Cuando uno ve '¡Nop!' sabe perfectamente que se va a convertir en materia primordial para interminables conversaciones en redes sociales. Y no porque la película sea especialmente enigmática o críptica: Jordan Peele mantiene, como en 'Déjame salir' o 'Nosotros', sus dos excepcionales películas previas, el sentido del humor y la claridad expositiva como rasgos a la hora de narrar, y está muy claro qué cuenta '¡Nop!'. Lo que está sujeto a discusión es qué pretende contar.
Y ahí es donde más se van a atascar los detractores de la película: no está nada claro. Hay quien dice que Peele se ha pasado de frenada y su exceso de ambición ha convertido a '¡Nop!' en una película críptica y muy vaga a la hora de concretar un mensaje. Pero todas estas discusiones y puestas en cuestión son parte de la película porque, entre otras muchas cosas, '¡Nop!' habla de nuestra reacción al contemplar los horrores. Los de la vida real (la película está sumergida, cómo no, en todo tipo de reflexiones acerca del papel de los afroamericanos en la historia, cotidiana o no, de Estados Unidos), pero también los espectáculos... espectáculos como '¡Nop!'.
La película de Peele nos presenta a los dos jóvenes dueños (Daniel Kaluuya repitiendo protagonismo después de 'Déjame entrar' y Keke Palmer) de un negocio muy particular, un rancho de caballos para su uso en películas, y cuyos orígenes se remontan a la misma fundación del cine. La aparente paz que disfrutan se ve súbitamente interrumpida por un objeto no identificado que surca los cielos y al que intentarán enfrentarse.
Sobre el papel, '¡Nop!' roba elementos de películas como 'Parque Jurásico' (hay un parque temático cercano al rancho que explota la imagen más idealizada del Salvaje Oeste), 'Tiburón' (de hecho, hay un homenaje directo: la secuencia de los muñecos inflables es un guiño a la clásica de los bidones flotantes) o incluso a la réplica de serie B de ésta, la inolvidable 'Temblores'. Pero gracias al humor y a la excentricidad de Peele, que introduce muy hábilmente elementos disruptores como el de la masacre simia en la sitcom, '¡Nop!' acaba convertida en una propuesta mucho más personal.
Un enigma sin soluciones claras
La película también ha sido comparada con el cine de M. Night Shyamalan, y con toda la razón, porque hay en ella ese uso anecdótico del misterio para hablarnos de cómo la gente orbita en torno a él, a las dudas y a las preguntas que genera ese misterio. Peele reconoce que 'Señales' es una importante influencia de '¡Nop!', y aunque el paralelismo está claro (sobre todo en la ambientación), su tono sarcástico y su apostar todo a una resolución que dejará insatisfecho a más de un espectador me recuerda a la fantástica e infravaloradísima 'El incidente'.
Son referentes que, como los distintos tonos con los que juega Peele, sobrevuelan el relato, que van y vienen como las diversas historias que conforman el mosaico que es '¡Nop!'. Por ejemplo, es muy interesante cómo Peele se y nos distrae con el director del parque temático interpretado por Steven Yeun, vinculado a una sitcom que acabó en tragedia y que refuerza uno de los muchos temas de la película: nuestra relación, entre pasmada y explotativa, con los recursos que nos brinda la naturaleza, incluso cuando son absolutamente indomesticables como lo que surca los cielos.
Y todo para, al final, hablar de... no está muy claro, y posiblemente eso será lo que distancie de la película a muchos espectadores que se han habituado a que el cine mainstream ofrezca todas las piezas del puzle salvo una, que nos llegará en una fecha matemáticamente programada para dentro de seis meses. Pero está claro que sea lo que sea de lo que hable '¡Nop!', lo hace con humor, sencillez y picardía: del mencionado vínculo con la naturaleza, de lo misterioso y nuestra obsesión con examinarlo y explotarlo y, por supuesto, de las connotaciones raciales que se extraen de todo ello.
Me decía Kiko Vega, con gran acierto, que el monstruo de '¡Nop!' podría ser la capucha de un miembro del Ku Klux Klan, y conociendo a Peele sería una explicación más que plausible. A mí me recordó a una carpa de circo hecha jirones, que también encaja. En cualquier caso, ese es el gran tesoro de '¡Nop!': es una película que nos va a tener hablando y conjeturando durante meses, incluso entre aquellos que tienen tendencia a arquear la ceja ante la inconmesurable y muy humana fascinación por las preguntas sin respuesta.
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