Todos los jugadores (o simplemente, aquellos interesados en las últimas tendencias de representación digital, da igual que hablemos de videojuegos, de efectos especiales del último blockbuster de Marvel o de mera simulación por inteligencia artificial) saben que hemos llegado a cierto tope en la representación de entornos realistas en pantalla. Aún queda mucho camino que recorrer en términos de expresividad y naturalidad de movimientos para personajes humanos, pero en cuestión de vehículos y escenarios, es complicado ir mucho más allá que 'Forza Horizon 5'.
La nueva entrega de la saga de conducción de Microsoft, sin embargo, no ha dado un salto cualitativo desde su cuarta entrega, que vimos en Xbox One en 2018. Estamos, visualmente, ante un juego muy similar. O al menos, esa es la sensación hasta que nos ponemos a los mandos de los vehículos y empiezan a brotar sutilezas en el control, en los efectos, en las propias mecánicas de juego.
Porque así es como se hace evolucionar técnicamente a los videojuegos en tiempos de hiperrealismo: atendiendo a los detalles, que es donde nos acercamos a una simulación lo más sofisticada posible. Y en ese sentido, Microsoft y Playground Games se superan en aspectos como la vibración del mando, que aunque no tenga la capacidad y posibilidades del Dualsense de Playstation 5, demuestra que en términos de inmersión y posibilidades a la hora de transmitir distintas texturas, territorios e impactos en los vehículos, del viento a la arenisca, pasando por los derrapes o las salidas del asfalto, el mando de Xbox responde perfectamente.
Visualmente, otro tanto de lo mismo: poco hay que añadir a las sensacionales réplicas de los vehículos y temas como la distancia de dibujado o la sensación de velocidad. Pero en Playground Games siguen esforzándose en mejorar a nivel infinitesimal los efectos de partículas, el impacto de la lluvia y el agua en la cámara y la conducción... hasta las nubes de polvo han sido mejoradas en una entrega donde hay abundancia de desiertos y zonas con arena, es decir, puros festivales de partículas.
Pero claro, este festival de detalles en pro del realismo tiene su lado oscuro: 'Forza Horizon 5' deja a un lado el arcade para centrarse en la simulación. Las carreras son menos verbeneras y más exigentes: hasta que te acostumbres a los derrapes y a no pisar a fondo todo el tiempo verás como tu coche culea y culea, destrozando árboles, medianas y barreras de protección. Por suerte en México tienen buen cemento, o las primeras partidas tendrías la sensación de pilotar una bola de demolición sobre ruedas.
No estamos ante un 'Gran Turismo', en cualquier caso. El equilibrio entre conducción exigente y espectáculo descerebrado está bastante conseguido, y al tono desenfadado del juego y muchos de sus desafíos se suma la gran cantidad de momentos inolvidables, más cercanos a 'Fast & Furious' que a un juego preocupado por que el sonido de los motores sea perfecto: hay rampas para volar a cámara lenta, caídas absurdas al vacío, competiciones con otros tipos de vehículos -grandes y pequeños- y escenarios que sí, replican un México realista como nunca, pero también un México mítico, colorista e imposible, donde hay circuitos de carreras que atraviesan pirámides aztecas.
A la gloria por el exceso
Que el juego esté levemente reorientado a la simulación no impide que 'Forza Horizon 5' alcance sus mejores hallazgos a través del más y mejor. Esa misma acumulación de detalles que convierten cada partida en una avalancha de tics técnicos que dejan boquiabiertos a los jugadores se extienden al resto de elementos del juego, de la variedad de escenarios a lo amplio del garaje: conduce un Warthog por una pirámide azteca, como si el Jefe Maestro fuera de origen latino, y en el mismo juego, tontea con imposibles rutas en torno a volcanes en erupción. No hay nada que 'Forza Horizon 5' determine que es demasiado, y la necesidad de ver qué será lo próximo, siempre en equilibrio entre lo escriptado y lo espontáneo, anima cada partida.
Porque siempre hay cosas que hacer en 'Forza Horizon 5': hay desafíos de todo tipo (desde ganar carreras a alcanzar determinadas velocidades) que desbloquean galardones, que a su vez, abren nuevas pruebas. Todo se despliega en la campaña principal y sus cinco escenarios, con el objetivo de llegar al Salón de la Fama: de camino, nada menos que dos mil galardones que obtener, y quinientos coches que coleccionar. Y a ello se suman, por supuesto, las pruebas online -las Arcade Horizon y sus pruebas en grupo o el Abierto Horizon, con carreras que adquieren formato de campeonato-.
No es este el lugar para analizar a fondo todas las posibilidades de 'Forza Horizon 5' (acudid a los espléndidos análisis de nuestros compañeros de VidaExtra y 3D Juegos para sumergiros en la variedad de opciones a vuestra disposición), y se nos queda mucho en el tintero. Por ejemplo, las moderadamente decepcionantes Historias de Horizon, el EventLab que nos permite crear circuitos, las casi infinitas posibilidades de personalización de avatar, vehículos y estilos de juego. Y la guinda (junto a ese final boss en forma de carrera de media hora por todo el mapa): las 21 Expediciones que son espectáculo puro y un surtidor de momentos icónicos, como los enfrentamientos con vehículos de gran tamaño que hemos visto en otras entregas.
Hay quien dice que 'Forza Horizon 5' debe replantearse, llegado a este punto, su orientación. La saga nos ha ido dando todo tipo de carreras, modos y posibilidades, y prácticamente se ha quedado sin competidores en su estilo único que mezcla arcade y simulación. ¿Es el momento de un replanteamiento? Ya lo veremos, pero de momento, tenemos unos cuantos cientos de circuitos que desbloquear para ir haciendo tiempo.
Ver 16 comentarios