Los rumores sobre los precios de los futuros iPhone 8 se dispararon hace unas semanas: los analistas esperan ya que el aumento del precio de los smartphones de Apple haga que salgan por 1.000 euros de partida, pero es que parece que Samsung también rondará esos precios con los nuevos Samsung Galaxy S8.
La evolución de los precios de los terminales móviles ha seguido caminos claramente divergentes, y frente a una bajada generalizada de precios en terminales de gamas medias y de entrada también estamos viviendo la creación de una familia súper exclusiva con precios desorbitados. ¿Qué ofrece un móvil de más de 1.000 euros? ¿Tiene sentido?
Bienvenidos a la gama súper-alta
Los rumores de los precios de los Galaxy S8 llegaban de la mano de SamMobile, que indicaba que una filtración de los precios de los Galaxy S8 (SM-G950) y Galaxy S8 Plus (SM-G955) los situaba en la franja de los 950 y los 1.050 dólares al cambio. Eso supone un aumento de más de 100 dólares respecto a los precios de partida que tuvieron los Galaxy S7 y Galaxy S7 Edge, y vuelve a plantear una barrera aún más fuerte a estos terminales de gama alta.
Lo cierto es que como señalaban nuestros compañeros de Xataka Móvil, la escalada lleva años en marcha. Los precios de los terminales de Samsung, Apple y, por supuesto, de Google, han ido experimentando subidas notables que han hecho que en este 2017 nos encontremos ante una situación singular: los 1.000 euros podrían convertirse en la barrera de entrada para sus terminales más potentes y exclusivos.
Los grandes fabricantes son los responsables de marcar esa tendencia, pero no son los únicos: Huawei lanzó una versión limitada de su Mate 9 con la colaboración de la marca Porsche que situaba el precio de su terminal en 1.395 euros, el HP Elite X3 tenía un precio base de 882 euros y el prodigioso Xiaomi Mi Mix rompía con los tradicionales "smartphone chollo" de este fabricante para ofrecerlo a un precio de 887 euros en tiendas.
La brecha de precios se agranda
Esa nueva familia de dispositivos súper exclusivos va contra la tendencia generalizada de una industria que precisamente ha convertido el móvil en una commodity, en algo a lo que ya casi cualquier ser humano puede tener acceso a un precio muy competitivo.
Los precios de los terminales de gamas media y de entrada se han vuelto cada vez más competitivos, pero frente a ellos se han situado esos smartphones que se han convertido en los máximos exponentes de lo que este tipo de dispositivos pueden ofrecernos.
Eso, claro, ha hecho que sus precios sean mucho más altos a pesar de que para la inmensa mayoría de los escenarios un smartphone de gama media e incluso de gama de entrada sea perfectamente válido. Aquí una vez más las comparaciones entre este sector y el del automóvil son evidentes: un coche más barato te llevará de un lado a otro igual, pero la experiencia de usuario cambia totalmente según el coche que te lleve.
¿Qué obtienes por 1.000 euros?
Lo cierto es que hay argumentos que permiten explicar que un móvil cueste 1.000 euros. El primero de ellos, y uno en el que se escudan mucho de los fabricantes, es el del diseño exclusivo de estos dispositivos, que van (algo) más allá del rectángulo clásico para ofrecer materiales y formatos ligeramente superiores y más complejos, con una atención al detalle que muchos usuarios valoran especialmente.
Como en otros segmentos muy distintos al de la telefonía también pagamos por la marca, porque la percepción de ese dispositivo desde el exterior cambia según provenga de un fabricante o de otro. Esto, que puede resultar algo sin importancia para ciertos usuarios, es muy relevante para otros, porque el smartphone —aunque quizás ya no tanto como antes— es para muchos un elemento diferenciador a nivel social. Es como tener un coche de marca o vestir ropa de marca: lo perciba (y valore) el usuario y su entorno o no, ese factor es real y contundente.
Más allá del diseño o del logotipo del móvil hay también un componente técnico, tanto a nivel de fabricación como a nivel de componentes y prestaciones. En teléfonos de gama alta hay un elemento claramente diferenciador, y ése es la cámara. Durante años hemos visto como los móviles más caros eran tradicionalmente los que destacaban en el apartado fotográfico, y aunque hoy en día incluso en móviles menos caros las cámaras se comportan de forma notable, este es un apartado que sigue marcando diferencias.
Suele haber también otros apartados en los que la diferenciación se nota en ciertos dispositivos, ya sea por una atención especial a la optimización del software y el hardware —como ocurre en los iPhone y, quizás en menor medida, en los Pixel de Google— o en los servicios y prestaciones adicionales que ofrecen terminales como Samsung con su catálogo de servicios asociados (Pay, Health) y la presencia de características software diferenciales.
Google, por ejemplo, hizo que su Google Assistant estuviese disponible únicamente en sus Pixel de forma inicial, algo que entre otras cosas provocó que Samsung prepararase su propio asistente, Bixby para debutar en el Galaxy S8. Los beneficios de esas características software son probablemente discutibles, pero todos los fabricantes tratan de hacer que esos "efectos especiales" tengan validez práctica, sea mayor o menor.
Esa diferenciación software también tiene su equivalente en la diferenciación hardware, con componentes exclusivos que permiten a los fabricantes abaratar costes de fabricación y controlar aún más todo el producto. Los procesadores móviles son el mejor ejemplo de esa tendencia, con Xiaomi como último protagonista de una estrategia que desde hace tiempo utilizan de forma total o parcial Apple, Samsung, o Huawei.
La pasta está en la gama alta
Todos estos elementos contribuyen a fortalecer esa gama súper alta que parece confirmarse cada vez más entre los fabricantes. La razón es obvia: el dinero no está en las gamas medias y de entrada, sino en esas gamas exclusivas de dispositivos que ofrecen márgenes de beneficio mucho más atractivos para los fabricantes.
Lo decíamos hace años cuando explicábamos las razones obvias por las que no existe un iPhone barato. Apple es la envidia de la industria en este segmento, porque ha logrado no caer en la tentación de ir a un público masivo y mantener reforzar su imagen de marca de gama alta en todos sus productos.
Eso le ha permitido a la firma incrementar su margen de beneficio gradual con cada nuevo lanzamiento del iPhone. La factura de materiales, lo que le cuestan a Apple los componentes del iPhone, se ha mantenido bastante estable a lo largo de los años, pero el precio de los iPhone, como veíamos en la gráfica inicial, se ha ido incrementando de forma sensible. Apple gana cada vez más por cada iPhone vendido.
Ese es precisamente el camino que los fabricantes de dispositivos Android quieren seguir, porque la competencia en la gama media y de entrada es feroz y solo algunos fabricantes (sobre todo, en China) pueden seguir el ritmo. Google ha cambiado de mentalidad con los Pixel, Samsung lleva tiempo siguiendo esa línea con su familia Galaxy S, y otros fabricantes defienden sus gama alta a capa y espada para tratar de llevarse un trozo de ese jugoso pastel.
Eso hace que probablemente nos enfrentemos a una situación en la que será fácil ver cómo esa tendencia a ofrecer terminales exclusivos y a precios "desorbitados" se acrecienta. Siempre habrá usuarios que quieran lo mejor de lo mejor y puedan pagar por ello, y parece que la barrera de los 1.000 euros creará un nuevo punto de inflexión en esa tendencia.
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