Uno le pregunta a un conocido por qué publica esta foto o esta reflexión delicada en alguna red social, y éste responde condescendiente: "no tengo nada que ocultar". Y sin embargo, sí puede tenerlo, porque lo que hacemos, inocuo para nosotros en nuestro escenario actual, puede no serlo en el futuro. De repente tenemos unos antecedentes que nosotros mismos nos hemos fabricado.
Es lo que propone con su charla la periodista Marta Peirano, que participó en TEDxMadrid recientemente y que en su "¿Por qué me vigilan, si no soy nadie? nos recordaba cómo el uso que hacemos de la tecnología hace que estemos expuestos a esa vigilancia constante por parte de todas las empresas que proporcionan esas soluciones software y hardware. Y es momento -una vez más- de replantearnos nuestro derecho a la privacidad.
Si no quieres que te espíen, no lo pongas fácil
Peirano comienza relatando la historia de Malte Spitz, un político que tuvo que demandar a Deutsche Telekom para lograr que la operadora le mandase el registro de todos los datos que tenía de su actividad. Consiguió los datos en un formato muy difícil de interpretar, pero pudo desentrañarlos con la ayuda de expertos en el tratamiento de la información y su visualización y con el diario alemán Die Zeit, que publicó la historia en marzo de 2011. El resultado fue el siguiente:
Esos datos permitían a Spitz comprobar como durante el periodo de 5 meses que cubrían ese registro se había monitorizado su localización física y lo que hacía con su teléfono en 35.000 ocasiones.
Aquella historia tuvo cierta repercusión, pero no fue más que una confirmación más de lo que afirmaría Snowden en junio de 2013, cuando se comenzaron a filtrar los documentos que demostraban que tanto la NSA como otras agencias de inteligencia en todo el mundo hacían todo lo posible por monitorizar nuestra actividad.
Muchas caras de una misma moneda
Es inevitable qué quiere quien busca privacidad en un móvil, pero es que en materia de localización ya se demostró que la NSA guardaba cientos de millones de registros.
De hecho el móvil se ha convertido en el perfecto aliado de esta y otras agencias de inteligencia, y como afirmábamos hace tiempo, puede asociar esa ubicación con ideas políticas que luego podrían meternos en un aprieto. Incluso se habla ya de una futura policía pre-crimen que haría uso de esos datos generados en nuestros móviles.
Muchas aplicaciones móviles nos piden acceso a esa ubicación -y a otras muchas cosas- sin que parezca lógico que lo hagan, mientras que algunos servicios y aplicaciones móviles precisamente basan en eso su actividad. La llamada localización pasiva es otro de los ámbitos en los se mueven este tipo de debates sobre la privacidad, y sus virtudes e inconvenientes dan de nuevo pie a la reflexión.
Si los alienígenas cifran la información nosotros también deberíamos
La solución, afirma Peirano al final de su charla, reside en utilizar la criptografía. El cifrado de datos está disponible desde hace décadas, pero su aplicación masiva en nuestras comunicaciones es muy reducido. Las opciones son muchas, pero requieren un trabajo por parte del usuario que éste no suele estar dispuesto a hacer.
Y sin embargo, el cifrado proporciona una garantía muy alta de que nuestra comunicación estará a salvo de fisgones. No una garantía perfecta, como nos decía en una entrevista el creador de PGP, Phil Zimmermann, pero sí lo suficiente para hacer que quien quiera indagar en nuestros datos tenga que invertir mucho más tiempo y recursos de los que son necesarios hoy en día.
Es como lo de ponerle un cierre de seguridad al volante del coche, o un cerrojo extra a la puerta de nuestra casa: si el caco quiere robar algo, probablemente no se entretenga en la nuestra solo por el hecho de que le costará más hacerlo. Cifrar la información es ponerle ese cerrojo adicional.
De hecho puede que el cifrado actual no sea perfecto, pero hay posibilidades de que algún día llegue a serlo. Edward Snowden mantenía recientemente una charla con el astrofísico y divulgador Neil deGrasse Tyson en la que afirmaba que ese cifrado perfecto era precisamente la respuesta a la paradoja de Fermi. Ya sabéis: ¿cómo es posible que no hayamos detectado aún vida extraterrestre?
Snowden lo dejaba claro: los alienígenas posiblemente utilizan ese cifrado perfecto, y la teoría nos dice que una comunicación con un cifrado perfecto tendría el aspecto de... ruido. Que es lo que escuchamos en el espacio. Ruido sin más que parece en conjunto procedente de la radiación de fondo de las microondas cósmicas.
Puede que no hayamos llegado aún a ese nivel de cifrado, y puede que tardemos mucho en hacerlo, pero quizás queráis empezar a ponérselo difícil a los que tratan de colarse en vuestra vida a través de vuestro móvil, vuestro ordenador o incluso, como dice Peirano, esa tarjeta de puntos que dice mucho más de nosotros de lo que querríamos admitir.
En Xataka | Paranoicos de la privacidad
Ver 15 comentarios