Una molestia irresoluble: años después, las ciudades siguen sin saber qué narices hacer con los patinetes

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La micromovilidad sigue buscando su encaje en entorno urbano. Parece que los patinetes, las bicicletas, las motocicletas y los vehículos de alquiler compartido se han apoderado de las grandes ciudades europeas. ¿De todas? No, una capital gala resiste ahora, y desde el pasado 2 de abril, al invasor.

Al menos en lo que a patinetes de alquiler compartido se refiere. Esta revolución de la micromovilidad no tendrá encaje en la ciudad parisina que después de convivir con las operadoras Lime, Tier y Dott desde 2020, año en el que ganaron el concurso para ofrecer sus servicios en la capital francesa.

La ciudad ha visto cómo sus calles se llenaban de patinetes en estos tres últimos años. En total, había 15.000 patinetes disponibles. Es decir, 69 patinetes eléctricos cada 10.000 habitantes. Según los datos de Le Parisien, es la ciudad europea donde más se utiliza este tipo de vehículos. Y, sin embargo, sus cifras quedan lejos de los 201 patinetes eléctricos por cada 10.000 habitantes que ofrece Bruselas o los más de 100 de Berlín.

Pese a todo, el pueblo ha hablado. En los 20 distritos de París donde se ha votado, prohibir el servicio de patinetes de alquiler compartido ha sido apoyado por una aplastante mayoría de entre el 85,77% y el 91,77%. Eso sí, solo el 7,9% del censo ha acudido a votar. Poco más de 103.000 votantes acudieron a las urnas, de los 1,38 millones que estaban llamados a ellas.

Buscando cómo encajar la nueva movilidad

El caso parisino es, probablemente, el caso más radical, aunque el rechazo a este tipo de nueva movilidad no es el único que se ha registrado en los últimos meses y años.

Entre los motivos principales para entender este rechazo: seguridad y continuas incomodidades. En 2022 se registraron 459 accidentes en los que los patinetes estaban involucrados. En 2021, 24 personas murieron en choques en los que un patinete eléctrico estaba de por medio.

El caos que se estaba viviendo en las aceras parisinas es el otro motivo de peso para entender el voto de los parisinos. Los patinetes eléctricos abandonados eran un continuo problema y no ha servido la amenaza de 35 euros que el Ayuntamiento de París anunció para quien hiciera un uso inadecuado de los mismos.

Los continuos abandonos también tenían una cara muy poco ambientalista. Para que los usuarios encontraran todo lo mejor posible al día siguiente, los empleados de estas empresas se tenían que afanar cada noche para recoger los patinetes eléctricos desperdigados durante el día. Anne Hidalgo, alcaldesa, era la primera en señalar lo poco sostenible que es esta forma de trabajar.

Pero, como decíamos, no sólo París está experimentando cómo puede encajar la nueva micromovilidad en el entorno urbano. Núria Marín, alcaldesa de L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona), se desmarcaba hace unos días reclamando que se puedan incautar los patinetes a quienes hacen un uso indebido de los mismos.

De sus palabras se desprendía la intención de reclamar un seguro y una matrícula para este tipo de vehículos. Exactamente el mismo criterio que Pere Navarro, director de la DGT, lleva tiempo adelantando para nuestro país. De momento, los patinetes deberán contar con una placa que muestren sus características técnicas a partir de 2027.

Cuestión de espacio

Más allá de la seguridad, el espacio urbano disponible se ha convertido en el otro campo de guerra de la nueva movilidad. En los últimos años hemos visto como miles de nuevos vehículos se han lanzado a las calles y, sin embargo, los lugares donde aparcar siguen siendo los mismos.

En las calles, el problema es evidente. Hay activistas que han querido señalar el problema de forma muy evidente: reclamando ese espacio público que es de todos y de nadie. Las empresas de vehículos de alquiler compartido quieren espacios exclusivos de aparcamiento, pero esto choca directamente con las esperanzas de estacionar de quienes tienen un vehículo privado.

Si dedicamos espacio en la calzada para aparcar bicicletas, patinetes o motos, el vehículo privado es el mayor castigado pero si estos vehículos se aparcan sobre la calzada, el peatón tiene que ir esquivando a estos vehículos. Los problemas de Bicimad en Madrid están escenificando hasta qué punto puede incomodar un servicio de vehículo de alquiler compartido mal gestionado.

Pero no solo en la calle. En los últimos tiempos hemos visto cómo el transporte público en diferentes ciudades a empezado a limitar el traslado de patinetes eléctricos o bicicletas dentro de sus vehículos. Sevilla ha sido el último y más sonado caso en nuestro país, pero Madrid, Valencia o Bilbao también tienen sus propias limitaciones.

Conscientes de esta problemática, son las propias empresas de patinetes de alquiler compartido las que han querido poner remedio de una manera o de otra. Bird cuenta con un sistema que bloquea el patinete si detecta que su usuario circula por la calzada. Y cada vez son más los ayuntamientos y las empresas que obligan a estacionar los vehículos en un espacio acotado. El problema, una vez más, es qué hacer cuando el sistema falla y los vehículos comienzan a desperdigarse por la ciudad.

Elegir es, irremediablemente y como en la mayoría de cosas, apostar por un modelo u otro de ciudad y, en el fondo, una cuestión política. En este caso, además, estamos tratando de buscar encaje a un nuevo modelo de movilidad que ha estallado en la cara a los reguladores municipales de todo el mundo.

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Foto | Ernest Ojeh

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