Que sí, que el iPhone diez (X) es una chulada. Que esa pantalla casi sin marcos enamora (si es que la muesca no acaba con tus nervios). Que su nuevo procesador es la pera limonera. Que el reconocimiento facial seguramente funcione (medio) bien. Pero el argumento fundamental de compra, el único probablemente racional a la hora de gastarse más de 1.000 euros en él, es el de su maravillosa cámara de fotos.
Lo hemos visto ya en un iPhone 8 Plus que cuenta con una de las mejores cámaras móviles del mercado, algo que también se cumple en los Galaxy Note 8 y que ha acabado convirtiéndose en razón fundamental para gastar burradas en los móviles más caros del planeta.
Olvídate de la pantalla sin marcos, los asistentes o la IA
Los análisis que hemos hecho dejan claro que en ambos casos estamos ante dispositivos que desde luego destacan por su construcción, diseño y prestaciones.
Muchas de ellas, no obstante, no justifican ese precio: un Xiaomi Mi 6 como el que uso a diario es igual de potente y está estupendamente construido, pero se puede encontrar por menos de 350 euros hoy en día. ¿Cuál es la diferencia?
Puede que la pantalla curva o el soporte del puntero marquen esa diferencia en el Galaxy Note 8, pero lo que realmente la marca es la cámara, que va un paso más allá que la del Mi 6 y el resto de terminales con dos sensores excepcionales que funcionan tan bien por separado como conjuntamente.
Es precisamente lo mismo que aporta un iPhone 8 en el que esa cámara también da un salto importante respecto a su predecesora —y eso que no era mala en absoluto— y hace que una vez más estos smartphones sean más smartcameras que otra cosa.
Lo mismo parecían argumentar las recientes puntuaciones de DxOMark, ya convertidas en referentes en esto de la fotografía móvil a pesar de las valoraciones y pruebas de este medio son para muchos criticables. Como las de cualquiera que se arriesga a puntuar, en realidad.
Los análisis ya no son de móviles: son de cámaras
Esas cámaras son las que desde hace tiempo copan buena parte del interés de usuarios y medios: nuestros análisis, como los de nuestra competencia, tienen mucho más en cuenta este apartado que otros que deberían tener igual relevancia.
¿Cuántos no nos hemos olvidado de comentar si el móvil se oye bien o mal cuando hablas por teléfono, por ejemplo?. Lo cierto es que el análisis pormenorizado de las cámaras es relevante porque a la mayoría de usuarios les importa mucho cómo se comporta esa cámara.
Es evidente que hay otros apartados que tenemos en cuenta en esos análisis, pero incluso los clásicos análisis de rendimiento son cada vez menos importantes: a estas alturas los microprocesadores de nuestros móviles (incluso de los baratos) han dado tal salto evolutivo que será difícil encontrarse con móviles "lentorros".
Es cierto que hay otros ámbitos importantes, y aquí está siempre el debate sobre las baterías, esos componentes que se han quedado estancados y que difícilmente aguantan más de una jornada de uso normal. Las diferencias existen, desde luego, y tecnologías como la carga rápida o la inalámbrica aportan valor, pero de nuevo acaban ocupando un segundo plano frente a las indispensables cámaras móviles que dominan nuestras vidas.
El tamaño no importa, la cámara sí
Lo cierto es que hay una cosa clara: todos los móviles se oyen más o menos igual en conversaciones telefónicas, todos te permiten usar WhatsApp, Facebook o Twitter más o menos igual. Todos te permiten jugar, ver películas, oír música o leer libros electrónicos más o menos igual. Pero lo que no es más o menos igual son su(s) cámara(s).
Hay desde luego otros factores que pueden incidir como factores de compra, por supuesto. Unos más objetivos (batería, pantalla, fluidez, ecosistema) y otros menos (diseño, sensaciones), pero si hay uno con el que los que se gastan 1.000 euros en un móvil pueden defender su inversión es este: su cámara es (probablemente) mejor que la nuestra.
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