De poco vale haber comenzado su andadura allá por 1928 y tener mucho rancio abolengo cuando las ventas no van bien. Philips se deshace de su negocio de televisores y, a este paso, no va a ser el único. La compañía holandesa no ha podido hacer frente a la agresiva competencia asiática de marcas como Samsung y LG y tira la toalla antes de que la cosa se ponga peor, como ya hizo en 2006 con su división de móviles.
La cosa ya se veía venir a finales de marzo, cuando Philips comunicó que su línea de negocio de televisores había acusado unas pérdidas de entre 100 y 120 millones de euros sólo en el primer trimestre de 2011.
El abandono de Philips se produce en forma de transferencia del negocio de televisores a la compañía china TPV. Ambas empresas han formado una Joint Venture, participada al 70% por TPV y al 30% por Philips, para seguir vendiendo televisores. TPV se encargará del diseño, fabricación y distribución de los nuevos equipos y podrá utilizar la marca Philips durante cinco años prorrogables por el mismo plazo si las cuentas van bien.
En realidad la cosa no ha cambiado tanto. TPV ya era uno de los principales proveedores de paneles para Philips junto con Funai y Toshiba, este último sólo para paneles de gama alta. La diferencia es que, con esta operación, Philips se quita de encima el fantasma de las pérdidas para centrarse en tecnologías de la salud, que es el área en la que más crecimiento está experimentando.
Con la venta de la división de televisores de Philips cae el último gran ‘fabricante’ europeo de pantallas, un negocio que cada vez se está concentrando más en China, Corea y Taiwan.
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