El año pasado, Jony Ive abandonaba Apple tras 27 años al frente. Fue un hombre clave en la conceptualización del iPhone y el iPad y cuenta en su haber con más de 5.000 patentes: retretes, anillos de compromiso, el adorado Magic Mouse 2, mesas de trabajo y el interior de un avión privado de Steve Jobs. Del iMac G3 turquesa de 1998 al iPod en miles de bolsillos. Y que nadie se olvide del prodigioso Apple Park.
El diseño de producto está en todas partes, en cualquier rincón al que mires. Esa mesa, ese juguete, esa lámpara y el móvil —y su funda—, Mac o PC desde el cual estás leyendo este artículo.
La pregunta es ¿cómo se llega a este estatus de mito? ¿Cuál es el primer paso formativo para alcanzar este hito? Si algunos productos de Apple cuelgan de exposiciones en museos como el MoMA de Nueva York, por algo será. Pero responder a esta pregunta no es fácil. Nos lleva, irremediablemente, a otras cuestiones que hemos intentado resolver de la mano de expertos como Javier Sanz, director del Grado en Diseño de Producto para ESNE (Escuela Universitaria de Diseño y Tecnología).
De una manzana mordida a una autopista eléctrica
Las grandes ideas logran transmitir un mensaje claro, pero eso no significa que tras ellas no se escondan años de estudio y trabajo constante. La analista de tendencias Christine Boland estableció ciertos patrones comunes:
- Vínculo emocional con el producto.
- Consciencia a través de la ecología y la responsabilidad social.
- Autenticidad y diferenciación a través de pensamiento lateral.
- Dimensión añadida, definida en productos que transmitan salud y bienestar, ya estemos hablando de juguetes o un nuevo hogar.
- Fantasía e imaginación, sin miedo a límites.
- Simplificación para llevar una idea a buen puerto.
Esto es algo que Apple lleva en su ADN, bajo una dermis construida con miles de bocetos, patentes y riesgos asumidos. Una filosofía que, lejos de ser única, ha creado su propia escuela.
Existen herramientas y formadores que ayudan a encontrar ese concepto disruptor que cambiará el entorno
El diseño no se intuye, sino que se estudia. Y en la actualidad existen herramientas y formadores que ayudan a encontrar ese concepto disruptor que cambiará el entorno del mañana. Las metodologías ágiles y el design thinking son muy útiles para dar forma, de manera escalada, a grandes proyectos. Es algo que hemos podido comprobar a través de la oferta formativa de ESNE y los muchos convenios que cuentan con empresas como BBVA Open Innovation, Carrefour, Livall Helmets, Loewe o Astroland Agency.
Como podéis ver en el siguiente vídeo, los acuerdos de ESNE con todo tipo de empresas se materializan en la participación de sus alumnos en proyectos que buscan mejorar nuestra calidad de vida respetando el medio ambiente.
Del boceto al producto final
Nosotros, como consumidores, somos el último eslabón de una larga cadena, los jueces finales. Pero si pensamos en una gran producción, resultado de cuatro años de trabajo desde el concepto base hasta la versión comercial, o en una catedral, erigida durante tres generaciones, nos daremos cuenta del valor de las ideas y creer en ellas.
Creer en esa idea a lo largo del tiempo es lo que termina marcando la diferencia. Como nos apunta el profesor Javier Sanz, también licenciado en Bellas Artes en la especialidad de Diseño por la Universidad Complutense de Madrid y galardonado por la Fundación Universidad-Empresa con el Praemium Europa Universitas-Industria, este plazo es variable y todo depende de la complejidad del proyecto.
«Entre seis meses y tres años puede ser un plazo razonable para tener la primera unidad de serie de un producto, siempre tras testar algún prototipo previo. Aunque en el caso del Wallbox Copper, con el cual nuestros alumnos ganaron un Red Dot Award por su diseño, cuatro meses fueron suficiente».
La idea es solo una semilla por germinar. A no pocos productos de Apple les han recriminado problemas de usabilidad: Magic Mouse 2 no se puede usar mientras se carga y Apple Pencil carga desde el mismo puerto de conexión del iPad, parasitándolo. Pero ambos productos responden a una línea de desarrollo y un diseño conceptual muy específico.
«Una mala idea, en diseño de producto, normalmente es efímera. Sin embargo, una buena idea permanece a lo largo del tiempo» - Javier Sanz
¿Y cómo se identifican una buena idea y una mala? Como nos apunta Javier Sanz, «una mala idea, en diseño de producto, normalmente es efímera. Sin embargo, una buena idea permanece a lo largo del tiempo». El tiempo, una vez más, es clave. Por esta razón son tan importantes los periodos formativos y trabajar con proyectos que después se harán realidad.
Es algo que ejemplifica Marta Zorita, graduada en Diseño de Producto en ESNE, con una anécdota clásica: «uno de los momentos que más me llamó la atención fue la primera vez que acudimos a las oficinas de Carrefour España para tener una reunión con los directivos que iban a supervisar nuestro proyecto. Recuerdo especialmente este momento por el impacto que generó en mí ver, en una misma sala, el contraste entre unos alumnos que acababan de terminar primero y personas con tanta responsabilidad y experiencia. Pienso que éste tipo de momentos son sumamente importantes, ya que hacen que te des cuenta muy pronto de lo profesional y exigente que se necesita ser cuando desarrollas un proyecto a cualquier escala».
Hacer historia
Sin embargo, un interrogante común nos vendrá a la cabeza: ¿Por qué algunos diseños de productos se convierten en iconos populares y otros no?
Ahora se espera que los productos emocionen, que sean responsables con el medioambiente y que estén conectados
Como apunta el profesor Javier Sanz, se trata de un conjunto de elementos: «antiguamente, un diseño de producto viable y con una estética memorable podría ser suficiente para convertirse en un icono. En esta nueva normalidad a la que nos encaminamos, se exige mucho más a los productos. De ellos además se espera que emocionen, que interactúen con los usuarios, que los representen, que sean responsables con el medioambiente, saludables, y en muchos casos que estén conectados (IoT). En definitiva, que sean innovadores y que aporten valor añadido a usuarios y empresas cuidando el entorno».
Como decíamos al comienzo, el diseño de producto está en todas partes. «Vivimos constantemente rodeados de productos y, en la medida en que estos nos hacen la vida más fácil y atractiva, sus diseños son más o menos acertados. Mejoran nuestra experiencia vital, ya sea gracias a aspectos como su belleza, su funcionalidad, usabilidad o su sostenibilidad, por citar algunas de las áreas en que trabajamos cuando diseñamos».
Nuestra actual vida tecnológica responde a unos hábitos, unas costumbres que han ido mutando. Junto a la propia faceta tecnológica, el diseño de producto posee un potencial transformador, tanto en nuestro presente como nuestro futuro. Las salidas profesionales de estudiar un Grado en Diseño de Producto, por tanto, son inmensas. Como nos recuerda Javier Sanz, podemos dirigir nuestro desarrollo profesional a «la electrónica de consumo, la iluminación, el mobiliario o la movilidad en todas sus variantes».
Y es en estos hábitos donde los creativos ponen su mirada más audaz. Si el mundo está en constante cambio, ¿cómo mejorar la calidad de vida a través del diseño de producto?
«Este concepto es muy amplio y diverso. A veces, nos mejora la vida el simple abre-fácil de un packaging de leche, o el dosificador de un tarro de miel, ya que hace que nos levantemos de buen humor. Otras, nos satisface saber que el material con el que se han diseñado nuestras sneakers proviene de retirar plástico del mar y que además este calzado es atractivo y cómodo», manifiesta el director del Grado en Diseño de Producto de ESNE.
Y continúa: «En otros momentos, es un producto de gran durabilidad y que nos ha traído un bonito recuerdo a través de su imagen o su tacto, esto ayuda a nuestra percepción de calidad. Incluso la mera observación de un producto basado en la proporción áurea, u otro con el que nos identifiquemos, o que creamos que nos representa, incluso que nos favorezca, puede ser razón suficiente para alegrarnos nuestro día a día».
Vivimos tiempos de cambio, este s. XXI nos está a enfrentando a retos respecto al s. XX que tal vez nunca supusimos
Vivimos tiempos de cambio, este s. XXI nos está a enfrentando a retos respecto al s. XX que tal vez nunca supusimos. Y es aquí donde el diseño de producto toma consciencia. «Gracias a la conectividad a través de smartphones o sensores, todas las grandes compañías ahora solicitan diseñar productos con la última tecnología en seguridad, confort, eficiencia, entretenimiento, salud, iluminación, etc. Las técnicas de fabricación digital emergentes, y la Industria 4.0, son una parte esencial en esta transformación, tecnologías como el mecanizado CNC, el corte por láser o la impresión 3D, están revolucionando nuestro proceso de diseño. Las usamos para construir prototipos, pero tal y como evolucionan, debemos pensar en ellas para diferentes ámbitos de la producción masiva de objetos», añade Sanz.
Se trata de una mirada hacia el futuro que se impone como necesidad, tanto desde la faceta práctica como la teórica. Según Javier Sanz, «en nuestro sector y tal y como dejó patente el IDSA (Industrial Designers Society of America), en su conferencia "The Future of Future”, se plantea cómo el sector del Diseño de Producto se reorienta hacia el Internet de las Cosas (IoT), alineándose con experiencias tecnológicas, sostenibles, sencillas e intuitivas. Esto está obligando a rediseñar los productos desde una nueva perspectiva, que demanda nuevos profesionales con una formación específica en Diseño de Producto».
ESNE, un hogar para las mejores ideas
En cualquier sector se habla de las capitales o mecas donde la formación define al futuro talento, núcleos de prestigio que finalmente servirán de piedra base sobre la que sostener un largo historial de éxitos. Podemos hablar del Instituto Tecnológico de Massachusetts si nos referimos a la vanguardia tecnológica o de Abbey Road Studios para ejemplificar un icono en la producción musical.
ESNE (Escuela Universitaria de Diseño, Innovación y Tecnología) cuenta con el mayor campus universitario de diseño y tecnología de España, y es también un símbolo en el cual estudiar el Grado de Diseño de Producto, uno de los Grados más jóvenes del país. Por este hándicap, planificado desde la vanguardia, incluye las últimas innovaciones tecnológicas, sociales y sectoriales. Es, de hecho, el primer y único Grado Universitario Oficial en Diseño de Producto a nivel nacional.
La escuela cuenta, además, con materioteca y una respetada incubadora creativa. Es «una plataforma donde publicamos algunos de los innovadores proyectos de nuestros alumnos que sin duda inspiran a otros compañeros y los animan a mejorar sus trabajos para darlos a conocer en este medio», aclara Sanz.
Inspiración que servirá de llave para el futuro. Legados como el de Jony Ive o Shai Agassi son hoy día esto mismo, símbolos identatarios. «Cada vez más, el talento creativo definitivo va orientado a construir gratificantes experiencias de usuario tangibles», apunta Javier Sanz, algo «que conecte el mundo físico con el digital».
Las buenas ideas, tarde o temprano, encontrarán su lugar. Y parece que en ESNE siempre serán tenidas en cuenta.
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