El 11 de marzo de 2011, un terremoto azotó el este de la ciudad de Sendai, en Japón. Los residentes apenas tuvieron 10 minutos tras la advertencia de las autoridades, y la mayoría de ellos se vieron obligados a abandonar sus hogares. Pero algo dejaron atrás: la planta nuclear de Fukushima. Los sistemas de la instalación detectaron el seísmo y apagaron automáticamente los reactores nucleares. Pero poco después, un tsunami de más de 14 metros de altura golpeó a la central, inundando la planta.
Los trabajadores se apresuraron a restaurar la energía, pero el combustible nuclear en tres de los reactores se sobrecalentó y derritió los núcleos, algo conocido como fusión nuclear. La planta también sufrió una serie de explosiones químicas que destrozaron la infraestructura. El material radiactivo comenzó a filtrarse al aire y al mar, lo que provocó una evacuación masiva y una zona de exclusión.
Un plan polémico. Ya han pasado 24 años y un plan para liberar las aguas residuales que quedan ha estado en proceso desde entonces. El ministro de Medio Ambiente declaró en 2019 que "no había otras opciones" ya que Japón ha agotado el espacio para contener tanto material contaminado. Eso quiere decir que Japón va a comenzar ya a liberar todo el agua radiactiva al océano este verano y se espera que la descarga tardará entre 30 y 40 años en completarse
Tanto la ONU como el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) han dado luz verde a la iniciativa, que cumple con los estándares y tendrá un impacto "radiológico insignificante en la gente y el medio ambiente". Pero eso no ha sido suficiente para tranquilizar a los ciudadanos y pescadores locales, que aún sienten en sus pieles la tragedia de 2011.
¿Por qué verter el agua? Como explicábamos antes, el brutal tsunami y la reacción nuclear producida en la central hizo que se contaminara el agua dentro de la planta con material extremadamente radiactivo. Desde entonces, se ha bombeado agua nueva para enfriar los desechos de combustible en los reactores. Y durante todo este tiempo también el agua subterránea y de lluvia se ha filtrado, creando más aguas residuales radiactivas que ahora deben almacenarse y tratarse.
Tanta, que la empresa eléctrica estatal Tokyo Electric Power Company (TEPCO) ha usado ya más de 1.000 tanques enormes para contener lo que ahora son 1,32 millones de toneladas métricas de aguas residuales, suficiente para llenar más de 500 piscinas olímpicas. Pero el espacio se está acabando. La compañía dice que construir más tanques no es una opción, y necesita liberar espacio para desmantelar la planta de manera segura.
¿Cuáles son los riesgos? Según TEPCO, la mayoría de elementos peligrosos de estas aguas pueden eliminarse del agua. El problema es un isótopo de hidrógeno llamado tritio radiactivo, que no se puede destruir con las tecnologías de las que disponemos ahora mismo. Aún así, tanto el Gobierno de Japón como la OIEA dicen que el agua contaminada se diluirá lo suficiente liberándose lentamente al mar, lo que significa que la concentración sería mínima, cumpliendo con las normas ambientales y de seguridad internacionales.
Pero a muchos expertos esto no les convence. Aunque el tritio sea inofensivo en pequeñas cantidades porque no penetra en la piel humana, puede ser un problema si se ingiere a través de mariscos o sal, aumentando el riesgo de cáncer según algunos estudios como este de Scientific American en 2014. Además, el Foro de las Islas del Pacífico también califica el plan de "desacertado" y prematuro por su impacto en la vida marina. Según apuntan, los contaminantes pueden pasar a la cadena alimenticia, incluidas las plantas, los animales y las bacterias, y "bioacumularse", perjudicando al ecosistema marino.
Los ciudadanos, aterrados. Muchos ciudadanos, incluidas las comunidades pesqueras, se han opuesto al plan, temerosos de que los compradores dejen de comprar y caigan los precios. De hecho, los residentes incluso han empezado ya a abastecerse de mariscos y sal marina por el miedo a que sean contaminados por las aguas residuales. Según Reuters, en Corea del Sur, los precios de la sal marina han subido y los dueños de las tiendas dicen que sus ventas se han duplicado.
Una encuesta realizada por Asahi Shimbun concluyó que el 51% de los ciudadanos apoya la liberación de aguas residuales, mientras que el 41 % se opone, muchos de ellos argumentando que eso podría dañar aún más la reputación de Fukushima.
La reacción internacional. Y para añadirle más tensión al asunto, la iniciativa japonesa ha originado una polémica internacional, con opiniones encontradas. Estados Unidos respalda que Japón vierta las aguas residuales, diciendo que el país asiático ha sido "transparente sobre su decisión" y está siguiendo los "estándares de seguridad nuclear aceptados mundialmente".
Corea del Sur también ha mostrado su apoyo, diciendo que incluso se podían beber las aguas después de haber sido tratadas. Sin embargo, China se ha convertido en el máximo opositor. Denuncia que el plan es "extremadamente irresponsable" y pide que se suspenda la descarga porque el informe de la OIEA “no debe interpretarse como un “aprobado” para liberar el agua”.
Imagen: IAEA Imagebank / Simply Info (Flickr)
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