Noruega, paraíso de los coches eléctricos, se ha topado con un muro: no recaudan lo suficiente. La práctica totalidad de los coches que se venden en Noruega son enchufables y más del 80% son vehículos puramente eléctricos. Estas cifras, que son con las que sueñan las instituciones europeas, también son un problema para el Estado noruego.
El impulso del coche eléctrico ha venido marcado por una fuerte subvención a la compra, eliminando el IVA para quienes adquirían un coche con esta tecnología. Un IVA que en Noruega es del 25% y que, por tanto, ha provocado que comprar un Toyota Corolla fuera más caro que un Tesla Model 3.
No solo eso, en Noruega se paga un impuesto en función de las emisiones de CO2 de cada vehículo. Por supuesto, esta tasa se ha dejado de cobrar con cada coche eléctrico vendido. Una doble exención que ha tenido una consecuencia directa en las arcas del estado: un agujero de más de 1.800 millones de euros.
Para hacernos una mejor idea. En Noruega, se podía comprar un Audi Q4 e-tron 50 por 38.000 euros, mientras que en España el mismo coche tiene un coste de más de 58.000 euros. La diferencia es mucho más sustancial si tenemos en cuenta que el salario medio en Noruega es de 65.935 euros, por los 28.360 de España.
Más y más impuestos
No es de extrañar que las ventas se hayan disparado en Noruega hace ahora un año. Concretamente, ACEA refleja un incremento en noviembre de 2022 del 27,8% respecto al mismo mes de noviembre de 2021, pese a que sus ventas en el global del año cayeron significativamente, con un retroceso del 13,4%.
Esto es debido a que los vehículos con un coste superior a 500.000 coronas noruegas, casi 48.000 euros, empezaron a pagar IVA en 2023. Es decir, los coches se han encarecido una cuarta parte de su precio. Pero no es la única medida que se ha tomado para que los vehículos eléctricos empiecen a contribuir con las arcas estatales.
El siguiente paso se dio este mismo 2023. En Noruega los coches pagan un impuesto por el peso, con la idea de que "a más pesado, más contaminante". Pero este impuesto no se aplicaba al coche eléctrico. Aunque en menor medida que con los de combustión, esto ya se está aplicando.
De momento, los vehículos eléctricos con baterías superiores a los 70 kWh siguen contando con baterías muy grandes y pesada. Esto provoca que vehículos con una masa superior a 2.500 kg, como un Mercedes EQS, se quede por debajo de los 400 kilómetros reales de autonomía. O que el próximo coche eléctrico de Rolls-Royce ya se acerque a un peso de tres toneladas.
La solución pasa, por tanto, por gravar el peso del vehículo, la forma más sencilla de castigar a los coches eléctricos más pesados que, en la práctica, son los menos eficientes. La idea es implantar una tarifa lineal, según la cual los 500 kg de peso estarán exentos del pago de este impuesto y, a partir de este mínimo, se pagará 12,5 coronas noruegas por kilogramo excedente. Alrededor de 1,19 euros/kg.
Así, un coche eléctrico con un peso medio de 2.000 kg tiene que desembolsar unos 1.680 euros en este impuesto, a los que tendrá que sumar el IVA (25%) cuando su precio supere los 48.000 euros. La duda es si el coche eléctrico seguirá arrasando en el país o sus ventas caerán hasta los números del resto de Europa. De momento, se han resentido pero siguen siendo (con mucho) el tipo de tecnología más vendida.
Foto | Dario
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