más eficaces, ni nos ayudan a desarrollar nuevos y mejores tratamientos. ¿Por qué siempre parece que estamos a punto de encontrar la cura del cáncer y nunca acabamos de conseguirla?
Una cura que nunca llega
Cada cierto tiempo aparece un estudio que asegura haber dado un salto de gigante en la cura de un determinado tipo de cáncer. Pero el tiempo pasa y los éxitos que conseguimos en la investigación básica tienen muchas dificultades para llega a convertirse en tratamientos.
Es cierto que esto, en mayor o menor medida, ocurre en todas las enfermedades, pero las tasas de fracaso en investigación oncológica están muy por encima de la media. En 2011, Lisa Hutchinson y Rebecca Kirk descubrieron que solo un 5% de todos los fármacos que habían demostrado su efectividad en fases preclínicas llegaban a ponerse en el mercado. En el caso de las enfermedades cardiovasculares o neurológicas la tasa es del 20%.
En consecuencia, Hutchinson y Kirk sostenían que las estrategias de investigación básica no estaban funcionando. Estábamos fallando en identificar oportunidades reales en las que focalizar nuestros recursos. Y eso hace que por cada nuevo tratamiento oncológico necesitemos cuatro veces más personal, cuatro veces más recursos y cuatro veces más tiempo que para desarrollar un tratamiento cardiovascular.
La crisis de la ciencia llega a la medicina
No iban desencaminadas. También en 2011, Bayer Healthcare anunció que sus científicos solo podían replicar el 25% de los últimos descubrimientos sobre la biología del cáncer. Y al año siguiente, otra farmacéutica, Amgen, anunció que ellos sólo podían reproducir un 11%.
Las farmacéuticas estaban señalando un problema que solo ellas estaban en disposición de identificar. Al fin y al cabo, son casi las únicas que tratan de repetir los experimentos para intentar desarrollar enfoques terapéuticos.
¿Era posible que buena parte de todos los avances científicos de las últimas décadas no fueran precisos?
Saltaron las alarmas. ¿Era posible que buena parte de todos los avances de las últimas décadas estuvieran mal? ¿Era esa la verdadera razón de por qué sólo conseguíamos ese 5% de éxito clínico? ¿Cómo nadie se había dado cuenta antes?
Como podéis ver, eran preguntas que daban de lleno en la línea de flotación de la comunidad de investigación oncológica. Y para responderlas se creó el Reproducibility Project: Cancer Biology (RP:CB), un proyecto orientado a revisar los descubrimientos más importantes de los últimos años.
Hace unas semanas, hablábamos de este problema y de que los primeros resultados del RP:CB no eran buenos: solo dos de los primeros cinco estudios revisados se habían podido reproducir.
¿Estamos dando palos de ciego?
No se puede decir eso. Los datos muestran claramente que estamos avanzando. Sí, la mitad de los hombres y un tercio de las mujeres tendrá cáncer a lo largo de su vida y sigue siendo la quinta causa de muerte a nivel global, pero aun así la mortalidad del cáncer desciende a un ritmo del 1,3% anual.
Aun así, los avances clínicos de los últimos años han sido impresionantes
Los avances genéticos, diagnósticos y terapéuticos que han llegado a las clínicas y a los hospitales han supuesto un impresionante paso adelante. No ha llegado la esperada cura, pero hemos avanzado mucho.
Para percibir este cambio, basta con ver lo que el novelista sueco Henning Mankell escribió hace un par de años sobre la enfermedad:
"Yo soy un hijo de los años 40 y creo que todos los de mi generación asociamos automáticamente el cáncer con la muerte. Aunque yo sé, como los demás, que los estudios que se han realizado sobre cáncer han avanzado de manera increíble en los últimos 50 años y que cáncer no es sinónimo de un final inevitable, sin duda la vieja creencia permanece en algún lugar dentro de mí”
Esa vieja creencia es, de hecho, otro de los grandes campos de investigación que no tratamos en nuestra revisión del año pasado: la medicina conductual, el apoyo psicológico y las políticas públicas contra el estigma y a favor de la normalización.
Y es que aunque a veces no somos conscientes de ello y tendemos a centrarnos sólo en la parte médica, el mero hecho de tener cáncer arrastra un durísimo estigma emocional, social y laboral. Un estigma que la vida de los pacientes cambie por completo y su calidad de vida se resienta. Sobre todo, por cómo reaccionan las personas de su entorno.
Entonces... ¿Cuándo tendremos la cura del cáncer?
Todo esto no significa que lo estemos haciendo mal, significa que lo tenemos que hacer mejor. La lucha contra el cáncer es un proceso largo, complejo y poco fotogénico. Los focos de la prensa y las continuas noticias sobre lo cerca que estamos de conseguir su cura, aunque surjan precisamente de las ganas que tenemos de que sea así, solo consiguen generar falsas expectativas y meter ruido en un campo de investigación bastante revuelto.
Sobre todo, porque si miramos la investigación oncológica de forma rigurosa, tenemos que reconocer que no estamos cerca de curar el cáncer. Pero sí estamos cerca de conseguir que se convierta en una enfermedad crónica e incurable, pero no mortal. O al menos, estamos en disposición de intentarlo.
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