Hace unas horas, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, anunciaba la intención de implementar un "proyecto experimental de cartilla COVID-19" (sic) que simularía la cartilla internacional de vacunación.
El objetivo, en entiende, es tener una especie de identificación que asegure el haber pasado la enfermedad. Sin embargo, esta idea no es nueva ni tampoco está avalada científicamente. Es más, el concepto de pasaporte inmunitario ya se propuso en varios países, inclusive Alemania, y no se ha adoptado en ninguna parte por una cuestión muy sencilla: no tiene sentido.
Mascarilla obligatoria y cartilla COVID-19
Según anunciaba Díaz Ayuso, durante la comparecencia de este martes 28 de julio, será obligatorio el uso de mascarillas en toda la Comunidad de Madrid con el objeto de reducir el incremento de contagios que ya se ve con alarma en esta y otras regiones de España. Además de esta medida, la presidenta afirmaba su intención de acotar el ocio nocturno y restringir las reuniones a no más de 10 personas. Como guinda del pastel, instaba a la adopción de una "cartilla COVID-19”.
Esta correspondería a un proyecto experimental y que estaría listo a partir de septiembre. La cartilla funcionaría como la de vacunación internacional, la cual indica a nivel global qué vacunas hemos recibido y cuáles no. Esta cartilla estaría incorporada en la tarjeta sanitaria virtual de todos los madrileños que se hubieran realizado una prueba por PCR para detectar la pasada presencia del virus.
La idea es que esta tarjeta haga "mucho más fácil acceder a gimnasios, museos y espacios cerrados", según advertía la presidenta. En principio, cualquier persona puede solicitar hacerse una prueba por PCR para saber si tiene muestras inmunitarias contra el virus, lo que indicaría que ya ha pasado la enfermedad y no puede volver a pasarla. Y aquí es donde comienzan los problemas de esta idea.
La OMS desaconseja el uso de un pasaporte inmunitario
Como decíamos, este concepto no es nuevo. Ya se barajó allá por marzo, mucho antes de comenzar la desescalada, en varios países. El objetivo era poder agilizar el proceso de dinamización y vuelta a la rutina, especialmente en los comercios, para mitigar el impacto económico. Sin embargo, pronto se desechó tal idea por cuestiones puramente técnicas y científicas.
La propia OMS lanzó un comunicado al respecto durante el pasado abril. En el se desaconsejaba por completo la implementación de esta medida. Resumiendo muchísimo, una prueba PCR, sabemos, sirve para conocer si estás infectado durante la ventana de infección. No existe la seguridad de que podamos confirmar una infección pasada y que no sea un falso positivo.
Tampoco tenemos la seguridad, ni existen evidencias fuertes, sobre la reincidencia de la enfermedad. En otras palabras, que podría presentarse una PCR positiva, que indica que ya se ha pasado la enfermedad, y volver a pasarla en un futuro. Efectivamente, nadie está 100% seguro de que podamos generar inmunidad al SARS-CoV-2 a largo plazo.
Por si fuera poco, a estas alturas conocemos ya varias cepas de este virus. Como ocurre con la gripe, la enfermedad podría ser recurrente y desde ya. ¿Qué validez tiene un sello que implica que hemos pasado la enfermedad si podríamos enfrentarnos a una cepa distinta en los días siguientes? Estos son solo algunos de los problemas científicos que han hecho que Alemania, por ejemplo, se hayan echado atrás en el uso de este pasaporte inmunitario. Pero no son los únicos.
Más peligros que beneficios
Existen, además, algunas cuestiones que podrían convertir esta propuesta en una bomba de relojería. Por ejemplo, ¿qué ocurre si una persona quiere adquirir los beneficios de la cartilla y se las arregla para infectarse? No solo se pone en peligro a sí misma, sino a todo el mundo que se encuentre en contacto. ¿Y qué ocurre con la gente de fuera de Madrid? ¿Se podrán hacer un test, y una cartilla, fuera de la Comunidad?
Otra de las grandes cuestiones en torno a este tema es la discriminación implícita que conlleva: genera una división entre ciudadanos de primera, con todos los privilegios, y otros de segunda, que no son inmunes y, por tanto, no pueden ejercer todas las libertades. Por otro lado, ¿qué ocurre con las personas que no se han hecho pruebas? Hayan pasado, o no, la enfermedad, seguirán en esa segunda clase de la que hablábamos.
Hacerse una prueba no es barato. A día de hoy este tipo de pruebas, por PCR o serológicas, se realizan a través de sanidad privada y no todo el mundo puede optar a ellas. Por si todo lo anterior no fuera suficiente, las pruebas fallan y sus interpretaciones están lejos de ser determinantes a estas alturas. Eso por no hablar de la terrible incongruencia que supone sobre la Ley de Protección de datos.
En cualquier caso, mire como se mire, nada parece avalar el uso de una cartilla COVID-19, ni desde el punto de vista científico ni desde el social. Como ya hemos repetido varias veces, ni siquiera es una idea original. Ya se ha desechado anteriormente. Todavía nos queda esperar a ver si seguirá adelante y, en tal caso, que implicaciones tendrá para las sociedad.
Imágenes | Unsplash
Ver 90 comentarios